Fridolin Ambongo: “Hay que repensar los modelos de desarrollo”

Obispo de Bokungu-Ikela y presidente de ‘Justicia y Paz’ en la República Democrática del Congo

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Fridolin Ambongo Besungu es obispo de Bokungu-Ikela

Fridolin Ambongo: “Hay que repensar los modelos de desarrollo” [extracto]

JOSÉ LUIS CELADA | El capuchino Fridolin Ambongo Besungu es obispo de Bokungu-Ikela y presidente de la Comisión ‘Justicia y Paz’ de la Conferencia Episcopal de la República Democrática del Congo, país que “atraviesa una grave crisis política” y cuya riqueza en recursos naturales es con frecuencia fuente de conflictos armados.

PREGUNTA.- ¿Cuándo llegará la paz a Kivu?

RESPUESTA.- La inseguridad reinante en la parte oriental de la República Democrática del Congo, así como en la provincia de Ituri, nos preocupa mucho como pastores y como ciudadanos congoleños. En estas zonas, hay varios grupos armados: las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), hutus ruandeses que huyeron de su país y contra los que pesan acusaciones de genocidio; el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), grupo rebelde ugandés; los Mayi-Mayi, grupos armados congoleños; así como otros grupúsculos de autodefensa. La seguridad no puede ser efectiva hasta que todos los países firmantes del Acuerdo marco de Addis Abeba se comprometen a jugar su papel y las fuerzas de la ONU (MONUSCO) se sumen a las Fuerzas Armadas Congoleñas para erradicar el incordio de todos estos grupos. La solución es, a la vez, militar y política.

P.- Kabila está en el poder desde 2001. ¿Qué pasará en las elecciones de noviembre de 2016, cuando acabe su mandato constitucional?

R.- La República Democrática del Congo atraviesa una grave crisis política. Este año que acaba ha sido muy accidentado: en enero, la capital, Kinshasa, y otras cuantas ciudades del país fueron sacudidas por movilizaciones de protesta brutalmente reprimidas por la policía, dejando decenas de muertos y numerosos detenidos. El motivo de estas manifestaciones era la tentativa gubernamental de no celebrar elecciones hasta que no se elaborara un censo de población. Todo el mundo sabe que esta operación podría tardar tres o cuatro años, y esto solo generaría desconfianza entre la población, que veía en esta propuesta del Gobierno una forma de prolongar el mandato del presidente más allá del plazo establecido por la Constitución.

Al bloqueo del propio proceso electoral (las comicios locales, previstos para el pasado 25 de octubre, finalmente no se celebraron; tampoco la elección de nuevos gobernadores provinciales) hay que añadir la desmembración territorial, contemplada en la Constitución de 2006, lo que complicó la labor de la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) y despertó ciertos antagonismos identitarios. En cualquier caso, para la Iglesia católica, es necesario que se respete la Carta Magna y que el plazo constitucional, que establece la elección presidencial y las elecciones legislativas para el mes de noviembre de 2016, sea respetado para salvaguardar y consolidar nuestra joven democracia. De lo contrario, el país corre el riesgo de caer en la inestabilidad.

P.- ¿Qué parte de responsabilidad tiene la comunidad internacional en todo lo que está ocurriendo en la República Democrática del Congo?

R.- La comunidad internacional, en particular con la presencia de la MONUSCO, acompaña a la República Democrática del Congo en su estabilización. Queda mucho por hacer, pero hay que reconocer que la comunidad internacional no puede hacer nada si no hay por parte de los propios actores congoleños una voluntad política real de asegurar su destino común.

Riqueza y guerras

P.- A iniciativa de ‘Justicia y Paz’, Cáritas y el Apostolado Social Jesuita, se acaba de crear una Red Eclesial para la Cuenca del Congo con el objetivo de proteger el entorno natural de la región. ¿La riqueza natural de su país es también la principal causa de su pobreza y de las guerras que le asolan?

R.- ‘Justicia y Paz’, con el apoyo de nuestros socios –CIDSE (la alianza de ONG católicas europeas y norteamericanas para el desarrollo), EURAC (Red Europea para el África Central), MISEREOR (la obra episcopal de la Iglesia católica alemana para la cooperación al desarrollo), ‘Justicia y Paz’ de Bélgica y de España y la Coordinadora de ONG de Luxemburgo–, ha completado una misión por Europa para sensibilizar sobre el tema de los llamados “minerales de conflicto”. Todos nuestros análisis han acabado demostrando que, efectivamente, existe un vínculo entre los recursos naturales y la inseguridad, sobre todo en la parte oriental de nuestro país. Por eso, nosotros hacemos campaña por una legislación europea restrictiva en materia de explotación y comercialización de estos recursos. Una legislación –porque es moralmente indispensable– para garantizar la estabilidad y el desarrollo de nuestro país, al tiempo que proteja los intereses de los inversores.

P.- ¿Cómo les ha ayudado la encíclica Laudato si’ a tomar conciencia de la importancia de proteger el medio ambiente?

R.- Con la ayuda de nuestras comisiones de ‘Justicia y Paz’ y ‘Recursos Naturales’, la Iglesia católica de la República Democrática del Congo tiene la intención de sensibilizar a la población sobre varios temas, como el reparto justo, equitativo y sostenible de los recursos entre todos los pueblos. A la luz de Laudato si’, creemos que es necesario repensar nuevos modelos de desarrollo y revisar los paradigmas económicos para cuidar de la humanidad.

Con humanidad, pero sin ingenuidad

Cuando se le pregunta por la acogida que Europa dispensa a los refugiados, Fridolin Ambongo reconoce que es un “tema muy sensible” para nuestros países, porque, “al ser diferentes, nos pueden asustar”. Sin embargo, sostiene que, como cristianos, debemos arrojar “otra mirada” sobre esta cuestión. “En nombre de nuestra fe –invita el prelado congoleño–, tenemos que ver en el otro no una amenaza, sino una oportunidad, una llamada a la apertura”. En definitiva, el asunto de los migrantes debe ser tratado “con mucha humanidad y preocupación, pero sin ingenuidad”, sugiere el entrevistado.

En el nº 2.969 de Vida Nueva

 

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