Francisco sobre el Jubileo de la Misericordia: “La Iglesia necesita este tiempo extraordinario”

El Papa advierte contra el desánimo al abrir la Puerta Santa de San Juan de Letrán

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Francisco abre la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Desde el primer día de su elección papal, Jorge Mario Bergoglio se sintió en primer lugar obispo de Roma y, en consecuencia, Papa. Tenía pues para él un significado especial abrir la Puerta Santa del Año de la Misericordia en “su” catedral, la basílica de San Juan de Letrán, y así lo hizo el domingo 13 de diciembre en una mañana esplendorosa de sol, aunque algo fría.

Por la hora, las ocho y media de la mañana, no había una masa de fieles esperando la llegada del Pontífice; los periódicos difieren en la cifra exacta, pero ninguno de ellos se acerca a los 5.000, de los cuales 800 pudieron acceder a la basílica. Antes de hacerlo, tuvieron que someterse a estrictos controles policiales. El tercer Domingo de Adviento es conocido como la Dominica Gaudete; por eso Francisco vestía ornamentos de color rosa.

Después del canto del Veni Creator Spiritus, el Papa se situó ante la Puerta Santa y pronunció la jaculatoria “¡abridme las puertas de la Justicia!”; luego empujó la pesada puerta de bronce y entró en el sagrado recinto. En procesión, seguido de los concelebrantes (en primer lugar, su vicario para la Diócesis de Roma, Agostino Vallini), llegó a la cátedra mientras el coro entonaba el himno del Jubileo.

En su homilía, el Papa recordó que ese mismo domingo se abrían en las catedrales de todo el mundo otras puertas santas (según un cálculo del Corriere della Sera, en torno a 10.000). “No podemos dejarnos llevar por el cansancio –dijo–, no está permitida ninguna forma de tristeza a pesar de tener motivos por tantas preocupaciones y por las múltiples formas de violencia que hieren nuestra humanidad. (…) En un contexto histórico de grandes injusticias y violencias, por obra sobre todo de hombres de poder, Dios hace saber que Él mismo reinará sobre su pueblo, que no lo dejará a merced de la arrogancia de sus gobernantes y que lo liberará de toda angustia”.

“Hemos abierto la Puerta Santa –añadió Francisco–, también este simple signo es una invitación a la alegría. Inicia el tiempo del gran perdón. Es el Jubileo de la Misericordia. Es el momento de descubrir la presencia de Dios y su ternura de Padre. (…) Delante de la Puerta Santa que estamos llamados a atravesar, nos piden ser instrumentos de misericordia, conscientes de que seremos juzgados sobre esto”. Esa misma mañana, el cardenal James M. Harvey abrió la Puerta Santa en San Pablo “extra muros”. La de la cuarta basílica papal, Santa María la Mayor, la abrirá el Papa en persona el 1 de enero de 2016. Antes habrá presidido el mismo rito en el renovado comedor-dormitorio de la Cáritas romana en Via Marsala, cerca de la estación Términi.

A mediodía, en la tradicional hora del ángelus, la multitud congregada en la plaza de San Pedro era más compacta, unas 20.000 personas según la policía (siempre menos que en los domingos anteriores a los atentados de París). Con palabras sencillas, el Papa glosó el evangelio donde el Bautista, respondiendo a quienes le preguntaban qué tenían que hacer para convertirse, les pide que compartan los bienes de primera necesidad, que no acepten la corrupción (“las cosas no ha cambiado tanto”, comentó) y que se contenten con el salario recibido. “Tres respuestas –dijo– para un idéntico camino de conversión que se manifiesta en compromisos concretos de justicia y solidaridad”.

Como respuesta a quienes, de algún modo, se muestran escépticos y poco entusiastas ante los frutos del Año Santo, Bergoglio afirmó esto en la audiencia general del miércoles 9: “La Iglesia tiene necesidad de este momento extraordinario. No estoy diciendo: es bueno para la Iglesia este momento extraordinario. Digo: la Iglesia necesita este momento extraordinario. En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su particular contribución haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios”.

Próximo destino: México

Siendo el primer Papa latinoamericano de la historia, es del todo comprensible que quisiera darle a la festividad litúrgica de la Virgen de Guadalupe la mayor solemnidad posible. El 12 de diciembre, a las seis de la tarde, presidió en la basílica vaticana una eucaristía que concelebraron los cardenales Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, y Seán O’Malley, arzobispo de Boston, así como otros 500 cardenales, arzobispos y sacerdotes, la mayoría de los cuales procedían de países latinoamericanos.

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El Papa ante una imagen de Guadalupe, en su festividad, el día 12

“El Señor, con su ternura –comentó en su homilía–, nos abre su corazón, nos abre su amor. El Señor tiene alergia a las rigideces. Cultivemos esta experiencia de misericordia, de paz y esperanza. (…) A María Santísima le encomendamos los sufrimientos y las alegrías de los pueblos de todo el continente americano, que la aman como madre y la reconocen como patrona”.

“Para pedirle esto de una manera fuerte –prosiguió–, viajaré a venerarla en su santuario el próximo 13 de febrero”. Francisco confirmaba así su viaje a México, que tendrá lugar entre el 12 y el 18 del próximo febrero. El itinerario lo hizo público el Vaticano ese mismo día: Ciudad de México, Ecatepec, Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de Las Casas, Morelia y Ciudad Juárez. Más de 20.000 kilómetros en total y numerosos discursos, homilías o palabras de saludo. Además de la misa en la basílica guadalupana, está prevista otra con las comunidades indígenas de Chiapas en el estadio de San Cristóbal de las Casas. Otros dos encuentros importantes los mantendrá con los jóvenes en Morelia y con el mundo del trabajo en Ciudad Juárez, desde donde emprenderá viaje de regreso a Roma.

Cambiando de tema, durante los días 10 y 12 de diciembre se ha reunido en Roma, por duodécima vez, el Consejo de los Cardenales (el C-9). Como confirmó director de la Sala de Prensa, Federico Lombardi, se han especificado los siguientes temas: exposición del cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, seguida de una reflexión sobre “la necesidad de proceder a una saludable descentralización”, así como propuestas articuladas sobre los dos nuevos dicasterios de la Curia: Laicos, Familia y Vida, y Justicia, Paz y Migraciones.

Los cardenales Reinhard Marx y George Pell han relatado la actividad de sus respectivos organismos (Consejo y Secretaría para la Economía). Este último ha informado de la constitución de un grupo de trabajo al que se ha encomendado “una reflexión de perspectiva sobre el futuro de la economía de la Santa Sede”. De este grupo forman parte representantes de la Secretaría para la Economía, la Secretaría de Estado, el APSA, Propaganda Fide, Secretaría para la Comunicación y el IOR.

En el nº 2.969 de Vida Nueva

 

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