No todo lo que brilla es oro

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El papel de la Iglesia frente a la minería

A Marmato le dicen “pesebre de oro” porque en las noches la montaña resplandece entre el oropel y los bombillos de las máquinas que retumban sin descanso. En este pueblo de Caldas, aferrado a la Cordillera, se relatan historias centenarias de hallazgos portentosos en el vientre de la tierra, acompañados del cansino ritmo de las horas para quienes el polvito dorado resulta ser apenas paliativo y el temor por las brujas compite con las balas.

Una mirada ecoteológica a este tipo de “pesebre” se pregunta por la manera como nacerá el Salvador en medio de tantos socavones y el agua grisácea que baja herida de muerte por quienes anhelan escarbar la vida. Pero esta tradición de mineros artesanales que ha financiado los recaudos de la Colonia, la gesta libertadora y hasta el pago de la deuda a los ingleses, se enfrenta a un nuevo desafío: ya no es sólo la autocrítica ante un sistema de explotación que acaba con el verde y produce muertes prematuras por causa de la contaminación del aire y la exposición a químicos que van envenenando la piel hasta llegar al alma. Ahora se trata de la oferta del capital canadiense para trasladar el pueblo hasta “El Llano”, evitar desastres “naturales” y facilitar que la montaña sea tajada por la poderosa maquinaria que dejará otra vez expuesta, a cielo abierto, la “Leyenda de El Dorado”.

En medio del dilema, este pesebre ya se ha convertido en sepulcro, pues hace 4 años, apareció baleado el párroco José Reinel Restrepo. Hacía pocos días había denunciado a los medios de comunicación y a las autoridades los intereses en juego de los pequeños mineros locales, apegados a su tradición y su poblado, en conflicto con la gran minería trasnacional, que incluso ofreció trasladar el templo parroquial con tal de despejar el terreno para abrirle las entrañas a la “gallina de oro” marmateña. Ahora Reinel habita el cielo de los mártires en la memoria de su valentía para hacerse al lado de los pobres, en el recuerdo de las tardes de parqués con sus amigos y la eucaristía eterna en honor al Señor de los Milagros.

Repudio a la irresponsabilidad

“Iglesia y minería expresa su profunda solidaridad a las familias de las víctimas de la tragedia que afectó a comunidades en la región de Mariana (MG, Brasil) y está afectando a todos los territorios  localizados río debajo de los diques que se rompieron. También repudia la irresponsabilidad de las compañías Vale S.A. y BHP Billiton en cuanto a la seguridad y control ambiental: no podemos aceptar que un accidente de estas proporciones puede considerarse simplemente una oportunidad de aprendizaje para evitar nuevos desastres en el futuro”.

 

Voces proféticas

La complejidad de este caso atrajo a la red Iglesias y minería, que realizó una reunión de coordinación en Colombia entre el 11 y 14 de noviembre de este año. Iglesias y minería es una coalición ecuménica conformada por cerca de 70 entidades latinoamericanas unidas por las violaciones a los derechos socio-ambientales que las empresas mineras  ocasionan. En el video Iglesias y minería se recoge su identidad y sus tareas. Fieles a su método de analizar caso por caso, en diálogo con los mineros, las mujeres de la región y los representantes de la Diócesis de Pereira diagnosticaron las facetas del problema y alcanzaron a vislumbrar algunas prospectivas.

Horas después, ya en Bogotá, los visitantes extranjeros seguían compartiendo impresiones sobre lo vivido para articularlo con otras experiencias de personas y comunidades cristianas que hacen presencia profética en lugares donde la voracidad del sistema amenaza la vida en todas las formas. A cientos de kilómetros del “pesebre de oro” algo nuevo estaba naciendo en ellos…

En muy poco tiempo, Iglesias y minería ha dado pasos gigantescos.  Por ejemplo, una de las primeras repercusiones de la encíclica Laudato si’ se logró en julio de este año cuando realizaron en Roma con el Pontificio Consejo Justicia y Paz el Encuentro de comunidades afectadas por la minería.

Iglesias y minería hace parte de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) y el Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina (OCMAL); colabora con la Coordinación de las Agencias Católicas para el Desarrollo (CIDSE) y con algunas organizaciones religiosas acreditadas en la ONU para la defensa de los DD.HH (Franciscans International, Vivat, Mercy). Sus mayores preocupaciones son la desconexión de las iglesias locales con las luchas y sufrimientos de las comunidades, la complicidad de algunas iglesias nacionales con proyectos extractivistas, el aumento de la violencia y criminalización de personas y comunidades que se posicionan críticamente frente a la minería en América Latina, y la estrategia de las empresas mineras para aparentar que sus  operaciones son sustentables; pese a que persisten los graves daños ocasionados a personas y ecosistemas.

Vulneración y abusosDSC00975

“Valoramos la denuncia formal que el CELAM, presentó a la Comisión Interamericana de DD.HH. en marzo de 2015, con el título “Posición de la Iglesia católica ante vulneración y abusos contra los derechos humanos de las poblaciones afectadas por las industrias extractivas en América Latina”.

 

 

Acciones transformadoras

Iglesias y minería ha producido documentos de reflexión crítica sobre las iniciativas “Un nuevo inicio para la minería” y “Minería en alianza”, promovidas por las corporaciones que buscan legitimar su acción al amparo de las iglesias católica romana,  anglicana y presbiterana.

Incluso Iglesias y minería ve con sospecha que sean las grandes empresas mineras las que quieran financiar los seminarios y centros de formación de las iglesias. En una reciente carta abierta a los obispos y pastores de América Latina les pide que no mantengan posiciones ‘neutras’ frente a los conflictos mineros y que, al reconocer, la “inmensa dignidad de los pobres” (LS 158), continúen asumiendo la defensa de la Creación. En este sentido, aboga por garantizar el Consentimiento Libre, Previo e Informado de todas las comunidades que podrían ser afectadas por un proyecto minero, así como el derecho de las mismas a decir “No a la minería”.

A la vez, expresa la preocupación ante la posibilidad de nuevas reuniones de la Iglesia con los ejecutivos de las mayores empresas mineras, en nivel continental o regional, puesto que el diálogo más importante ha de ser con todos los miembros de las iglesias, para definir posiciones comunes sobre esos temas y con los afectados, apoyando denuncias concretas para que sean ellos mismos los que negocien con los Estados y las empresas.

¿Un nodo en Colombia?

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Familia Franciscana, Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, Pax Christi Internacional, Tierra Digna, Observatorio de expansión minero-energética y re-existencia, Consejo Mundial de Iglesias (CLAI), Caritas Colombia, Corporación PODION, Amerindia Colombia, fueron algunas de las organizaciones que respondieron a la convocatoria de la Coordinación de Iglesias y minería para iniciar un diálogo sobre el papel de las iglesias frente al extractivismo en el país. Un sencillo ejercicio sobre el mapa de Colombia permitió identificar algunas zonas críticas en las que confluyen las actividades pastorales con los conflictos territoriales.  Esta conciencia de trabajo en equipo quedó a la base para comenzar a construir sinergias, establecer criterios comunes y desarrollar estrategias de conjunto en aras a propiciar un Buen Vivir. Si, como lo dijo el Papa, “la previsión del impacto ambiental de los emprendimientos y proyectos requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la corrupción, que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores, suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente” (LS 182), las comunidades de fe tienen una gran responsabilidad como veedoras y artífices de dichos procesos, de tal modo que cada escenario de la Creación se convierta en un pesebre en el que Dios se haga parte de esta tierra, mire al mundo con ojos humanos y permanezca vivo en cada criatura con la gloria de Resucitado (cfr. Oración cristiana con la Creación de Laudato si’).

Alirio Cáceres Aguirre

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