“Hoy hace falta una educación de emergencia, hay que arriesgar”

El Papa clausura el congreso mundial convocado para conmemorar los 50 años de Gravissimum educationis

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El papa Francisco despertó gran expectativa a su llegada al Aula Pablo VI

El papa Francisco quiere una escuela católica abierta a la trascendencia, inclusiva con los más desfavorecidos y en la que estén presentes tanto el “riesgo razonable” como la “sana informalidad respetuosa”. Fueron estas las principales recomendaciones que les dio a las más de cinco mil personas que recibió en la audiencia celebrada el pasado 21 de noviembre. El encuentro puso fin al congreso Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva, organizado por la Congregación para la Educación Católica con motivo de un doble aniversario: los 50 años de la declaración conciliar Gravissimum educationis y los 25 de la exhortación apostólica Ex Corde Ecclesiae.

Jorge Mario Bergoglio abogó por “no hacer nunca proselitismo en las escuelas”. “Educar cristianamente –dijo– es llevar adelante a los jóvenes y a los niños en los valores humanos en todas las realidades. Una de esas realidades es la trascendencia”. El “neopositivismo” imperante hoy día ha provocado que incluso la educación cristiana esté “cerrada a la trascendencia”. “Todo tipo de cerrazón no sirve para la educación”, subrayó.

Francisco se ganó los aplausos de los asistentes cuando dijo que entre los trabajadores peor pagados “están los educadores”, culpando a la falta de interés del Estado, y también la ruptura del pacto educativo entre el Estado y la familia. “Hoy hace falta una educación de emergencia, hay que arriesgar sobre la educación informal, porque la educación formal se ha empobrecido por la herencia del positivismo. Solo se concibe un tecnicismo intelectualista, el lenguaje de la cabeza. Hay que romper este esquema”, pidió.

En cambio, propuso una educación en la que la cabeza, el corazón y las manos estén en armonía. “Tiene que enseñar al niño a pensar, ayudarlo a que se sienta bien y acompañarlo en lo que hace”, dijo. Para ello resulta útil una “cierta y sana informalidad respetuosa”, y no que se confunda “la formalidad con la rigidez”. Donde existe esta última “no hay humanismo, y donde no hay humanismo no puede entrar Cristo, tiene las puertas cerradas”, advirtió. Luego sentenció: quien “no sabe arriesgarse no sirve para educar”.

La pasión de la escuela católica

“La pasión es el elemento diferenciador de la educación católica de calidad”, afirmó con convicción Javier Cortés Soriano en la presentación de La escuela católica: de la autocomprensión a la significatividad (PPC), el pasado 18 de noviembre. Para superar con éxito el “momento crucial” que se vive hoy, hace falta crear equipos de docentes que “compartan esa pasión”. Por eso lamentó que a veces se elija a profesionales más por su identificación religiosa que por su pasión educativa: “El sustantivo tiene que ser pasión, y el adjetivo, cristiano. Tenemos a muchos profesores buenos, buena gente, pero con poca pasión por la educación”, advirtió.

El otro gran reto que planteó fue cómo ejercer el gobierno de las instituciones educativas. Pidió una apertura a “nuevas formas”, tratando siempre de superar el riesgo de caer en algo que tenga “más que ver con la eficiencia técnica que con el gobierno de la comunidad educativa”. Ahí y en la transmisión de la pasión es donde la escuela católica “se juega su futuro”. Si no hay una reacción, “en cinco años las circunstancias serán más difíciles, y en diez, aún peores”. Para ello, les brindó un consejo: “no obsesionarse con buscar las fuentes de la identidad y de la innovación fuera, sino en la sabiduría de la tradición de la Iglesia”. En este contexto citó a san José de Calasanz como fundador de la primera escuela popular de la historia de Europa.

Darío Menor. Roma

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