La Iglesia se pone traje nuevo

JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco

Unos habían llamado a la puerta de su casa, otros habían mandado una invitación para asistir al evento. Pero quien llamó, se dio de bruces con el portón, y quien invitó, no recibió respuesta. Todos sabían que la silla del banquete permanecería vacía. Los invitados no solo faltarían a la convocatoria; la condenaron cuando corría 1864. Lo hicieron saber en el Syllabus, que exponía las razones por las que la Iglesia no podría sentarse al lado de unos comensales que, durante los tres últimos siglos, habían preparado un festín llamado Modernidad.

El 7 de diciembre de 1965, Vida Nueva era cronista de unos sastres que habían confeccionado un nuevo vestido. Valores como la libertad religiosa y el diálogo emergían de los últimos documentos conciliares, que preparaban el aspecto externo de una Iglesia que dejaba de ser antimodernista. Los documentos anteriores reflejaban la transformación interior de una institución que había confiado en la teología que venía planteando reformas en materia litúrgica, bíblica y eclesial.

Décadas después, una soterrada reforma de la reforma propició un clima de hostilidad hacia lo temporal. Mientras, el mundo siguió su curso. Hasta hoy, donde late la pregunta por la confección de un nuevo traje. Interrogante que proyectó Alberto Iniesta en el nº 2.965: “¿Cuándo habrá un Vaticano III?”.

En el nº 2.968 de Vida Nueva

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