La experiencia Vida Nueva – Opinión: José Beltrán

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El desafío digital nos primerea

Pocas horas antes de que se hiciera realidad el proyecto de Vida Nueva Digital para el Cono Sur recibí un mensaje de Whatsapp. ¿El remitente? Jesús Sánchez Camacho, un colaborador de la edición española que tiene una columna retrospectiva en la que analiza los vaivenes de la Iglesia desde las crónicas que publicaba nuestra revista hace 50 años. De vez en cuando, si descubre algo anecdótico más allá de su cometido, me lo hace llegar. Éste era el caso. Una imagen escaneada de una página publicada en noviembre de 1965. Hace justo 50 años. Se trataba de una carta del entonces director, José María Pérez Lozano, a sus lectores. “Vida Nueva, nueva etapa”. Titular más que sugerente. Hay quien lo intuirá profético.

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Pérez Lozano se expresaba orgulloso. No era para menos. Vida Nueva era ya una referencia para la sociedad española. El Vaticano II se había contado, se había contagiado, se había impulsado desde las crónicas de la revista. El aire fresco –expresión que ha vuelto tomar el pulso de la vida eclesial en estos años– lo hacía soplar el Espíritu y Vida Nueva ejercía de taquígrafo. Desde ahí, el director asumía el reto de cambiar el diseño de la publicación. “Impresión en offset, a dos colores”. “Aumento de tamaño de páginas”. Son algunos de los anuncios que se materializarían en el siguiente número.

Imagino las sensaciones que se moverían en la cabeza y el corazón de Pérez Lozano. Por un lado, temor a lo nuevo. A la aceptación de la propuesta por parte de los lectores. A las dificultades logísticas que entrañaban los cambios. Por otro, un orgullo apasionado. Por dar pasos hacia adelante en una publicación que nunca quiso ir a remolque.

Ha pasado medio siglo de aquella carta. Y algo ha llovido. Tormentas políticas. Tsunamis sociales. Temporales eclesiales. Vida Nueva se ha empapado de todo, huyendo de paraguas y parapetos. Pero, eso sí, adaptando su indumentaria a los signos de los tiempos. Al igual que Pérez Lozano, vivimos algo de miedo, pero sobre todo con ímpetu y valentía una nueva etapa. La que capitanea Vida Nueva Cono Sur.

Adiós al offset. Ya no hay dos colores, sino píxeles que dan apariencia de color. Desaparecen las páginas y sólo hay pantallas. Las de la tableta. Porque ahí nace este ilusionante proyecto. Por primera vez, una publicación de actualidad religiosa cuenta con una revista netamente digital donde lo multimedia se pone al servicio de la palabra. Y no al revés. Donde la forma no despista del fondo, sino que lo enriquece para que los reportajes a fondo y los artículos de las mejores firmas de la Iglesia se pongan aún más en valor.

Y como viene ocurriendo en los últimos años en nuestra Iglesia, la fuerza viene del sur, aunque alguno se resista a admitirlo. Ahí está Jorge Mario Bergoglio y su llegada a la sede de Pedro. Sus quebraderos de cabeza le está costando hacer ver a unos y a otros que para vivir la centralidad del mensaje del Evangelio hay que descentrarse. Que todos los caminos llevan a Roma, pero que Roma no es el único centro de pensamiento teológico o pastoral con crédito. La periferia existe, nos evangeliza y toma las riendas. Aparecida educa a la vieja Europa, la de los sínodos en los que poco se debatía y que ahora ven cómo se dialoga con franqueza. Aparecida da lecciones sin buscarlo a otras comunidades locales que vivían encerradas en sus palacios de cristal enrejados por la doctrina para abrir sus puertas hacia el pueblo de Dios, para embarrarse y caminar con ellos.

También para nosotros, América nos primerea. Vida Nueva Digital no nace como una iniciativa promovida en un laboratorio de ideas en la sede central de la revista en España. Buenos Aires va por delante también en esta casa. Es el equipo de PPC y Vida Nueva Argentina para el Cono Sur quienes han abierto la veda para que descargarse la App de la publicación en iOs o en Android abra una experiencia diferente. No es una parábola ni un guiño gratuito. Es la realidad.

Herramientas 2.0 en un escenario diferente para fortalecer las raíces que nos han definido y que nos empeñamos en seguir abonando. Disculpen, pero somos así. Lo llevamos en el ADN de Vida Nueva. Hoy como ayer, somos una voz comprometida en la Iglesia. Antonio Montero, padre de la editorial PPC y de esta revista, siempre comenta que Vida Nueva tiene vocación de ser una voz en la Iglesia, no la voz de la Iglesia. Independientes y autosuficientes en lo económico. También la línea editorial. Libertad para poder decir, para proponer, para valorar. Como bien sabe usted que lee estas líneas, Vida Nueva siempre ha dado esquinazo al periodismo de sacristía, sino un periodismo libre, de calidad, que mirara al hecho religioso desde la profesionalidad, ejerciendo la crítica sin ser criticones, denunciando desde una profunda comunión que aplaude y se enriquece desde la diversidad de miradas y posturas. Pero, sobre todo, siendo inclusiva. Sin dejar nadie a la puerta. Especialmente a los excluidos, a los que no cuentan para nadie, pero que, sin embargo, son los preferidos de Dios.

Escribía José Luis Martín Descalzo, otro grande de esta publicación, que “entre el silencio y lo posible, Vida Nueva siempre optará por lo segundo”. Hoy también. No cabe el mutismo ante las nuevas tecnologías. No vale ignorar Twitter o Facebook. Salvo que uno quiera mantenerse al margen. Salvo que se acomode a la autorreferencialidad. Vida Nueva apuesta una vez más por estar donde está la gente. Allá donde se mueven los sacerdotes, donde trabajan nuestros pastores, donde vibran los religiosos, donde hacen camino los laicos. Para dar voz a los sin voz. Para empujar a la Iglesia para que de una vez se instale en las periferias. Y, para ello, es tiempo de trabajar en red. En la red de redes. Con sus lenguajes y formatos. Como lo hace desde ahora la edición para e Cono Sur de Vida Nueva. ¡Bienvenidos a esta nueva Vida Nueva!

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