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‘Los signos del jubileo’


Una obra de Rino Fisichella (Sal Terrae) La recensión es de Ángel Moreno, de Buenafuente

Los signos del jubileo. La peregrinación, la ciudad de Pedro y Pablo, la Puerta Santa, la profesión de fe, la caridad la indulgencia, Rino Fisichela (Sal Terrae)

Título: Los signos del jubileo. La peregrinación, la ciudad de Pedro y Pablo, la Puerta Santa, la profesión de fe, la caridad la indulgencia

Autor: Rino Fisichella

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander, 2015

Páginas: 176

ÁNGEL MORENO, DE BUENAFUENTE | Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, ofrece en su libro Los signos del jubileo una guía espiritual para comprender mejor y participar más vivamente en el Año de la Misericordia, convocado por el papa Francisco. El autor intenta evitar la reducción del jubileo a turismo religioso. Ofrece para ello motivaciones bíblicas, patrísticas, históricas y eclesiales para acercarse a venerar las tumbas de san Pedro y san Pablo, en signo de comunión con el sucesor de Pedro.

El texto se divide en nueve capítulos: ‘El significado del jubileo’, ‘El lenguaje de los signos’, ‘La peregrinación’, ‘En camino hacia Roma’, ‘La Puerta Santa’, ‘La profesión de fe’, ‘La caridad’, ‘La indulgencia jubilar’ y ‘El regreso’. Son títulos que, de manera pedagógica, ayudan a una participación consciente en el jubileo.

En el texto, por una parte, se alude a la situación actual en la que viven tantas personas marginadas, solas, sufrientes, débiles, envueltas en la miseria de la pobreza espiritual y material, en medio “de una cultura de odio, de ira y de rencor”. Y, por otra parte, se recoge el ofrecimiento del perdón y de la reconciliación. En palabras del papa Francisco: “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación” (Misericordiae Vultus, 2).

En un lenguaje divulgativo, sencillo y descriptivo, se le exponen al lector –a manera de estancias– los hitos esenciales para celebrar este jubileo, centrado sobre todo en la posibilidad de acercarse a Roma, ciudad martirial, sede del sucesor de Pedro y signo de unidad para todas las Iglesias. El itinerario que se nos ofrece en el libro va desde el significado bíblico de la palabra misericordia (hallel), en el que se descubre una dimensión entrañable del amor de Dios, pasando por la práctica de la peregrinación a la ciudad de Roma, hasta el significado de entrar por la Puerta Santa, que es Cristo; desde permanecer en el espacio sagrado del templo, y tomar conciencia de formar, como piedras vivas, la Iglesia; pasando por profesar la fe, símbolo apostólico, en las verdades esenciales; vivir el acontecimiento del perdón, y la lógica consecuencia de perdonar, hasta retornar gozosos, con el sentimiento íntimo de la paz y de la gracia.

Se alude a los textos sagrados y a los datos históricos, con lo que el jubileo y la peregrinación se colman de significado. Desde Abraham hasta las peregrinaciones cristianas a los lugares santos, desde los salmos hasta las palabras de Jesucristo y de los apóstoles, desde las referencias arqueológica, a los textos patrísticos, el autor –de manera sucinta– nos inserta en el horizonte eclesial del jubileo y se hace eco del ofrecimiento del papa Francisco: “La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo” (MV 25). En palabras del autor: “La misericordia, en efecto, marca el punto culminante del amor y confirma la originalidad de la fe cristiana”.

Exigencias e indulgencias

Se señalan las exigencias lógicas para quien desee participar en el jubileo. Es imposible profesar la fe al margen de la caridad. “Creer es amar”. “Todo esto es posible porque los creyentes, antes de ser personas que aman, son personas amadas por Dios”. “Los cristianos tienen el deber de hacerse voz de los pobres”. Y advierte el autor: “Un grave peligro se cierne sobre nuestra peregrinación hacia el jubileo: la desconfianza en poder resolver los numerosos problemas”. Ante esta reacción, el arzobispo Fisichella señala la posibilidad del gesto inmediato con el prójimo más cercano.

Se afronta también el tema de las indulgencias. Fundamenta su sentido en los méritos de Cristo y en la mediación de la Iglesia, para no solo perdonar el pecado, sino la consecuencia del mismo, es decir, la culpa y la pena. “La indulgencia se comprende desde la misericordia de Dios, que la Iglesia, en virtud del misterio de la redención de Cristo y de su propia santidad, ofrece a los creyentes”.

La peregrinación debe derramarse después en la vida diaria. Desde el recuerdo de la comunión con la Iglesia, de pertenencia, la experiencia de oración y de la misericordia, el creyente se debe convertir en transmisor de la fe celebrada, que tiene en la Eucaristía y en el día del Señor la posibilidad permanente de fortalecer la fe, al mismo tiempo que se sabe evangelizador.

En el nº 2.967 de Vida Nueva

Actualizado
04/12/2015 | 00:50
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