¿Está en riesgo la Semana Santa?

Varios ayuntamientos reconsideran su impulso inicial de gravar los actos religiosos en la vía pública

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JOSÉ LORENZO | En los últimos meses, las cofradías viven en un sinvivir. Con mayor periodicidad de la querida, se encuentran con advertencias en la prensa que cuestionan su actividad. Y más ahora, cuando las administraciones cierran sus presupuestos para 2016. Unas veces es en Sevilla, donde la ahora diputada por Podemos, Begoña Gutiérrez, dejaba en el aire la continuidad de la Semana Santa.

“En Podemos, todo los decidirán los ciudadanos”, decía a principios de año en una entrevista que aceleró el pulso y la repulsa en las redes sociales, hasta el punto de que tuvo que desdecirse, a medias, en un tuit: “La Semana Santa es una tradición arraigada en Sevilla y formará siempre parte de nuestra cultura mientras la ciudadanía así lo quiera”.

Luego fue en Ferrol. “El Ayuntamiento recula y apoyará económicamente a la Semana Santa”, titulaba la prensa gallega a finales de septiembre, después de que el nuevo equipo municipal, salido de la “nueva política”, amagase con suprimir los 75.000 euros de subvención a unas celebraciones declaradas de Interés Turístico Internacional.

El último susto ha venido desde Mallorca al publicar la prensa que la nueva coalición municipal (socialistas, nacionalistas y Podemos) dejaría sin subvención al Corpus y recortaría de 27.000 a 3.000 euros la aportación a la Semana Santa. Por contra, exigiría a las cofradías 60.000 euros para los gastos de limpieza y policía. El desmentido vino por el mismo cauce, tras las protestas que tildaban la gestión municipal de estar basada en la confrontación y de destacarse que el turismo religioso atrae cada año a la isla a dos millones de personas.

Quien no tiene dudas es César Carreño, presidente de la Junta de Cofradías de Ferrol, al analizar la causa de todos estos anuncios que luego no acaban de concretarse: “Son globos sonda. Parece que se quiere romper con lo antiguo y empezar un tiempo nuevo. Hablan de tolerancia y libertad, pero creo que entienden mal las cuestiones, porque ser tolerante no implica que otros tengan que renunciar a su forma de ser y de entender su vida. Y ahí está el problema”, señala.

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En el nº 2.967 de Vida Nueva

 

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