Los párrocos de la familia

Claudio-Olivares-Medina

No creo que el Papa vaya a sugerir la creación de nuevos departamentos o secretariados con más computadores y secretarias

Tengo la más firme convicción de que clausurado el Sínodo el papa Francisco en su Exhortación Apostólica va a pedir a toda la Iglesia que hagamos de la familia, según el plan de Dios, el eje central de nuestra actividad pastoral.

Me parece estar ya subrayando sus palabras sobre el deber, en el marco de la Nueva Evangelización y de la Misión, de una acción pastoral vigorosa, dinámica y creativa, con carácter de permanente en cada parroquia, para anunciar con firmeza el Evangelio del matrimonio y de la familia, la belleza del plan de Dios para el hombre y la mujer unidos por el amor, su fortalecimiento en la fe, su acompañamiento y la defensa de sus derechos como familia.

Una batalla, ante todo, teológica y espiritual: la familia, regalo de Dios a la humanidad, una realidad sagrada, santuario de la vida bendecido por Dios, patrimonio vigente y universal de la humanidad.

Es un deber predicar con entusiasmo la santidad del matrimonio invitando a quienes se unen por la gracia del Sacramento a que su unión sea efectivamente signo del misterio de la unión de Cristo con su Iglesia. El deber de construir juntos, enriquecer y anunciar una auténtica cultura de la vida familiar, a partir de una concepción sana de la persona humana, hombre y mujer, y de la vida en sociedad, de la dimensión personal del amor de pareja, del sentido profundo de la complementariedad entre el hombre y mujer, de la familia como la primera escuela de vida.

El deber de los pastores de predicar sin descanso, y sin miedos, la familia como proyecto de Dios; una de esas “evidencias” de las que hablaba G. K. Chesterton, a las cuales tenemos que volver; y a las que se refería Benedicto XVI frente a “el desmoronamiento de las antiguas certezas y seguridades religiosas”.

En una palabra, el deber de tomar conciencia de la importancia que la familia tiene para el futuro de la Iglesia y de la misma humanidad. Y también el deber ¿por qué no? de preguntarnos en conciencia qué parte de culpa podemos tener nosotros como pastores en los problemas que hoy afectan a la familia.

Vigencia de la parroquia

Es cierto que la familia vive hoy en el seno de una sociedad pluralista y descristianizada, contagiada de ideologías que destruyen la identidad de las personas y de la misma familia, y que quieren reducir el matrimonio y la familia a una construcción cultural, a una realidad simplemente jurídica o simplemente a un acuerdo transitorio de convivencia.

La ideología de género, por ejemplo, es un intento artificial para construirnos a nosotros mismos sin tener en cuenta las diferencias físicas y psíquicas, y así hacer desaparecer tanto la maternidad como la paternidad.

Por lo anterior nuestra labor pastoral adquiere otra dimensión: defender el matrimonio entre un hombre y una mujer y la familia conformada por ellos y sus hijos como proyecto divino y humano; ser enfáticos en repetir que crear nuevas formas de matrimonio y de familia y cambiar la naturaleza humana, no es competencia de ninguna autoridad humana.

Hoy somos testigos de un proceso degenerativo del Estado colombiano que está cayendo aceleradamente en un peligroso relativismo jurídico: magistrados, jueces y congresistas dictan sentencias que son verdaderos absurdos jurídicos. ¿Para qué sirve nuestra Constitución Política por ejemplo los artículos 42 y 44 si las Cortes la interpretan según sus propios intereses o presionados por supuestos defensores de derechos que no existen?

Hace unos cuantos años se decía: si no le temes a Dios, témele a la sífilis. Hoy decimos: si no le temes a Dios, témele a la ley natural. La jurisprudencia tiene sus límites: son las leyes de la naturaleza. A quien viola esas leyes sólo Dios puede perdonarlo, pues la naturaleza no perdona jamás.

Para esta programática acción pastoral sobre la familia, la parroquia es vital e irremplazable. No creo que el papa Francisco vaya a sugerir la creación de nuevos departamentos o secretariados, con más computadores y secretarias. Lo que hará será, más bien, reafirmar la vigencia de la parroquia; es ella la que hace crecer a la Iglesia en su identidad y fidelidad a la misión que el Señor le confió (LG 8d).

La parroquia, más allá de un simple centro de culto, corazón, lugar y fuente de la Nueva Evangelización; en ella se vive todos los días el misterio y la misión de la Iglesia.

Termina el Sínodo y nacen los párrocos de la familia.

p. Carlos MarÍn G. Presbítero

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