Cuando el arte exhorta a la memoria

IMG_7673-(1)

 

Conmemoración de los 30 años del holocausto del Palacio de Justicia

El arte ha contestado creativa y elocuentemente al silencio sobre los hechos que rodearon la toma y la retoma del Palacio de Justicia hace tres décadas. El pasado 6 de noviembre, como conmemoración a las víctimas del holocausto, diversas manifestaciones artísticas hechas por familiares, organizaciones y artistas tuvieron lugar en la Plaza de Bolívar de la capital colombiana. Luz, testimonios, imágenes, proclamas, mandalas, cantos, flores, rituales y la presencia expectante de los asistentes le recordaron al país que una vida no desaparece cuando está presente en la memoria de quienes la aman.

Los muros hablan

A través de un proyecto audiovisual titulado 30 años esperando justicia, dirigido por Ricardo Coral, bajo la producción del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo y con la técnica del mapping proyección en gran formato sobre una edificación, se reconstruyeron vívidamente los momentos más dramáticos del holocausto. El reloj retrocedió 30 años. De la voz de actrices y actores colombianos se escucharon los relatos de vida de Luz Mary Portela León, David Suspes Celis, Gloria Estela Lizarazo Figueroa, Ana Rosa Castiblanco, Carlos Augusto Rodríguez Vera, Bernardo Beltrán Hernández, Héctor Jaime Beltrán Fuentes, Cristina del Pilar Guarín Cortés, Carlos Horacio Urán Rojas, Irma Franco Pineda, Lucy Amparo Oviedo Bonilla, Norma Constanza Esguerra, Gloria Anzola de Lanao. Las imágenes fueron contundentes. Uno a uno se asomaron los rostros de las víctimas sobre la fachada del Palacio de Justicia, mientras sus sombras caminaban apresuradas para entrar a tiempo por las puertas del emblemático edificio, aquel funesto 6 de noviembre de 1985. 11:35 de la mañana, el M-19 se había tomado el Palacio. A la voz que violenta gritaba: “¡operación Antonio Nariño por los derechos del hombre!”, le replicaban los estallidos y el pánico. El tanque embestía los muros una vez más y una vez más quienes fueron testigos del horror no podían creer lo que sucedía. En palabras de Gonzalo Sánchez, director del Centro Nacional de Memoria Histórica, “los tanques entrando al Palacio son signo de las sin salidas históricas a las que condujo la doctrina de seguridad nacional”. La voz del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, retumbaba por toda la plaza de Bolívar suplicando: “¡no disparen más!”, pero jamás cesaron las ráfagas. Sobre las paredes del Palacio y en primer plano se podía leer el comunicado oficial a los medios, promulgado por la entonces ministra de comunicación Noemí Sanín, en el que les solicitaba “abstenerse de transmitir por radio o televisión informaciones sobre los operativos militares en directo” para proteger la vida de las personas. Como metáfora de un partido de fútbol que encubría entonces la tragedia, un alud de balones de fútbol se desgajó hacia los ojos de los espectadores. De nuevo los estallidos apagaron las voces, mientras crecía el fuego que intentaba borrar todo rastro. El desenlace fueron los rostros que prevalecieron sobre los muros del Palacio, siempre con la mirada abierta y la sonrisa franca interpelando a los espectadores por la justicia y la verdad. Una llama, ya no destructiva sino conmemorativa, reveló sobre las paredes todos los nombres de aquellos que fueron víctimas de la toma del Palacio de Justicia. De esta manera, la esperanza se hizo presente. La potencia de la técnica artística que vistió de imágenes la edificación hecha de piedra, pareciera evocar aquel simbólico pasaje del Evangelio de Lucas en el que Jesús advierte que si los hombres callaran, las piedras gritarían.

Lágrimas del cielo

Una vez concluido el acto audiovisual conmemorativo, el cielo lloró. Como en un acto de expiación, la torrencial lluvia lavó las paredes del edificio del Palacio de Justicia. De fondo, la agrupación Malalma, en solidaridad con las familias de los desaparecidos, entonaba su canción Magdalena: “las lágrimas de Magdalena/ son almas que al río caen/. Los truenos que arriba suenan/ son lamentos que al alma envenenan”. En medio de los cantos de la noche, el vocalista Sergio Arias les recordaba a las víctimas del holocausto que “aunque el fuego destructor devore los campos, en el fondo de la tierra se encuentra la semilla que espera pacientemente el momento adecuado para el eterno retorno”. Estas mismas semillas, la tierra, las flores y las luces de las velas fueron el fundamento para la construcción de un gran mandala de la memoria en el centro de la Plaza de Bolívar, que entregó la colectiva Wipalas y que hasta altas horas de la noche permaneció vital.

Siempre vivos

Acto simbólico en memoria de los desaparecidos

Acto simbólico en memoria de los desaparecidos

A pocos días del homenaje a las víctimas del Palacio, se estrenó la obra cinematográfica Siempreviva, dirigida por Klych López y producida por CMO, basada en la exitosa obra teatral del dramaturgo Miguel Torres, La Siempreviva en escena desde 1994 hasta 2014 y con más de 1000 funciones. La pieza fílmica, protagonizada por Laura García, Enrique Carriazo, Andrés Parra, Laura Ramos, Andrea Gómez, Alejandro Aguilar y Fernando Arévalo, relata la tragedia que se desencadena en un inquilinato del barrio La Candelaria, cuando la hija de la dueña de la casa, quien trabajaba en el Palacio de Justicia, es desaparecida durante la toma del edificio. La trama se desarrolla únicamente en el inquilinato, porque es desde el encierro en sus casas que muchos colombianos vivieron esta tragedia, “con fragmentos de imágenes que todos guardamos como retazos de memoria, pero que no tienen la dimensión de lo que este hecho fue y significó”, afirma López. La obra pone de relieve las tensiones históricas, políticas y económicas por las que atravesaba el país por aquella época, a la vez que refleja el dolor cotidiano por la ausencia de una hija, de una hermana y de una amiga que nunca regresa. También destaca la búsqueda persistente de una madre que exige justicia y verdad y que en el proceso se una a la lucha de otros familiares de desaparecidos. Trabajos artísticos de ésta naturaleza aportan experiencias subjetivas que enriquecen la lectura sobre lo acontecido hace tres décadas en el Palacio de Justicia. Quizás es por ello que el director ha declarado que en la película se han concedido “el derecho de contar esta historia desde el lado de las víctimas: los sobrevivientes al dolor, a la ausencia, a la soledad, al silencio, a las verdades a medias, a las mentiras tejidas”.

Biviana García

Compartir