Juan Antonio Menéndez: “¡Claro que bajaría a la mina para acompañar a los mineros!”

Entrevista con el obispo electo de Astorga

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Juan Antonio Menéndez, obispo electo de Astorga

J. LORENZO | El 19 de diciembre, Juan Antonio Menéndez, de 58 años, tomará posesión de la diócesis de Astorga. Allí llega desde su Asturias natal, –tras ser obispo auxiliar de Oviedo– para “anunciar la alegría del Evangelio”.

PREGUNTA.- ¿Cómo se hace eso hoy en una sociedad marcada por la secularización?

RESPUESTA.- Creyendo en Jesucristo realmente y viviendo íntimamente unidos a Él. No se trata de tener muchas personas o hacer muchas cosas, sino de que lo que vivamos, lo hagamos auténticamente. De ahí nace la alegría de la vida. Esa es la clave: estar con Cristo y, desde Él, irradiar Evangelio, vida y alegría.

P.- Pero eso se supone que es lo que se ha estado haciendo…

R.- Sí, claro, pero a veces hay cristianos que están en la Iglesia o han venido a ella más por tradición que por un encuentro con Cristo. Y me gustaría que estos que cristianos, que no tienen nada contra la Iglesia, y la viven, aunque de lejos, puedan encontrarse con una fe más profunda que alegrara sus vidas.

P.- Habla de los alejados. Dentro de la propia comunidad cristiana, ¿es necesario redescubrir esa alegría del Evangelio?

R.- Ese es el camino de la Iglesia, siempre llamada a la conversión, personal y comunitaria para renovarnos por dentro para la evangelización sea más fecunda. El problema que a veces tenemos es que los cristianos han tirado la toalla de recorrer el camino de la santidad. Y es necesario volver a decirnos que nuestra meta es la santidad.

P.- Va a una diócesis rural y minera que afronta graves problemas sociales y económicos. ¿Cómo quiere acompañarles en esa situación?

R.- Primero, decirles que no desesperen. Hay que acompañarles. Me gustaría ver qué hemos de hacer para que los jóvenes tengan trabajo y no emigren. Quizás, la belleza del paisaje, el Camino de Santiago, pueda convertirse en un atractivo y que el turismo rural se convierte en una opción de desarrollo. Cuando fui a Arriondas, en Asturias, en 1992, solo había dos piraguas para bajar el Sella. Y alguien tuvo la idea de comprar más. Hoy es una gran industria, respetuosa con la naturaleza, y que da de comer a mucha gente. En zonas donde está en decadencia la mina, hay qué pensar qué se puede hacer para, contando con los recursos naturales, crear riqueza. Pero yo no soy político ni empresario. Me gustaría es que se tuviera en cuenta lo que dice el Papa en Laudato si’ a propósito de la ecología integral.

P.- La minería vive una profunda reconversión. ¿Bajaría a la mina a acompañarles?

R.- Evidentemente, sí. He estado de sacerdote diez años en zonas minera y siempre he estado a su lado, acompañando sus reivindicaciones, sobre todo sobre su seguridad. Pero el futuro de la mina no es muy halagüeño por las condiciones que impone la economía internacional. Pero hay que ver que los fondos para la minería que se envían desde Europa no se inviertan en cualquier cosa, sino en revitalizar y crear puestos de trabajo distintos.

P.- ¿La Iglesia tiene que temer a las anunciadas denuncias de los acuerdos con el Estado?

R.- Debe estar preocupada porque algunos acuerdos–estos u otros– debemos tener. El Estado no puede borrar a la Iglesia de un plumazo, están condenados a entenderse, con unos acuerdos u otros.

P.- ¿Con unos acuerdos o con otros?

R.- Sí, no soy técnico, pero algo deberemos de tener, como se tiene con otras instituciones e iglesias.

“Don Gabino es un referente”

En la reciente Asamblea Plenaria, se recordó a la generación de obispos que pilotó la transición política y eclesial en España, entre ellos a Gabino Díaz Merchán. Era inevitable, entonces, preguntarle si aquellos pastores son modelo para el tipo de obispo que necesita hoy una sociedad española, también en transición. “Yo le pudo hablar de mi arzobispo. Cuando don Gabino llegó a Asturias, yo tenía 12 años. Él me ordenó presbítero y luego obispo. Para mí es un referente, con criterios muy claros y visión de futuro. Para mí ha sido y es un maestro”. Queda claro.

En el nº 2.966 de Vida Nueva

 

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