Julio Verne: viaje al centro del catolicismo

Dos siglos después de su muerte, renace el interés por el padre de la ciencia ficción

julio-verne-G  Espacio Fundación Telefónica

Muestra de la exposición sobre Julio Verne en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid

Julio Verne: viaje al centro del catolicismo [extracto]

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “Católico romano y, por tanto, fiel a sus principios religiosos”. Así definen a Julio Verne. Y es que los estudios más recientes se decantan por este retrato del genial novelista, frente a quienes habían buscado simbologías masónicas en sus obras. Una exposición en el Espacio Fundación Telefónica llamada Julio Verne. Los límites de la imaginación (hasta el 21 de febrero) muestra ahora toda su riqueza.

En un relato relativamente desconocido y temprano de Julio Verne, El Maestro Zacarías: el relojero que perdió su alma (1854), su personaje principal se cree, en su perfección como creador de relojes, péndulos y esferas, el mismo Dios. Hasta que pierde el control sobre sus mecanismos. Desesperado, da la mano de su hija al mismo diablo a cambio de que, de nuevo, la perfección se apodere de sus magníficos relojes y acepte, como proclama, que “el hombre debe ser esclavo de la ciencia”.

Pero Dios, a continuación, se rebela y Zacarías, resignado comprende: “Quien trate de hacerse igual a Dios será condenado por toda la eternidad”. El cuento, breve y suficientemente ilustrativo, responde con precisión suiza a un carácter irrenunciable de la personalidad y la obra de Julio Verne constantemente escondido y hasta negado: su catolicismo. Frente a Jean Chesneaux –el historiador marxista que propagó una imagen de Verne sin dios ni amo– e, incluso, ante ese Verne como “defensor exaltado de la libertad individual” que dibuja Miguel Salabert, otros biógrafos más contemporáneos han insistido en que era un “católico declarado”, como escribe el alemán Volker Dehs, autor de Jules Verne (Edaf, 2005).

Verne (Nantes, 1828-Amiens, 1905) está de moda. 210 años de su muerte su figura se eleva hasta copar, por ejemplo, reconocimientos y exposiciones: dos en Madrid en los últimos meses. La que le dedicó a principios de año la Casa del Lector y la que ha acabado de inaugurar el Espacio Fundación Telefónica (Julio Verne. Los límites de la imaginación, hasta el 21 de febrero). Un escritor extraordinario que quiso educar en la ciencia a través de la literatura, aunque en absoluto se creía un profeta: “Soy lector asiduo de publicaciones científicas y naturalmente estoy al corriente de todos los descubrimientos o inventos que se producen en todos los campos de la ciencia, astronomía, fisiología, meteorología, física o química”, confesó en 1895 al The Strand Magazine. Y, sobre todo, un novelista consciente de que Dios y ciencia caminaban de la mano.

Adiós al mito masónico

exposicion-julio-verne Espacio Fundación Telefónica

Carteles relativos a sus obras en la muestra del Espacio Fundación Telefónica

Herbert Lottman, el famoso biógrafo de Albert Camus y de Verne, afirma en su conocida obra, titulada también simplemente Jules Verne (Anagrama, 1998), y a propósito del encuentro en el Magasin de Jules Hetzel –el famoso editor de Verne– entre el escritor y Jean Macé, fracmasón y fundador de la Liga Francesa de Educación: “En una Francia cada vez más dividida entre Iglesia y Estado, aquel defensor de la escuela pública libre de cualquier influencia religiosa tenía muy poco que ver con el católico Jules Verne, que había perdido, posiblemente, el interés por la práctica de su fe, pero que no por ello había renunciado a las posturas conservadoras propias de dicha fe en unos años en que la Revolución francesa seguía siendo un recuerdo doloroso”.

Las convicciones laicas de Macé y, sobre todo, de Hetzel en lo tocante a la educación –añade Lottman– no impidió que “trabajaran juntos muy a gusto”. Pero, sin embargo, acabó por difuminar esa estampa en la que insiste Volker Dehs: “Un católico conservador que no quiere problemas y para el que nada es más odioso que los vaivenes de la política”.

Dehs también echa por tierra cualquier simbolismo masón –o de rosacruces– en la propia obra de Verne que sirva para probar una supuesta militancia masónica, en unos años en el que esta se interpretaba como una oposición frontal a la Iglesia católica. La propia Agnes Marcetteau, directora del Museo Julio Verne de Nantes, ha ratificado que Verne era “católico romano, y por tanto, fiel a sus principios religiosos” frente a lecturas superficiales o erróneamente simbólicas.

exposicion-julio-verne-2 Espacio Fundación Telefónica

Espacio Fundación Telefónica

Es Lottman quien rescata una carta de uno de sus contemporáneos, Félix Duquesnel, en la que confirma que de su origen bretón guardó, toda su vida, una mentalidad católica: “Verne era de respuestas ágiles, bromista, socarrón y escéptico en todo, salvo en una cosa: de sus orígenes bretones le quedó siempre la ideología católica”. Y esta ideología se trasladó inevitablemente a sus obras, desde las 64 novelas que componen sus Viajes extraordinarios –entre ellas, Cinco semanas en globo, Veinte mil leguas de viaje submarino, La vuelta al mundo en 80 días o Viaje al centro de la Tierra– a aquellas otras biografías que Verne escribió de conquistadores, exploradores y aventureros, por ejemplo, de Cristóbal Colón.

En estos Viajes extraordinarios, Julio Verne aspira, según apunta Dehs, a superar la oposición entre la religión cristiana y la ciencia que en El maestro Zacarías no había podido resolver. “Las innovaciones que la inventiva humana propone no deben sustraerse, como se pretende –escribe–, al criterio de valor de aquella, sino que han de ofrecerse al veredicto del discernimiento moral religioso, con el fin de que algún día no se vuelva contra el hombre lo que, en principio, debía estar a su servicio”. Verne, precisamente, admira a Edgar Allan Poe y cómo el escritor norteamericano ha logrado hacer verosímil lo ficticio. Pero, sin embargo, le reprocha que “en sus obras no hay rastro de la intervención de la Providencia”. O como describe: “No se aprecian en él lo signos de la fe que su incesante relación con lo sobrenatural hubiera podido inspirarle”.

Julio Verne, ciertamente, es el gran escritor de la anticipación científica, incluso de la “educación científica” llevada a la literatura para todos los públicos, pero en él siempre habita una conciencia moral.

El remordimiento del capitán Nemo, el ‘alter ego’ del escritor bretón

Al capitán Nemo, uno de los grandes personajes de Verne, y a quien como una especie de alter ego, le pide explicaciones ante su desvío moral: “¡Dios Todopoderoso! ¡Basta! ¡Basta!”, son las últimas palabras del marino. “¿Acaso era la confesión del remordimiento lo que escapaba de la conciencia de ese hombre?”, se pregunta el narrador de Veinte mil leguas de viaje submarino, Aronnax. “No hay una expresión real de la religiosidad en los personajes principales de Verne. Es cierto que en sus obras hace menciones a expresiones como ‘Estamos en manos de Dios’ o algunas otras así, pero tampoco podemos afirmar que la religión destaca especialmente en su obra”, explica el periodista Miguel Ángel Delgado, comisario de la exposición Julio Verne, los límites de la imaginación, recién inaugurada en el Espacio Fundación Telefónica en Madrid.

“A pesar de proclamar una gran fe en la ciencia –señala Delgado a esta revista–, no hay nada en contra de la espiritualidad. Más aún, sí que hay una evolución en esta confianza en la ciencia y en la tecnología. En las primeras obras, esta confianza es casi ciega, la ve como progreso, y a los científicos, los trata como personajes heroicos que equipara a aventureros y exploradores. Pero en la última parte de su obra habita una visión más desesperanzada y comienza a flaquear esa visión de progreso y liberación. Son años en los que su vida personal atraviesa capítulos un tanto oscuros, como el tiroteo de su sobrino, y en los que comienza a olerse la Primera Guerra Mundial. Pero su ánimo se vuelve un tanto desilusionado, más gris”.

Agnes Marcetteau estuvo hace unos meses en Madrid para inaugurar otra exposición verdiana, Los nuevos viajes extraordinarios, en la Casa del Lector –fue clausurada en julio–. Entonces defendió a un Verne muy contemporáneo: “Pone en cuestión muchos de los aspectos de la sociedad de su tiempo. Es anticolonialista y antimilitarista y está contra la dominación del poder del dinero. Hay gente que piensa que es un reaccionario. En realidad, escapa a toda ideología y es muy escéptico frente a la naturaleza humana”.

En el nº 2.965 de Vida Nueva

Compartir