Adviento 2015: A mí me suena el runrún de mi corazón

Sugerencias para experimentar la Misericordia de Dios en el tiempo que comienza el 29 de noviembre


P. ÁNGEL ALINDADO HERNÁNDEZ, scj., religioso y sacerdote dehoniano, coordinador de la Delegación de Pastoral Vocacional | Porque, al final, de “runrunes” va la vida. Ortega y Gasset decía que el ser humano es un conjunto de identidad personal, el yo, con todas las circunstancias que lo rodean. Y nuestras circunstancias son, precisamente, eso: runrunes que, en ocasiones, no nos dejan ni dormir. Hay runrunes que afectan a nuestra relación con los otros y condicionan el modo en el que nos movemos socialmente. Runrunes, también, que guardan relación con nuestro trabajo (actual, en proyecto futuro) y las condiciones laborales. Y otros runrunes que se encuentran en la capa más interior de la persona y que son el lenguaje habitual de la partida que juegan los sentimientos, la razón y, para los creyentes, la fe.

Conjugar todos estos, y alguno más que seguramente se ha quedado en el tintero de los olvidados pero no menos importantes, es tarea difícil y complicada: abordar la vida, con todos sus matices y dimensiones es un auténtico arte, y nadie, en nuestro día a día, nos aporta las soluciones totales para tejer con nuestras manos el tapiz vital que nos entregan con el primer llanto y aliento. Solo contamos, para ello, con la experiencia de los que, antes que nosotros, lo han hecho, y el testimonio, entregado, lleno de sufrimiento y gozo, de aquellos que han recorrido primero el camino que hoy, nosotros, intentamos.

portada Pliego Adviento 2015 2965 noviembre 2015

Lo peor sería, sin embargo, que nuestro corazón no hiciera runrún: que no padeciera (en el significado más amplio del término griego páthos), que no sintiera, que no se viera afectado por nada ni por nadie. En este sentido, me gustaría lanzar una pregunta, tal vez un tanto incómoda: ¿no será este el mayor drama al que el hombre puede llegar a someterse? ¿No se tratará de la auténtica epidemia que asola nuestro mundo hoy y que conoce su desembocadura en situaciones de violencia, indiferencia o guerra con, hacia o contra nuestros semejantes? ¿No seremos, como los coprotagonistas de The Walking Dead, simples caminantes movidos por los deseos más primarios, incapaces de amar, sentir, soñar?

Decía un buen religioso y sacerdote al que conocí hace ya algunos años, el dehoniano Ignacio María Belda, scj., que los hombres de hoy habíamos perdido la capacidad de asombrarnos, que nada o casi nada nos llevaba ya al asombro. Lo decía un hombre que mantuvo en su mirada, hasta el final de sus días, la viveza, astucia y picardía de un jovenzuelo, el brillo y la curiosidad de quien se topa con un paisaje por primera vez. Tal vez, en el fondo, él hablaba precisamente de esto: nuestro corazón se ha acostumbrado tanto a tantas situaciones y circunstancias que ha llegado a ponerse la coraza de la insensibilidad producto de la hartura y el casco de la insensibilidad que viene del miedo a sentirse frágil y vulnerable. Y nuestro corazón ha dejado de hacer runrún. Se ha insensibilizado. Se ha parado. La profecía de Ezequiel se hace realidad en nuestro tibio corazón de piedra (cf. Ez 11, 19b) ¿Necesitaremos un nuevo corazón?

El ritmo litúrgico nos propone, un año más, el tiempo de Adviento. Malacostumbrados como estamos, también hemos caído en la insensibilidad litúrgica y cristiana y vivimos este momento como un momento más del año, como quien guarda con la llegada del frío la ropa de verano en el armario a la espera de mejor tiempo y luego en primavera hace el camino inverso: por tradición. Y con esa insensibilidad dejamos pasar de nuevo la oportunidad única y maravillosa de poner en marcha el corazón y hacer que lata al ritmo del Corazón de Dios hecho niño, hecho carne, Palabra en nuestra palabra.

  • ¿Por qué no dejarnos llevar, en este Adviento, por el paso que da Dios hacia nosotros?
  • ¿Por qué no reeducar nuestra vida para volver a latir con fuerza ante las palabras del que es Palabra, como hacen los novios cuando escuchan la voz del amado o la amada?
  • ¿Por qué no emprender, este año, un camino de retorno a Dios, conscientes de que Dios ya está dirigiendo sus pasos hacia nosotros?
  • ¿Por qué no poner nuestra vida y nuestro corazón en Él?

“Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 21). Las palabras que Mateo pone en boca de Jesús alientan, en este punto de la reflexión, el inicio de nuestra peregrinación. Si ponemos el corazón ya en la meta que buscamos, la meta del Dios lleno de Misericordia y entregado completamente a la humanidad, nada podrá pararnos ni cansarnos. Es momento de empezar a contar, redescubrir, darnos cuenta de nuestra propia historia de amor con Él…


 

* Pliego completo publicado en el nº 2.965 de Vida Nueva. Del 21 al 27 de noviembre de 2015

* Comprar el número suelto en la app de la Revista Vida Nueva nº 2.965: en iPad o para dispositivos de Android

* Suscribirse a Vida Nueva (oferta hasta el 30 de noviembre)

Compartir