Más colegialidad: “El Papa no está por encima de la Iglesia”

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En el 50º aniversario del Sínodo de los Obispos, Francisco reivindica la sana descentralización

El Sínodo encaró la recta decisiva. Hasta el domingo 25, cuando tuvo su solemne clausura, los últimos días hubo varias reuniones de los círculos menores y cinco congregaciones generales, en el curso de las cuales se eligió a los miembros del Consejo Permanente del Sínodo, se leyeron las relaciones de los círculos sobre la tercera parte del documento de trabajo y se entregó a los padres sinodales el primer borrador de la relación final.

El miércoles 21 y el viernes 23 no hubo sesiones de trabajo de ningún tipo y solo se reunió la Comisión para la elaboración de la relación final (compuesta por diez miembros designados por el Papa). Al cierre de esta edición, no se sabía si Francisco haría pública o no la aludida relación, o si la considerará como base de trabajo para una exhortación apostólica postsinodal. Hay opiniones para todos los gustos y mucha expectación.

El sábado 17 de octubre tuvo lugar en el Aula Pablo VI el acto conmemorativo del 50º aniversario de la instauración del Sínodo de los Obispos. El 15 de septiembre de 1965, el papa Pablo VI, en respuesta a los deseos de los padres del Concilio Vaticano II, creó la institución del Sínodo de los Obispos con el motu proprio Apostolica sollicitudo, a fin de  mantener vivo el buen espíritu colegial nacido de la experiencia conciliar.

En el encuentro, bajo la presidencia de Jorge Mario Bergoglio, tomó la palabra en primer lugar el cardenal Lorenzo Baldisseri, actual secretario general (que sucede a los cardenales Wladyslaw Rubin, Jozef Tomko, Jan Pieter Schotte y Nikola Eterovic). Hizo un recuento histórico de las 27 asambleas celebradas hasta ahora: catorce ordinarias, tres extraordinarias y diez especiales, así como de la variedad de temas tratados y, al final de su alocución, expresó la voluntad de “recorrer juntos, nosotros, los obispos unidos cum Petro y sub Petro [con y bajo Pedro], el camino al servicio del pueblo santo de Dios”.

Siguieron a continuación una relación a cargo del arzobispo de Viena, el cardenal Christoph Schönborn, y cinco intervenciones, una por continente, a cargo del cardenal Vincent G. Nichols (Europa); Francisco Chimoio, arzobispo de Maputo (África); el cardenal Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago de Chile (América); Su Beatitud Louis Raphael Sako, patriarca de Babilonia de los Caldeos (Asia); y el cardenal Soane Patita Mafi, obispo de Tonga, portavoz de los episcopados del Pacífico y Oceanía.

sinodo1_optLa idea principal, expuesta brillantemente por Schönborn, es que “el Sínodo de los Obispos es un lugar privilegiado para interpretar el Concilio y aplicar las reformas queridas por él”; insistió igualmente en que el Concilio de Jerusalén es un modelo para el método del Sínodo. El camino sinodal de la Iglesia primitiva no consistió en escribir textos teológicos y contratextos de la misma índole: “El debate teológico es importante e imprescindible (…), pero la Iglesia primitiva usó otro método para llegar a una decisión y, para resolver el conflicto, como leemos en los Hechos de los Apóstoles (…), el método que Pedro usa es referir lo que Dios mismo ha hecho y decidido; su método consiste en contar las acciones de Dios, y de ahí saca las consecuencias. (…) ‘Toda la asamblea calló’ (Hch 15, 6-12). El testimonio de Pedro no fue sometido enseguida a examen y criticado minuciosamente en una gran discusión. Su palabra fue acogida en silencio y meditada en el corazón”.

El cardenal vienés extrajo tres conclusiones: la finalidad más íntima del Sínodo solo puede ser la misión; el testimonio es el mejor método misionero (“nosotros nos quedamos muchas veces en las teorías, en ‘se podría’ o ‘se debería’,  pero casi nunca hablamos de manera personal, de nuestras experiencias de misión, que es lo que esperan de nosotros nuestros fieles”); y, por fin, el discernimiento: “En Jerusalén, la cuestión no era la de un voto consultivo o deliberativo, sino del discernimiento de la voluntad y del camino de Dios. El éxito no es un compromiso político sobre un mínimo común denominador, sino la plusvalía que da el Espíritu Santo, de modo que podamos decir: ‘Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros’”.

De orden más existencial fueron las otras intervenciones. El cardenal Ezzati concluyó así la suya: “Quisiera solo destacar que la sinodalidad ha sido un fecundo aporte evangelizador. La experiencia muestra que, cuanto mayor ha sido la participación de los eventos sinodales, tanto mayor ha sido su repercusión pastoral en la vida de la Iglesia del continente”.

Pero, evidentemente, la atención se concentraba en lo que iba a decir el papa Francisco. Y sus palabras no defraudaron. “El mundo en que vivimos –dijo al comienzo– y que estamos llamados a amar y servir, incluso en sus contradicciones, exige de la Iglesia la potenciación de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Exactamente, el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio”.

Pero el Pontífice parecía tener especial interés en explicar bien lo que él entiende como sinodalidad: “Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, en la conciencia de que escuchar es algo más que oír. Es una escucha recíproca en la que cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: cada uno a la escucha de los otros y todos a la escucha del Espíritu Santo, el ‘Espíritu de la verdad’, para conocer lo que Él dice a las Iglesias”.

Estas son, pues, la etapas fundamentales del camino sinodal: “Escuchar al pueblo que participa también de la función profética de Cristo y prosigue escuchando a los pastores, los obispos, que actúan como auténticos custodios, intérpretes y testigos de la fe de toda la Iglesia. (…) Por fin, el camino sinodal culmina con la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como ‘pastor y doctor de todos los cristianos’ [cita de la constitución Pastor Aeternus, del Concilio Vaticano I]: no partiendo de sus convicciones personales, sino como supremo testigo de la ‘fe de toda la Iglesia’, garante de la obediencia y de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la tradición de la Iglesia”.

Aportación española

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Martínez Sistach charla con Ravasi

En cuanto al Sínodo en sí, cabe destacar en clave nacional la participación del cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach. En su comparecencia ante los medios, el martes 20, reclamó que los cursos prematrominiales “se intensifiquen en tiempo y en contenido”, constatando que muchos de los que acuden a ellos no han tenido ningún tipo de “encuentro con Jesús”. Además, el purpurado se felicitó por los cambios que facilitan el procedimiento para reconocer los casos en que existe nulidad matrimonial. A su juicio, “resuelve muchos problemas de conciencia” y ayuda a muchas parejas rotas a “poder rehacer su vida no solo delante de Dios, sino también delante de la Iglesia”. Para su aplicación, eso sí, reclama más personal, y más preparado.

El mismo día, intervinieron como auditores los esposos españoles Eugenio Gay (ex magistrado del Tribunal Supremo) y María Montserrat Rosell. Además de contar cómo su experiencia de colaboración con una comunidad de las Hijas de la Caridad en programas de asistencia social ha fortalecido su matrimonio, de 44 años de duración, la defensa de la “dignidad de la persona” ha marcado toda la actividad como jurista en el caso de él.

No hay límite a la libertad

UN HOGAR. Inaugurado la semana pasada, el Vaticano ha creado un hogar para personas sin techo en las cercanías de San Pedro. Francisco lo visitó el sábado 16 y saludó a sus 34 inquilinos.

UN HOGAR. Inaugurado la semana pasada, el Vaticano ha creado un hogar para personas sin techo en las cercanías de San Pedro. Francisco lo visitó el sábado 16 y saludó a sus 34 inquilinos.

Para disipar alguna duda interpretativa, Francisco añadió: “El hecho de que el Sínodo actúe siempre cum Petro y sub Petro no es una limitación de la libertad, sino una garantía de la unidad. Efectivamente, el Papa es, por voluntad de Dios, ‘el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad tanto de los obispos como de la multitud de los fieles’”.

Después de esta solemne ratificación de cuál es el papel que le corresponde en la Iglesia al Papa, este prosiguió afirmando que “el primer nivel del ejercicio de la sinodalidad se realiza en las Iglesias particulares. (…) El segundo es el de las provincias y regiones eclesiales, de los concilios particulares y, de modo especial, el de las conferencias episcopales. (…) En una Iglesia sinodal, como ya he afirmado, ‘no es oportuno que el Papa sustituya a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se presentan en su territorio. En este sentido, advierto de la necesidad de proceder a una saludable ‘descentralización’ [cita de la Evangelii gaudium]”. Fue este el único pasaje del discurso papal aplaudido por los padres sinodales.

En un ulterior paso de este significativo discurso, Bergoglio se adentró en otro punto importante: el deseado cambio en el ejercicio del llamado “ministerio petrino”. “El Papa –dijo– no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia, sino dentro de ella, como bautizado entre los bautizados, y dentro del colegio episcopal, como obispo entre los obispos, llamado al mismo tiempo, como sucesor del apóstol Pedro, a guiar la Iglesia de Roma que preside en el amor a todas las Iglesias”.

“Mientras vuelvo a insistir –prosiguió– en la necesidad y urgencia de pensar en ‘una conversión del papado’, con gusto repito las palabras de mi predecesor el papa Juan Pablo II: ‘Como obispo de Roma, sé bien que en la comunión plena y visible de todas las comunidades, en las que en virtud de la fidelidad de Dios habita su Espíritu, está el deseo ardiente de Cristo. Estoy convencido de tener, a este respecto, una responsabilidad especial, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de la comunidades cristianas y escuchando la petición que se me ha hecho de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una nueva situación [encíclica Ut unum sint]’”.

Como síntesis de sus pensamientos y, por lo tanto, de sus comportamientos ante la asamblea sinodal, Bergoglio escogió esta bellísima cita de san Juan Crisóstomo: “Iglesia y Sínodo son sinónimos”, porque la Iglesia no es otra cosa que el “caminar juntos de la grey de Dios en los caminos de la historia al encuentro de Cristo el Señor”.

LA HOSTIA por Antonio Pelayo

No se me asusten, que el título no es blasfemo. Un padre sinodal contó que, el día de su primera comunión, un niño –hijo de bautizados vueltos a casar civilmente–, sin previo aviso, partió en dos la Hostia consagrada y se la dio a sus padres, que no se habían acercado al altar a la hora de comulgar como los otros progenitores. Ese mismo día, en su homilía de Santa Marta, el Papa había hablado de los “doctores de la ley” que pretenden encerrar el amor de Dios en “pequeños horizontes, cuando es inmenso, sin límites”. El niño en cuestión ya lo había entendido.

Antonio Pelayo. Roma

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