El regreso de la cigüeña

El futuro de los próximos bebés se definirá en París antes del 11 de diciembre. Allí se realizará la Cumbre de la ONU sobre el Cambio Climático: la COP 21.

Veintiuno significa que van más de dos décadas en que la Conferencia de las Partes está intentando un acuerdo para que la humanidad reduzca la cantidad de gases que producen un calentamiento global del planeta. De ahí que el Papa haya criticado la debilidad de las reacciones internacionales frente a esta grave situación, denunciando que sigue primando el interés económico sobre el bien común (LS 54). ¡El clima es un bien común! (LS 23).

En la COP participan 196 gobernantes que tienen el poder de adoptar medidas para que la temperatura promedio del planeta no aumente más de 2°C. Superar este umbral implicará que el tipo de vida que conocemos sea drásticamente transformado. Muchos de los más empobrecidos, morirán; pese a que emiten una cantidad mínima de gases de “efecto invernadero”. Por eso se habla de Justicia climática: una mayor responsabilidad ambiental de quienes más inciden en el clima. Un mayor cuidado solidario de los más vulnerables. El cambio climático exige un cambio humano. Una conversión ecológica (LS 219).

Pese a que las evidencias climáticas son cada vez más fuertes, las religiones se han pronunciado y el negocio de los combustibles fósiles ha decaído, no hay optimismo frente a la COP 21. Muchos creyentes han organizado cadenas de oración, vigilias, ayunos, peregrinaciones que unidas a la firma de pactos interreligiosos y programas de educación para el Buen Vivir incidan en la toma de decisiones. Tal vez así el Espíritu que renueva la faz de la Tierra inspire una gran alianza en la que el arcoíris vuelva a resplandecer y las cigüeñas vuelvan de París.

Alirio Cáceres Aguirre

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