La Iglesia en Perú conmemora los 50 años del Concilio Vaticano II

El teólogo Gustavo Gutiérrez y el arzobispo Pedro Barreto, ponentes durante las jornadas

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Algunos de los participantes en las jornadas celebradas en Lima

JOSÉ LUIS FRANCO (INSTITUTO BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, LIMA) | El pasado 24 de octubre, bajo el lema Vaticano II: llamado y desafíos. A los 50 años del Concilio, la Iglesia peruana organizó en Lima unas jornadas para rememorar el medio siglo de la asamblea conciliar. El evento, organizado por la Pontificia Universidad Católica del Perú, la Conferencia de Religiosos, la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y el Instituto Bartolomé de las Casas, contó con destacados ponentes, como el arzobispo de Huancayo, Pedro Barreto, o el reconocido teólogo Gustavo Gutiérrez.

Este último, uno de los padres de la Teología de la liberación, despertó el entusiasmo de la nutrida asistencia con una charla de lo más interpelante, en la que abordó cuatro puntos principales: el acontecimiento conciliar, la metodología de los grandes mensajes asumidos por el Concilio, las condiciones del testimonio del Evangelio y la pobreza. En este sentido, Gutiérrez puso de manifiesto que no hay que ver la pobreza “tan solo como un problema social, sino como un desafío a la fe cristiana”.

Posteriormente, destacó que “el Concilio plantea un llamado a cambiar algo de nosotros, a convertirnos. Un gran llamado del Concilio es hacernos ver que vivimos en esta historia, estamos para vivir lo que Jesús nos indica con su comportamiento. La espiritualidad es el terreno de la esperanza, y estamos llamados a vivir el seguimiento de Jesús. Y esto convive con lo religioso y con lo puramente humano”.

La pobreza es muerte

Respecto al tema de la pobreza, al que volvió en varias ocasiones, Gutiérrez recordó que era una de las intuiciones surgidas en el Concilio y que tuvo eco en la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, en 1968: “La pobreza es siempre en última instancia muerte, estamos hablando de gente que no cuenta. Esta afirmación de que la pobreza real siempre es mala es correcta. La segunda pobreza, la pobreza espiritual, es poner nuestras vidas en manos de Dios. Y, por último, la pobreza voluntaria, la Iglesia pobre y para los pobres. Lo que llamamos cercanía con el pobre y solidaridad con su vida”.

Concluyó el teólogo retomando la carta a los Gálatas (Ga 5, 13): “Libres para servir…Este es el punto. Libres para que el amor al prójimo sea realmente auténtico”. Aquí hizo también un llamado a una “Iglesia servidora”: “El Evangelio es así, es libertad para servir y amar a otros, es ahí donde está nuestra solidaridad con los últimos”.

El jesuita Pedro Barreto, segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana y miembro del Pontificio Consejo ‘Justicia y Paz’ del Vaticano, centró su intervención en la cuestión climática. No en vano, el prelado viene realizando una importante labor a favor de la población afectada por la contaminación generada por la empresa minera y metalúrgica Doe Run en La Oroya. Una experiencia directa que le hizo rememorar la pregunta clave formulada por Pablo VI al iniciar la segunda sesión del Concilio: “Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”. Y respondió él mismo: “Podemos decir que la constitución dogmática Lumen gentium pone las bases de la renovación eclesiológica que estamos tratando de vivir con el papa Francisco. Es una eclesiología trinitaria en unidad y diversidad. Por ello, la Iglesia tiene que ser fiel a esa misión de continuar la misión de Jesús”.

Tras compartir con los asistentes que el Concilio Vaticano II propone “unos principios irrenunciables”, advirtió de la urgencia de estar preparados para un cambio de paradigma: “Hay necesidad de una nueva ética. Es la persona humana el centro de toda la vida social, económica y política y, por tanto, tenemos que tener muy clara esta actitud ética”. Además, señaló que el cambio climático “no solo es un problema político, sino un problema radicalmente ético”. Y cerró su intervención demandando que el conjunto de la sociedad se adentre en una clave de cambio y apuesta por la equidad: “Es necesario –concluyó– una nueva economía que ponga como centro a la persona humana”.

Grandes desafíos formulados hace 50 años que, en definitiva, se han practicado y siguen vigentes entre nosotros.

En el nº 2.963 de Vida Nueva

 

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