Congreso de Amerindia: tejer la vida desde Dios y desde abajo

“Nos interpela lo que el Espíritu suscita en los pobres”

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SOCORRO MARTÍNEZ MAQUEO, RSCJ, (COORDINADORA DE AMERINDIA CONTINENTAL) | Convocados por Amerindia Continental, nos reunimos teólogos y teólogas, agentes de pastoral, hombres y mujeres militantes por el Reino de Dios de diferentes países de América Latina y el Caribe e invitados de Canadá y Europa en Belo Horizonte, Brasil, del 26 al 30 de octubre, para realizar el II Congreso de Teología de la Liberación Iglesia que camina con Espíritu y desde los pobres, en el marco de la conmemoración de la clausura del Concilio Vaticano II.

En un tiempo de fuerte transición y de cambio de paradigmas, no debería resultar extraño que la Iglesia Pueblo de Dios se pregunte sobre su propia necesidad de reformarse, de cambiar de acuerdo con los signos de los tiempos, y que en ello tenga presentes los clamores y derechos de los pobres y excluidos.

Amerindia se siente parte de una entrañable tradición del cristianismo latinoamericano-caribeño que encontró su expresión más reconocida en la Conferencia de obispos de Medellín (1968). Tradición que dio un paso decisivo: redescubrir la fuerza transformadora de lo pequeño y de los pequeños. Esta identidad se vio confirmada y revitalizada en el congreso como vigente y necesaria, asumida con evangélica convicción por las muy diversas generaciones presentes, que son, a su vez, representativas de muchos y variados procesos y comunidades de la Iglesia de los pobres, articulados desde abajo.

La resistencia y la esperanza

Nos interpela lo que el Espíritu suscita en los pobres, en contextos donde pareciera que la vida no puede brotar y, sin embargo, son ellos los que nos participan de su honda y confiada vivencia de la fe y desde el no tener comparten con generosidad y alegría. La resistencia y la esperanza son clamores que el Espíritu nos invita a escuchar con fino y atento oído. Es desde abajo desde donde se gesta la posibilidad de una nueva humanidad de acuerdo con el proyecto de Dios. Es juntos y juntas como podemos imaginar nuevas propuestas y procesos.

Nos duele, nos indigna, constatar cómo transnacionales y detentores del poder, en su permanente deseo de lucrarse, siguen reprimiendo y segando la vida de aquellos a quienes consideran un obstáculo, sin importar si son jóvenes, mujeres, hombres y aun niños y niñas que luchan por una vida digna y defienden los bienes que Dios nos regaló a todos y todas. La incuestionable autoridad de innumerables mártires y testigos alienta y sostiene la marcha. Somos herederos y herederas de un capital espiritual que nos impulsa como energía creadora.

Recogimos los sólidos y exigentes aportes teológicos a la reforma eclesial, con tantas implicaciones, siempre en la perspectiva inclusiva de los pobres y de los excluidos. Puede haber significativos cambios en la compleja organización y estructura de la Iglesia, pero si no pasa por los pobres de la tierra será imposible creer que somos anuncio de fraternidad universal. Necesitamos escuchar los signos de los tiempos y dejarnos guiar por el Espíritu que impulsa el proyecto de Dios para la humanidad toda, sin exclusión alguna.

Nutrimos nuestra espiritualidad con signos y fiesta. Entre ellos, la tierra, las flores, los clamores de niños y jóvenes, de mujeres, de migrantes, los habitantes de las periferias urbanas, de campesinos, de los defensores de territorios, de negritudes, de pueblos originarios y de la “Pacha Mama”. El lenguaje simbólico favoreció expresar lo que lo oral no alcanza a hacer, y a integrarlo en el quehacer teológico.

La importancia de la comunidad

La vivencia comunitaria, tan necesaria en el hoy de un mundo consumista e individualista, se vio reflejada en el encuentro de hermanos y hermanas con diversos servicios y trayectorias, lenguas, experiencias, edades. Esto no se improvisa o se da por casualidad, sino que es fruto de largos y aun impacientes procesos discernidos desde la Palabra de Dios en la vida cotidiana; místicos, profetas, artesanos empeñados en el sueño movilizador de otro mundo y otra Iglesia posibles.

La insondable acción del Espíritu va siendo recogida desde abajo y se va forjando una lectura pneumatológica desde la realidad doliente y esperanzadora de nuestros pueblos. El legado de la tradición latinoamericana se vio atropellado, descalificado y amenazado en décadas pasadas. Queremos con alegría vivir y continuar impulsando, desde abajo, el tesoro que guardamos en vasijas de barro unidos al obispo de Roma, Francisco, en el común anhelo de una Iglesia de los pobres, al estilo de Jesús.

En el nº 2.963 de Vida Nueva

 

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