Termina la Asamblea. El Sínodo continúa

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de Sevilla CARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

Han concluido las sesiones de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en ella se ha tratado acerca de La vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Durante casi un mes, patriarcas y cardenales, arzobispos y obispos, sacerdotes y religiosos, familias y expertos, auditores y delegados fraternos han presentado sus opiniones, dialogando y debatiendo sobre un tema esencial en la vida y acción pastoral de la Iglesia.

Al final de las sesiones han puesto en las manos del Santo Padre sus propuestas y deseos. Ahora, según costumbre, es más que posible que el Papa Francisco publique una exhortación postsinodal con aquello que considere oportuno ofrecer a toda la Iglesia como magisterio pontificio sobre la familia. Han terminado las sesiones de la Asamblea, pero el Sínodo continúa, ya que es una institución permanente instituida por Pablo VI.

Viene ahora un período de reflexión, no exento de crítica, sobre lo que se ha dicho y pensado en la Asamblea General, en los discursos y homilías del Santo Padre. De lo que se oyó en el aula sinodal y de lo que se decía en la calle; de las expectativas y de las desilusiones de quienes esperaban aquello que la Iglesia no podía ofrecer; de quienes juzgaban que se había ido demasiado lejos y de los que opinaban que se había quedado corto; de los que pensaban que el Sínodo era un Parlamento con su presidente, sus partidos, su gobierno y su oposición, con sus votaciones y aprobación o repulsa de proyectos de ley.

El Papa Francisco lo ha dicho de forma muy clara:” El Sínodo no es un congreso, ni un parlamento o un senado donde hay que ponerse de acuerdo. El Sínodo es una expresión eclesial, “es la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios”.

La Asamblea General del Sínodo ha dejado, sin duda, una serie de importantes y muy positivas y esperanzadas inquietudes, pues ha señalado la indiscutible importancia del matrimonio, de la familia, de la doctrina y de la sacramentalidad, de situaciones difíciles, de la importancia religiosa y social de cuanto afecta a esa “comunidad de vida y amor” que es la familia, que afecta a la madurez personal, a la educación, a la práctica de la caridad fraterna, a la vida de fe, a la comunión con la Iglesia, a la misión evangelizadora, a la santidad de la vida…

Cuando parecía que bajaba el interés por las asambleas sinodales, el tema de la familia ha provocado una remarcable atención, lo cual demuestra que cuanto afecta a la familia es algo esencial para la vida, presente y futura, de la humanidad entera, más allá de los convencimientos religiosos, de las estructuras sociales y de las diferentes culturas. Desde el Concilio Vaticano II a la actual Asamblea, hemos experimentado de manera cada vez más intensa la necesidad y la belleza de “caminar juntos” (papa Francisco).

En el nº 2.962 de Vida Nueva.

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