Un congreso organizado en Lima reclama aunar fuerzas con el Estado y otros agentes sociales
JOSÉ LUIS FRANCO. INSTITUTO BARTOLOMÉ DE LAS CASAS (LIMA) | Si la trata de personas figura en el tercer lugar de los negocios ilícitos más lucrativos a nivel mundial, en Perú el fenómeno es realmente grave: según cifras oficiales, más del 90% de las víctimas del comercio ilegal de personas son mujeres, mientras que el 60% lo forman niños y niñas. Con el fin de trabajar en el tema y de saber dar una respuesta desde la Iglesia, semanas atrás ha tenido lugar en Lima, bajo el lema Tejiendo redes por una sociedad sin trata de personas, el I Encuentro Nacional de la Red Kawsay (palabra del quechua cuyo significado en español es ¡vida!).
Fundada el 25 de octubre de 2010, a nivel de América del Sur, es una red internacional de Vida Consagrada comprometida con la construcción de una sociedad sin trata de personas que promueve, a través de acciones concretas, la dignidad, la justicia y la solidaridad. Asimismo, está integrada en la Red Internacional Talitha Kum, fundada en 2004 en Roma por la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) de diversas congregaciones religiosas con el objetivo de enfrentar el nuevo rostro de la esclavitud del siglo XXI.
El encuentro contó con la participación de religiosas y miembros del clero provenientes de diversas zonas de Perú donde el problema de la trata se ha ido acrecentando (Cajamarca, Chimbote, Loreto, Puerto Maldonado, Sicuani, Sullana, Tacna, Trujillo, Yurimaguas y Lima). Entre los numerosos testimonios, destacó el del hermano Vicente Imhof, ofm. Nacido en Alemania, lleva 24 años en Perú y participa en la Red desde 2012. Actualmente trabaja en la frontera sur del país (Madre de Dios), una de las zonas de trata de personas más sensibles, donde este crimen ha llegado de la mano de la minería informal, la extracción de madera y el narcotráfico.
En su charla, señaló que, para abordar el tema de la trata, hay que partir de algo fundamental: “La absoluta prioridad de la persona humana. La humanización es el camino de Dios y la trata es una forma de esclavitud, de convertir a una persona en un objeto; ese es el extremo inimaginable de la deshumanización”.
En este sentido, consideró que una de las dificultades “es la inacción del Estado, no por mala voluntad, sino por falta de recursos, exceso de trabajo e ignorancia del tema. Nuestra tarea es trabajar con nuestra Iglesia, con el Estado y con la sociedad, articulándonos en redes”. Y es que, como, Iglesia “no podemos apartarnos ante un dolor tan grande, ni permitir que la persona sea una mercancía. El papa Francisco insiste que el tema de trata es prioritario. Aportamos una gran esperanza, la esperanza de que tanto la persona que es víctima como su victimario son recuperables a partir de la perspectiva de fe en el Dios de la vida”.
Una oportunidad para crear redes
Por su parte, Camilo Moreira, religioso escalabriniano de Brasil que trabaja con migrantes entre Tacna y Arica, al sur de Perú, afirmó que el rol de la Iglesia es “rescatar la dignidad de la persona e intentar que se haga justicia y se les devuelva el deseo de vivir. Hay que encontrar el momento para que esta persona se sienta parte de la humanidad, que es amada por Dios y creación privilegiada por Él. Debemos traer a esa persona al centro de la vida. Si observamos a Jesús, encontraremos que en Él está el milagro, pero también la actitud: la fe y la acción deben estar juntas”.
Todos los presentes destacaron que venir a este encuentro les ha dado la oportunidad de conocer a otros grupos eclesiales que trabajan en la misma problemática y la conciencia de que han de relacionarse con otros actores de la sociedad civil, formando redes con el Estado y otras organizaciones que puedan ser, al igual que la Iglesia, un espacio de gratuidad y de acogida.
La clave, concluyó Moreira, es “engendrar fuerzas para que se dé la sensibilización y llegar a las personas con un lenguaje accesible, para que sepan lo que está pasando”. Y es que la Red Kawsay, nos acerca y sensibiliza a una realidad que deshumaniza la vida humana, tratando de cumplir el conocido llamado evangélico: “He venido para que tengan vida, y vida en abundancia…”.
En el nº 2.962 de Vida Nueva