La Iglesia de Madrid tiene un plan para “volver a ilusionar”

Carlos Osoro impulsa grupos de trabajo plurales para esbozar el programa de evangelización

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Osoro, en una vigilia con jóvenes en la catedral de la Almudena

La Iglesia de Madrid tiene un plan para “volver a ilusionar” [extracto]

JOSÉ LORENZO | Un año después de su toma de posesión como arzobispo de Madrid (25 de octubre de 2014), Carlos Osoro se ha pateado ya buena parte de la archidiócesis, reuniéndose con todos aquellos que se lo han solicitado (que han sido muchos) y también con quienes no, pues no rehuye el contacto con la gente. Con la más sencilla. Atendiéndola no solo de palabra, sino de obra, ayudando, por ejemplo, a repartir algunas noches alimentos en las barriadas más castigadas por la marginación. Y también con quienes dirigen las instituciones públicas al más alto nivel. Incluso con la prensa, que le busca pues ha encontrado en él una voz amable y acogedora.

“Se está moviendo de una manera impresionante”, dicen quienes trabajan codo con codo con el arzobispo. “Y la gente lo valora y se está ilusionando”, añaden, aunque tampoco faltan sacerdotes un tanto escépticos por un activismo que entienden que no acaba de concretarse en nada (le achacan acudir allí a donde le llaman, lo que le restaría tiempo para el gobierno pastoral).

Pero lo cierto es que un año después, su primera petición, “traducir la Evangelii gaudium del papa Francisco para Madrid”, avanza a buen ritmo, según señala el responsable de materializar ese deseo en un Plan Diocesano de Evangelización (PDE), Carlos Aguilar. En al actualidad, se está en la fase de presentación del plan y en la constitución de los grupos de trabajo, que están abiertos a todos, a partir de los 16 años.

La puesta en marcha oficial será el 12 de diciembre, en la catedral de La Almudena, coincidiendo con la apertura del Año de la Misericordia. Los grupos, que estarán formados por entre 10 y 15 personas, empezarán sus trabajos en enero de 2016. Y en junio de 2018, las propuestas recabadas se ofrecerán al arzobispo. “Don Carlos busca que este plan sea algo discernido entre todos los fieles en vez de darles a ellos un plan ya elaborado. Él quiere que, a la luz de la Palabra de Dios, sean las comunidades las que reflexionen, en la línea de la exhortación pastoral del Papa, qué respuestas podemos ofrecer y qué tenemos que cambiar. De ahí el lema que nos anima: Entre todos, con todos, para todos”, señala a Vida Nueva el vicario de Evangelización.

Renovación y animación

Aguilar hace hincapié en que la archidiócesis no parte de cero, que sus límites geográficos encierran una realidad eclesial y evangelizadora de sus comunidades “bastante viva”. Pero el reto en este momento, según añade, es “la renovación y animación, contando con ese capital ya adquirido”. “Se trata de tener claro que la de Madrid tiene que ser una Iglesia en salida, una comunidad de puertas abiertas y no una aduana, un lugar en el que se pueda vivir. Y conseguir que el Evangelio suene otra vez a buena noticia en el mundo de hoy, entre nuestros contemporáneos, no a algo ya sabido. La Iglesia debería volver a ser ese punto de referencia y volver a ilusionar, conseguir ser una instancia que tenga algo que decir y proponer”.

En realidad, estos retos aparecían ya en las directrices evangelizadoras que regían en la Iglesia que pastoreó durante las dos últimas décadas el cardenal Antonio María Rouco Varela, y que querían traducirse en lo que se llamó “nueva evangelización. ¿Cuál es entonces la diferencia con lo que se quiere hacer ahora? “La diferencia –responde Aguilar– es precisamente esta situación: que realmente es diferente, porque es plural y nosotros hemos estado habituados a vivir en una situación de prevalencia y dominio. Y ahora somos uno más en una sociedad plural, por lo que hemos de ubicarnos en esa novedad. Y tengo la sensación de que eso no lo sabemos hacer del todo. No podemos pretender ser lo únicos ni que nos den a nosotros la voz y la importancia”.

“El problema –abunda– es querer repetir estereotipos de otras épocas. Estamos en otro contexto sociopolítico, religioso y social, y en él tenemos que saber hacernos presentes, con humildad, pero también con valentía, sin miedo a perdernos siendo como somos y presentando nuestra oferta en un mundo lleno de ofertas. Vivimos en un contexto de una amplia libertad en donde podemos desarrollar lo que somos y proponerlo, con toda sencillez. Ese es el reto”.

Escuchar al mundo de hoy

No oculta el vicario de Evangelización que hay dificultades en ese camino. Uno, “el de saber utilizar los lenguajes de hoy, porque tenemos muy interiorizada una metodología que nos lleva a la rutina e inercia de hacer lo de siempre. Y lo de siempre ya no puede ser, sino que hemos de atrevernos a transformar todo este modo de hacer las cosas”. Y otra dificultad viene de las inercias personales, esas que estaban instaladas hasta no hace mucho en una parte de la Iglesia madrileña, recluida en los cuarteles de invierno porque se sentía perseguida fuera de sus muros.

“Es cierto –apunta al respecto el sacerdote– que ha podido haber cierto sentimiento de victimismo, pero siempre hemos tenido esa necesidad de salir, de no encerrarnos, como nos enseña el Evangelio. Lo que ha podido pasar en algunas personas y comunidades es que han tenido miedo a no saber o a cómo hacer en estos contextos, miedo a dialogar con el hombre y la mujer de hoy. Otros, quizás, hayan podido tener la tentación de pensar que daba igual cómo fuese el mundo de hoy porque lo que había que hacer era decirle lo de siempre y de la manera en que se había dicho siempre. El reto está en escuchar al hombre y al mundo de hoy y tratar de hablarle con los medios de hoy, para lo que es necesario que perdamos el miedo. Porque sí que ha habido un cierto miedo a no saber proclamarle a nuestros contemporáneos el Evangelio, que es el de siempre, aunque el vigor y los métodos tiene que ser nuevos, como decía Juan Pablo II. Y el miedo ha ido por barrios y personas, aunque no creo que sea hoy la tónica dominante”.

El arzobispo del cambio tranquilo

Poco a poco, Carlos Osoro va dejando su impronta en la archidiócesis madrileña. Se confirma que el suyo es un cambio tranquilo –“demasiado tranquilo”, apostillan algunos curas–, como quiso dejar claro con los nombramientos de vicarios, un juego de equilibrios para no herir sensibilidades. Pero sí que se percibe ya esa transformación “en su manera de hacer, en la cercanía con la gente, con los sacerdotes”, apunta uno de ellos, que recalca cómo el arzobispo “se encuadra claramente en la línea de Francisco”. Otro rasgo que se destaca en este año es el de “la acogida”. “Osoro acoge a todo el mundo, lo cual es una ventaja para los que con él hemos sido acogidos”, indica otro sacerdote, aunque subraya el peligro que puede haber por la amalgama de sensibilidades que coexisten en las dependencias curiales. “Tiene las ideas claras y es muy receptivo”, se subraya también del pastor cántabro. Aunque para certificar el mayor cambio en este período, se mira hacia lo que se está haciendo en la pastoral social, en la vicaría que dirige José Luis Segovia. “Actúa con plena libertad y confianza del arzobispo”, señalan, quizás con la clara conciencia de que para volver a ilusionar a los hombres y mujeres de hoy, lo primero que hay que hacer es salir a su encuentro y abrazarlos con las problemáticas que traen consigo.

En el nº 2.962 de Vida Nueva

 

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