Kontagora: la última escuela de Don Bosco

Nace la primera obra salesiana en el norte de Nigeria, pese a la ‘sharia’ y a la amenaza de Boko Haram

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Kontagora, Koko, (Nigeria)

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Doscientos años después de nacer, Don Bosco sigue fundando escuelas allí donde más se necesita. La última abrirá sus puertas estos días en Kontagora, Koko, al noroeste de Nigeria, en una vasta y desértica zona marcada por la escasez de alternativas educativas, el predominio del islam en todas las esferas, la intolerancia hacia los cristianos (rige la sharia, existe el delito de proselitismo y ningún creyente en Jesús puede ocupar cargo público alguno) y la ya sempiterna amenaza de Boko Haram (aunque su bastión es el noreste del país, no son pocos los atentados aquí).

Una gran aventura cuyas raíces están asentadas en el discernimiento, la experiencia y la pasión por querer ayudar a quienes menos opciones tienen. Bien lo sabe Jorge Crisafulli, religioso argentino que lleva 19 años como uno de los miembros más activos de la inspectoría salesiana para África Occidental“los salesianos llegamos a Nigeria ya en febrero de 1982. Abrimos escuelas técnicas, oratorios, centros juveniles, parroquias y capillas en Ondo, Akure, Onitsha, Ibadan, Lagos, Abuja e Ijebu-Ode”; todas, obras situadas en el sureste y el suroeste del país, predominantemente cristianos. Hasta que, en 2008, el vicario apostólico de Kontagora “nos envió una hermosa carta pidiendo la llegada de los salesianos a esa parte de Nigeria para trabajar en el campo educativo y pastoral”.

Así nació el reto, la llamada a salir a las periferias, como reclama Francisco: “Aquí no teníamos ninguna obra de frontera, y además era de primera evangelización y educación en situación extrema. Comenzamos el discernimiento y, en 2013, dimos el ‘salto de fe’ hacia una zona de desafíos”. Que no son pocos, pues “también está el tema geográfico y climático: hay calor de más de 40 grados, falta de agua, caminos muy malos…”.

Pero si hay algo que lo dificulta todo es la amenaza constante del grupo yihadista Boko Haram. “Si bien operan principalmente en el noreste del país –señala el salesiano–, la tensión se siente en todas partes. Cuando viajo, nunca he visto un hombre blanco, ¡menos a un misionero! Voy siempre con un catequista que habla bien la lengua del lugar, el hausa, así como con alguien que vista uniforme y con salesianos africanos. Eso te da cierta seguridad. Hay muchísimos puestos militares… Lo último son grupos de ‘vigilantes’: jóvenes entrenados por el ejército y que defienden sus aldeas con machetes, arcos y flechas, fabricados artesanalmente”.

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En el nº 2.962 de Vida Nueva

 

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