Pastoral del tanatorio: última oportunidad con los alejados

hombre mayor en un cementerio reza pensativo delante de las lápidas

¿Cultiva y aprovecha la Iglesia una auténtica pastoral del adiós?

hombre mayor en un cementerio reza pensativo delante de las lápidas

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Viernes de mediados de octubre, en un mediodía frío. Tras una breve ceremonia religiosa, los amigos y familiares que acuden a decir adiós al difunto salen en silencio y miran al cielo. De la chimenea del crematorio del Cementerio Sur de Madrid sale un humo negro que marca el punto sin retorno. Es una escena que en este camposanto se repite entre ocho y doce veces al día… En Todos los Santos, el 1 de noviembre, habrá miles de personas, en este y en todos los cementerios. José Luis Sáenz-Díez de la Gándara, párroco de San Pedro Apóstol, en la capital, coordina al grupo de sacerdotes que desarrollan la atención pastoral en esta última morada. Lleva 25 años en lo que califica como “una vocación por los pobres, por estar en esta otra periferia existencial”. Porque qué duda cabe de que, “quien pierde a una persona cercana, es mucho más pobre”.

Son varios los temas a tratar con este pastor de tono calmo, pero la actualidad manda. Días atrás, se originó un debate ante el anuncio de la Archidiócesis de Sevilla de que, de ahora en adelante, las misas de funeral de cuerpo insepulto han de ser en la parroquia del fallecido, quedando los tanatorios para los responsos. Con esta medida, se asegura desde el arzobispado a Vida Nueva, se busca devolver a la parroquia como eje de la vida cristiana y espacio en el que se reciben tanto los sacramentos del inicio de la vida cristiana como los exequiales, en un todo que refleje una profunda identidad comunitaria.

Pero muchas voces apuntan que, dejando en un lugar secundario la pastoral en los tanatorios, se pierde tal vez la última oportunidad de llegar a los alejados de la Iglesia, muchos de los cuales no asisten al templo, mientras que sí se acercan el tanatorio a visitar los restos mortales de quien conocieron. Y es que, si el conjunto de los sacramentos son cada vez menos demandados, solo un momento de la vida, el último, convoca a una amplia mayoría. Como mínimo en los tanatorios o en los cementerios, atrio de los gentiles para creyentes y no creyentes.

“La parroquia como lugar de referencia”

Sáenz-Díez de la Gándara, como párroco y como pastor de cementerio, comprende y valora la decisión del prelado hispalense, Juan José Asenjo: “Sé que esto es casi inviable para las grandes ciudades, pues muchas veces los tanatorios y las parroquias se encuentran muy alejados entre sí, pero es bueno reconocer que la parroquia debe ser el lugar de referencia para las exequias, que son todas las celebraciones que se realizan desde el fallecimiento hasta el entierro del cuerpo. Lo que nos debe hacer reflexionar es el hecho de que, en muchas ocasiones, las parroquias ni siquiera tienen conocimiento del fallecimiento de uno de sus feligreses. A veces solo tienen constancia cuando, días después, los familiares piden un funeral. Es algo demasiado importante como para buscar una respuesta coordinada. Pero mi experiencia es que esta pastoral está descoyuntada”.

De ahí que reclame, aun consciente de su dificultad, un método por el que desde las diócesis se conociera cuándo ha habido un fallecimiento y a qué parroquia pertenece el difunto, para contactar con ella y que sus sacerdotes se ofrecezcan a las familias.

“Se pierde una gran oportunidad”

José Carlos Bermejo, director del Centro de Humanización de la Salud, obra de los religiosos camilos, entiende que hay “varias motivaciones” que explican que las diócesis optaran por anteponer la parroquia a los tanatorios como lugar en el que celebrar las exequias. Estas irían desde una inquietud pastoral, “prevaleciendo la idea del templo como centro vertebrador de la comunidad”, a una cuestión de disponibilidad del sacerdote, “por el deseo de regular la carga de trabajo” y que esta se concentre en un ámbito de cercanía.

En todo caso, el camilo lamenta que, en caso de imponerse el que las exequias se celebren en la parroquia, “se perdería una gran oportunidad en lo pastoral, pues, si bien el tanatorio es un punto de encuentro para la inmensa mayoría de los conocidos del fallecido, a la parroquia acuden en buena parte quienes ya son habituales de la parroquia”.

Así, además del menor número de personas que podrían verse interpeladas en un momento de especial apertura a la trascendencia como la muerte, el director del centro cree que se reduciría el peso de la sensibilidad espiritual que se puede experimentar en un espacio ajeno a la parroquia, algo que en buena medida depende de la implicación de los pastores: “Es esencial una atención individualizada, celebrar ritos que, de algún modo, enmarquen la despedida y acometan la sed de trascendencia que habita de algún modo en todos. Es importante para el que está falleciendo y para sus familiares y seres cercanos: hay que acariciar, tomar las manos… Hay que dar calor, conectar con la asamblea presente en ese momento. Significa ayudar a despedirse desde el primer momento que marca el final de una vida”.

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En el nº 2.961 de Vida Nueva

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