El método del Sínodo, el triunfo de Francisco

papa Francisco con varios cardenales en el acto de celebración 50 aniversario Sínodo de los Obispos 17 octubre 2015

“Pase lo que pase con el documento final, el Papa se puede dar por satisfecho”

papa Francisco con varios cardenales en el acto de celebración 50 aniversario Sínodo de los Obispos 17 octubre 2015

El Papa y varios cardenales, durante la celebración del 50º aniversario del Sínodo de los Obispos

JOSÉ BELTRÁN (ROMA) | Llegaron al Aula Pablo VI con los anteojos graduados con las dioptrías de antaño, sin pensar que quizá toca cambiar hasta de montura. Con la excusa de la doctrina, para no moverse un ápice de sus planteamientos. Se sentaron para estructurar el Sínodo de los divorciados y Francisco les preparó el Sínodo de las familias. Se empeñaron en un sínodo para la doctrina y se está cocinando el sínodo de la experiencia. Uno entiende –que no comparte– las resistencias que alguno tendrá después de décadas de inmovilismo curial.

Quizá se sentían cómodos con una sucesión de intervenciones que invitaban al bostezo, que repetían una y otra vez las bondades de los tesoros de la fe sin contemplar la inmensidad de no creyentes que había más allá. Era más cómodo. Inmovilista, pero cómodo. Con secretarios generales como Jan Pieter Schotte, que traía todo precocinado de casa. Solo bastaba recalentar el texto final en el microondas de las correcciones ortográficas y de estilo el último día, emplatarlo con un par de citas de doctores de la Iglesia y encíclicas varias, y listo. Nada en lo que aventurarse. Nada de complicarse la vida. Eso, para quienes están en la trinchera. En el hospital de campaña.

Hasta que llegó Francisco. Y decidió montar un servicio de atención de Urgencias en Santa Marta con sucursal en el Aula sinodal. Y cambió la palabra mágica –no se ofenda nadie porque utilice el término mágico, es solo una metáfora–: método. Fin de los tres minutos para hablar de mi libro en la Asamblea general y puerta abierta al debate en los círculos menores. Grupos de trabajo real. Sin temor a ser señalado o juzgado.

Con argumentos para hablar de los fracasos de la pastoral prematrimonial, de cómo acercarse a quienes no se casan por la Iglesia, de tiritas para curar las heridas de esos hogares “imperfectos” a ojos de los fariseos. Espacio para matizar y apostillar. Para escanear a las familias con las que uno se tropieza ante el obelisco.

Y así pasa, que los textos que de ahí salen están pulidos y aprobados por mayoría a la búlgara. No por pensamiento único, sino precisamente porque el consenso es posible cuando se tiene una base común. “No acepto eso, pero si incluyen esto otro, lo respaldo…”. Cultura del encuentro aplicado en el kilómetro cero de la Iglesia universal.

Consciente de que el ganado se alborotará el sábado cuando se vote y cuando se publique o no un documento que a unos parecerá descafeinado y a otros transgresor, el Papa se puede dar por satisfecho. Porque se ha dialogado sobre el Pueblo de Dios. Porque algunos prejuicios se han roto.

En el nº 2.961 de Vida Nueva

 

ESPECIAL SÍNODO DE LA FAMILIA 2015:

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