Una vida más allá de las fronteras

¡No podemos quedarnos tan solo en las imágenes! Las redes sociales han llegado a tocar la emotividad del momento, sin embargo, hemos de responder desde el corazón. El doloroso drama de miles de familias que padecen el horror de la guerra, tiene el sabor amargo de la migración. Salir de su casa, dejar su tierra, abandonar lo que se había construido y adquirido tras largos años de esfuerzos y dedicación.

La ruptura de los vínculos, las historias fracturadas, el sometimiento a lo incierto, la pérdida de sus pertenencias. Ser maltratados, golpeados, vulnerados en sus derechos, testigos de la agonía y esclavitud que produce el hambre y la desnudez del halo de la muerte. La descripción pudiera ser mayor para captar lo que significa esta realidad en la vida de nuestros congéneres, situación patética de estos refugiados que cobran rostro en niños, jóvenes, ancianos, hombres y mujeres, hermanos y hermanas nuestros. No podemos ser indiferentes ante estos hechos, no podemos paralizarnos, no podemos dejarnos enredar por el maremágnum de excusas, justificaciones y malabares argumentativos de posiciones políticas y del sucio juego de la diplomacia. ¿Qué hacer?, ¿qué nos pasa?, ¿por qué no reaccionamos? Hemos de comprometernos de manera concreta y decidida a invertir, a favor de estas vidas que están siendo arrebatadas, nuestras acciones de solidaridad y ayuda humanitaria. El papa Francisco invitaba a las parroquias en Roma y a las comunidades religiosas a albergar una familia. Signo profético de nuestra identidad cristiana es actuar a favor de la justicia. Dios nos ayude a poder responder desde nuestras realidades a este llamado que hoy se nos hace para vencer este flagelo del desplazamiento forzoso.

P. Víctor M. Martínez, S. J.

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