¿Qué esperar del Sínodo de la Familia 2015?

EN PRIMERA PERSONA

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Vivimos un momento decisivo en este Sínodo de la Familia porque está en juego algo de la máxima importancia: la fidelidad de la Iglesia. No podemos pensar que el asunto al que se enfrenta el Sínodo es de poca importancia. Se trata de ser fieles a las enseñanzas de la Iglesia, para que cada vez con mayor fuerza la Iglesia sea la voz que anuncia con valentía y fidelidad que no todo es opinable, pues existe una verdad, que es absoluta, y que está por encima del ser humano, y a la que éste se debe someterse con humildad.

El Sínodo de los obispos sobre la familia se está preguntando si los divorciados vueltos a casar pueden ser admitidos por la Iglesia a la comunión eucarística. Es un asunto grave. La respuesta a esta pregunta ya había sido dada con extraordinaria autoridad por los Romanos Pontífices precedentes, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. La dictadura del relativismo, que se ha impuesto en la mayor parte del mundo, y de una manera casi total en los países llamados “desarrollados”, quiere imponerse también dentro de la Iglesia. Se quiere que la Iglesia deje de denunciar el pecado, bajo la excusa de que en ciertos “casos particulares” el pecado ya no es tal. En definitiva, la ley de Dios, sus mandamientos, no tienen un valor absoluto, sino que deben ser aplicados a cada caso concreto de manera “misericordiosa”, quedando, al final, relegados al olvido: una teoría abstracta que no rige la vida particular de todos y cada uno de los hombres.

Si la Iglesia cediese en este punto el mundo seguiría pidiendo a la Iglesia que cediese más, que acabase de entender “su verdad”, la verdad de que todo es relativo y opinable, de que no existen un bien y un mal objetivos a los que el hombre se debe someter, sino que es el hombre el que decide en cada momento lo que es bueno y malo, según le dicte su propia conciencia, independizada de la Verdad.

Es por ello que la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el papa Francisco bajo el lema “Los desafíos, la vocación y la misión de la familia”, se desarrolla en la Ciudad del Vaticano actualmente para encontrar caminos pastorales que ayuden a vivir a los cristianos su fe de modo completo.

Además de la no utilización del latín como idioma oficial, sustituido por primera vez por el italiano, este Sínodo se caracteriza por que trata un tema tan importante y crucial en la vida de la sociedad y de la Iglesia como es la familia, así lo ha recordado en varias ocasiones el papa Francisco.

Al finalizar este Sínodo el Santo Padre presentará una exhortación apostólica postsinodal conclusiva sobre el tema. Desde los contenidos, los dos sínodos conforman una unidad en dos etapas, con un período en medio de casi un año. El teólogo y arzobispo de Chieti-Vasto, Bruno Forte, secretario especial del Sínodo, señaló que ese período intermedio podría resultar determinante: “La gran novedad de la metodología del sínodo, que antes aparecía encorsetado, es este período entre los dos sínodos, porque va a involucrar a la base de la Iglesia, a los demás obispos y a los fieles”.

Por todo lo dicho, es de esperarse que este Sínodo se mantendrá, como no puede ser de otro modo, en la Doctrina de Iglesia y se buscará superar algunas limitaciones de orden pastoral que, por nuestra pereza o por nuestro orgullo o por otra serie de motivos, de pronto alejan a algunas personas, no le dan el espacio que se merecen o necesitan y no se atiende en sus heridas. Es decir, habrá ciertamente un esfuerzo por estirar el servicio pastoral más allá de una rutina o de una comodidad.

Esta es la gran lucha a la que se enfrenta el Sínodo de la Familia, y en la que todos debemos actuar. Por ello, como María, y con ella, debemos llegar junto a Jesús, hasta la cruz, y permanecer allí fieles a Él, dando testimonio de la Verdad.

P. Daniel Bustamante

Departamento de Familia de la Conferencia Episcopal

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