50 años de ‘Nostra aetate’: una apuesta firme y valiente por la relación con las religiones no cristianas

Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco en gestos con líderes de otras religiones

El 28 de octubre se cumplen cinco décadas de esta declaración del Vaticano II

Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco en gestos con líderes de otras religiones

Juan Pablo II en el Encuentro Interreligioso en Asís (2002), Benedicto XVI en Turquía (2006) y Francisco en Filadelfia con Abraham Skorka (2015)

PEDRO LANGA AGUILAR, OSA, teólogo y ecumenista | El Concilio Vaticano II comprendió que para abrirse al mundo era preciso dialogar con él, misión difícil de no probar antes con las religiones, una aventura condicionada igualmente a relacionarse primero con las Iglesias, pues estas conforman la religión cristiana. El diálogo con el mundo salió adelante desde la constitución pastoral Gaudium et spes (GS) sobre la Iglesia en el mundo actual. Con las Iglesias, en cambio, primó Unitatis redintegratio (UR), decreto del ecumenismo. Lo del diálogo interreligioso, en fin, fue tarea de la declaración Nostra aetate (en adelante, NA), promulgada el 28 de octubre de 1965.

Queda justificado así que este 2015 sea también Año de Nostra aetate, y se comprende, asimismo, la campaña internacional de actos conmemorativos a la que el Centro de Estudios Judeo-Cristianos de Madrid se ha querido sumar. Tampoco Vida Nueva podía faltar a la cita. Su constante reflejo de una causa como esta, hoy tan explosiva de retos, hubiera hecho imperdonable la omisión.

Veamos, pues, el tortuoso proceso del documento, sus vicisitudes antes, en y después del Aula conciliar, para concluir con una evaluación de sus propuestas a la luz, sobre todo, del preocupante estado de cosas en Oriente Medio.portada Pliego 50 años Nostra aetate octubre 2015 2960

  • I. Esbozo histórico
  • II. Pugna de fondo entre razones religiosas del Vaticano II e intereses políticos de los estados árabes
  • III. ‘Nostra aetate’, grandioso monumento a la disponibilidad dialógica de la Iglesia católica con otras religiones

IV. Del pluralismo religioso abierto y asumido a la conflictiva situación en Oriente Medio

A la luz de lo anterior, cumple añadir que el cristianismo no es el sujeto único del fenómeno religioso: toda pretensión histórica impone reconocer y asumir el pluralismo religioso.

Por otro lado, el sincretismo aquí no tiene cabida: o sea, considerar que las religiones son iguales e igualmente imperfectas (NA 2). En las manifestaciones de la experiencia religiosa existen errores a consecuencia del pecado. El cristianismo es, por lo tanto, la plenitud de la vida religiosa (NA 2). Es la religión el sumo analogado respecto a las otras religiones. Ya el Concilio insinúa esta idea en NA 2. Las otras religiones, siendo así, están ordenadas al cristianismo como a su perfeccionamiento, a su purificación, a su cumplimiento. Considera la dimensión religiosa en cuanto elemento constitutivo de la persona humana.

Dicho de otra manera, el fenómeno religioso es la respuesta del hombre a su problemática existencial. En la base de toda religión está la experiencia religiosa pre-refleja, mientras que las religiones mismas son las diversas expresiones reflejas de esta experiencia. Según la mentalidad de los pueblos, son las expresiones históricas de esta experiencia (NA 1 y 2).

Gracias a la teología católica de los últimos 50 años, el teólogo católico no carece de respuestas a los desafíos que el tema de las religiones plantea ahora mismo por doquier. La gran aportación de NA es que anima a reflexionar no solo sobre la salvación de los individuos fuera de los confines visibles de la Iglesia, sino también sobre el mismo papel salvífico de las otras religiones.

(…)

La Comisión Teológica Internacional expresó en 1996 la convicción de que considerar las religiones forma parte del modo normal de hacer teología hoy. Dialogar entre religiones no afecta solo a Iglesias y comunidades cristianas, obligadas de suyo a lo dialógico, sino también al mismo movimiento ecuménico como tal. El papel de la teología ecuménica, pues, ha de consistir en evidenciar esto, pues el contenido de la fe es la verdad y la historia de la revelación de Dios, por cuya gracia la fe se otorga al hombre, lo cual explica que la teología se defina como ciencia de la fe.

Hacer teología no es, en última instancia, sino buscar, antes que nada, comprender la fe en el contexto de la historia de la misma fe. Y el actual contexto de la fe cristiana se llama pluralismo religioso. La teología no puede hoy seguir más tiempo desentendida del relevante papel de las religiones en la salvación, ni del desafío que, desde distintos puntos de vista, ello supone para el cristianismo. Por eso el teólogo debe contar con una realidad así, estudiarla al trasluz de la divina revelación.

(…)

Por más que se niegue o se vea improcedente, NA merece todos los plácemes y una sincera enhorabuena a la Iglesia católica, que con ella decidió apostar fuerte por una apertura y resuelto compromiso dialógico. Nada, pues, de endosar al documento de marras las posibles fragilidades de los otros del Concilio, por más que entre todos ellos reine cierta complementariedad.

El día en que el mundo musulmán deje de perpetrar la crueldad que hoy a todos nos llena de estupor, comprenderemos cuánto bien se pudo hacer y cuánto mal evitar habiendo puesto en acto con mayor ahínco las muchas virtualidades de NA, verdadera joya por cuyo mérito el Vaticano II se hizo merecedor de impagable gratitud.

Suele decirse que el dolor curte y las contrariedades purifican. Palabras bonitas, dirá más de uno tal vez. Nada más lejos de la realidad, sin embargo. Y de probarlo cumplidamente se encarga la baraúnda de asesinatos ahora mismo perpetrados en Oriente Medio. Se está dando, en ese doloroso éxodo de refugiados, un devastador estrangulamiento interreligioso que, con frecuencia, lleva aparejada la correspondiente masacre de culturas.

De ahí –me parece a mí– que NA cobre hoy más protagonismo que nunca y estemos asistiendo, de una u otra manera, con mejor o peor suerte, al desafío de convivencia entre religiones del que ya nos previno la declaración conciliar, especialmente en su número 5, allí donde habla de la fraternidad universal y la exclusión de toda discriminación, y donde concluye, en consecuencia, que “la Iglesia reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión”.

A este espíritu de NA, por lo demás, obedecen también iniciativas como las cumbres de Asís, los meetings de Rímini, tanta plausible labor de la Comunidad de Sant’Egidio y los mensajes a los musulmanes con ocasión del fin del Ramadán, a los hindúes con motivo del Vesakh, o para el Diwali, y a los jainistas en la fiesta de Mahavir Jayanti. Asimismo, y como mínimo, los viajes papales a Tierra Santa.

Pliego completo publicado en el nº 2.960 de Vida Nueva. Del 17 al 23 de octubre de 2015

 

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