La imagen de Cristo en Santa Teresa de Jesús

Adentrarnos en lo invisible por medio de lo visible

portada Pliego VN La imagen de Cristo en Santa Teresa de Jesús 2959 octubre 2015

ÁNGEL MORENO, DE BUENAFUENTE | El 15 de octubre, festividad de santa Teresa de Jesús, tiene lugar en Ávila la clausura oficial del Año Jubilar Teresiano convocado con motivo del quinto centenario de su nacimiento. Aprovechando esta ocasión, les invito a acceder a la experiencia teologal de la doctora de la Iglesia a través de la representación icónica, y a descubrir cómo influyó en la vida de la mística y maestra espiritual la mediación de la imagen artística religiosa.

Puede parecer que apelar a la iconografía, a la hora de acercarnos a la experiencia mística de santa Teresa de Jesús, es un método trasnochado, por no decir frívolo, un tanto infantil; como cuando en algunos libros que contienen imágenes, en vez de leerlos, se buscan únicamente las ilustraciones. Quienes interpretamos el mundo de la espiritualidad con métodos complejos no podemos olvidar la oración de Jesús en el Evangelio: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños” (Mt 11, 25-26).

De ahí que quien ha llegado a las más altas moradas del castillo interior nos inicie en el camino de la experiencia más sublime, entrando por la puerta de lo más humano y sencillo. Ella reconoce que “es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano” (V 22, 9). Se refiere a Jesucristo. “Hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos” (V 22, 6).

Se puede pensar que aquellos que en su expresividad religiosa y en su oración recurren a las imágenes, pertenecen a grupos de creyentes un tanto incultos, mitificadores de las mediaciones religiosas; y, en cambio, tener por doctos a los que avanzan por el camino de los ejercicios de la meditación o de técnicas más espirituales. Es cierto que, en la actualidad, no deja de haber, por un lado, expresiones mitificadas, ritualistas y hasta algo atávicas, que se deben corregir, en relación con el culto a las imágenes y en las manifestaciones de la piedad popular; y, por otro lado, incluso entre creyentes formados, se dan nuevos gnosticismos, procesos autorreferenciales, que tienen como centro el propio yo.

En esta coyuntura, el testimonio de santa Teresa, y su defensa de la mediación icónica, se convierten en verdadero signo profético para tiempos de inclemencia y en auténtico acompañamiento espiritual en esta hora un tanto esteparia, especialmente para muchos que se creen solos y sin guías.

Oportunidad actual del recurso a la imagen

No obstante, si se observan los movimientos culturales y espirituales del momento presente, se constata la recuperación del lenguaje icónico y el retorno a la expresión plástica. Basta citar las exposiciones emblemáticas de arte, entre las que destacan las de contenido religioso, que atraen a personas que pertenecen a las más amplias y variadas capas sociales.

La belleza que se muestra en el arte, la emoción que se siente ante las obras maestras –bien sean expresiones musicales, poéticas o plásticas–, el hilo conductor y el contenido de algunas de las exposiciones dejan penetrar como por ósmosis la luz, la armonía, la presencia viva del Tú divino. ¿Quién no siente emoción en la audición de los oratorios de J. S. Bach, o en el curso de la recitación del Cántico espiritual de san Juan de la Cruz? ¿Quién no ha quedado fascinado ante el rostro de Cristo Salvador de Zurbarán o El Expolio de El Greco?

La mirada de Jesús con la Eucaristía en la mano, de Juan de Juanes; los ojos de Cristo resucitado, que muestra sus palmas llagadas, de Albert Bouts, atraviesan el corazón. La fuerza y la belleza de los Cristos resucitados de Berruguete; la ternura, a la vez que la fortaleza, de la Piedad, del divino Morales; la serenidad del Cristo de Velázquez; el movimiento y color del Calvario y del descendimiento de Jesús, de Rogier van der Weyden, no dejan indiferentes.

Aunque, en el caso de santa Teresa de Jesús, su admiración no la provocaba el valor artístico, sino la evocación del prototipo, ella era muy sensible a la belleza. Por la relación que a través de la imagen establecía con la Sacratísima Humanidad, podemos tenerla como maestra y pedagoga.

A la hora de iniciarnos en la oración, el camino humilde de saber mirar el rostro del Señor, representado en diversos soportes, es certero. Sorprende cómo en nuestros días crece el número de hermandades y asociaciones de fieles que tienen como acción emblemática el culto a algún paso del Señor, representado especialmente e los momentos de su Pasión.

La Iglesia toma muy en consideración las distintas manifestaciones de piedad popular. Sin duda, es el momento de un primer anuncio evangelizador, aunque siempre haya que purificar la mirada. Lo cierto es que, para muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo, la piedad popular y el trato con alguna imagen de devoción es el suelo más estable de su expresión de fe</strongy de su relación teologal.

Pliego completo publicao en el nº 2.959 de Vida Nueva. Del 10 al 16 de octubre de 2015

 

ESPECIAL TERESA DE JESÚS:

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