Las dos caras de un papa decidido a mejorar la Iglesia

EN PRIMERA PERSONA

PAG-18

Una vez más, y esta vez ciertamente orientando sus palabras en perspectiva del sínodo sobre la familia, Francisco vuelve sobre el tema de la misericordia divina. Lo hace en un mensaje sobre el anunciado Jubileo, ya que quiere “facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes”.

En particular han ganado los títulos de los diarios las afirmaciones del Pontífice con relación a las mujeres que sufrieron un aborto. Aunque en este tema no haya un cambio sustancial entre la praxis actual de la Iglesia en muchas diócesis (se condena el aborto, se perdona a las personas arrepentidas de haberlo cometido), aflora una dificultad que en los últimos largos años parece no estar resuelta con claridad entre la visión pastoral y el derecho canónico.

O, si se quiere, más ampliamente entre la vida real de las personas, con sus sufrimientos y desasosiegos, y los meros enunciados de doctrina y moral que repiten formulaciones de manual.

¿No es imprudente por parte del Papa, entonces, hacer público algo que debería debatirse específicamente con los sacerdotes confesores? Evidentemente parece no ser ésa la “prudencia” que ama Jorge Bergoglio, que busca afanosamente abrir las puertas de la Iglesia para acompañar a las personas hasta en las últimas periferias existenciales.

“Uno de los graves problemas de nuestro tiempo -reconoce Francisco– es la modificación de la relación con la vida: una mentalidad muy generalizada que ya ha provocado una pérdida de la debida sensibilidad personal y social hacia la acogida de una nueva vida”.

Sostiene que algunos viven el drama del aborto de manera superficial, sin advertir el grave mal que comporta. Pero otros lo experimentan como una derrota, con angustia y arrepentimiento, y no encuentran una salida.

“Pienso -dice- de forma especial en todas las mujeres que han recurrido al aborto”. Y allí emerge el pastor que durante años ha caminado las calles de su ciudad para ir al encuentro de todos, en especial de los que más sufren. Afirma conocer de cerca el “drama existencial y moral” y “los condicionamientos” que condujeron a muchas mujeres a esa circunstancia y que hoy “llevan en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa”.

No deja de definir el aborto como algo profundamente injusto, pero al mismo tiempo llama a comprender y a dar esperanza. Porque “el perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido”.

“Pienso de forma especial en todas las mujeres que han recurrido al aborto” (Francisco)

“Pienso de forma especial en todas las mujeres que han recurrido al aborto” (Francisco)

Bergoglio propone que la teología parta predominantemente de la experiencia humana y espiritual que supone el encuentro real y fraterno con Jesucristo y con los demás. Cree firmemente que la dimensión misericordiosa de Dios debe iluminar a la Iglesia y llevar a nuevas formas de acompañamiento y de reconciliación. Él no se siente atraído por la perfección de los justos, prefiere la humildad de los arrepentidos. Y, en este sentido, el Evangelio es muchas veces de meridiana claridad.

En la película El papa Francisco, dirigida por Beda Docampo Feijoó e interpretada por Darío Grandinetti, hay dos escenas que ilustran la sensibilidad y el “estilo” de Bergoglio frente al drama del aborto.

Por un lado, apoya y anima a una joven periodista para que tenga la hija que espera, y establece con ella -que se declara agnóstica- una relación de profunda amistad.

Por otro, confiesa silencioso y sufriente a una mujer humilde que llora su tremenda angustia por haber abortado. Parecen dos caras de este hombre decidido a mejorar la Iglesia: firmeza en los principios y amorosa acogida pastoral.

(Texto publicado originalmente en La Nación de Buenos Aires)

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