“Francisco es del pueblo”

Una juventud que cautiva; una mirada eclesial que ojalá puedan tener la mayoría de los obispos y cardenales. A sus 82 años, el cardenal Walter Kasper sigue opinando sobre los temas que muchos nunca imaginaron discutir en la Iglesia. “La crisis de la familia es un problema importante porque es la condición concreta en la que vive mucha gente, y no coincide con la doctrina oficial. Incluso los buenos católicos no siempre comprenden esta doctrina”.

En el edificio del seminario de la arquidiócesis de Buenos Aires, en el barrio porteño de Villa Devoto, el cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, recibió a Vida Nueva. En un austero despacho, contiguo a la habitación que ocupaba y en el que se destaca una vitrina con un solideo del papa Francisco, el cardenal se presentó con una amplia sonrisa que no desapareció a lo largo de toda la entrevista durante casi una hora.

El primer comentario fue una referencia al Papa argentino: “Francisco es un don, un don para la Iglesia entera, es del pueblo, de la gente, en todas partes todos están muy contentos” y completó la frase riéndose con entusiasmo: “¡aunque no se si todos los cardenales!”

Era inevitable la pregunta sobre el próximo Sínodo de obispos que se celebrará del 4 al 25 de octubre y que se centrará sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Su respuesta llegó rápida y quedó en evidencia que la cuestión le preocupaba y a la vez le apasionaba: “El tema de la familia es fundamental. Sabemos de la crisis que vive la familia de hoy por diversas razones y es un problema importante dentro de la Iglesia, porque la condición concreta en la que vive mucha gente no coincide con la doctrina oficial. Incluso los buenos católicos no siempre comprenden esta doctrina. Por eso, pienso que es un paso muy importante del papa Francisco comenzar con esto, porque es un tema de la vida inmediata, de la vida concreta de las personas”.

Para ilustrar sus palabras, y que no queden dudas, señala: “Si se habla de la Inmaculada Concepción, o de San José, la gente dice ‘¡qué bueno!’, pero quizás no sean temas que tocan la vida de la gente. Si se habla de la sexualidad, de la familia o del matrimonio, realmente estamos abordando temas muy importantes. Si nosotros no logramos reconciliar el cisma entre la vida concreta de las personas y la doctrina, es algo muy malo para la Iglesia”.

 

Legalismos

En la charla, cuando al cardenal Kasper se le hace notar que, sobre cuestiones como los divorciados vueltos a casar o las nulidades matrimoniales hay opiniones muy diversas dentro del clero, los obispos y los cardenales, contesta con claridad y sin rodeos: “El Papa quiere soluciones concretas, una renovada pastoral familiar; esto es lo importante. Pero hay otros que sostienen no tanto las tradiciones, sino los tradicionalismos, que son otra cosa. Todos compartimos la tradición de la Iglesia, pero la tradición no es una piedra, es algo vivo que va cambiando”. Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo, habla de ‘el Evangelio en el corazón de la fe’. Por eso, nuestro Evangelio es vivo y también se puede desarrollar”.

Y continúa: “Pienso yo que el Papa quiere una tradición sin texto, no una ley muerta; porque, como nos dice el Evangelio, muchos siguen las tradiciones de los hombres y no la voluntad de Dios. Eso es un legalismo”.

Y finalmente se refiere a la metodología de trabajo: “Creo que este Sínodo será muy importante para el papa Francisco porque ha cambiado el método. Quiere que haya muchas discusiones, que sea un diálogo abierto. El Sínodo anterior fue muy cerrado: se comenzaba a las 9 de la mañana hasta las 12 del mediodía; se debían escuchar intervenciones de cinco minutos cada una, en lenguas distintas, sin poder intervenir; era imposible profundizar los temas e intercambiar ideas. Ahora el Papa ha pedido que no digamos las cosas que creemos que le gustan a él, sino que digamos lo que pensamos y que generemos discusión. El Papa ha dicho que es bueno que haya discusión, porque las discusiones ayudan a esclarecer las cosas”.

 

Obispo Novak

El cardenal Kasper había tratado en alguna oportunidad a quien fuera el primer obispo de la diócesis de Quilmes, al sur del Gran Buenos Aires, el querido y recordado Jorge Novak. El recuerdo estaba lleno de humanidad y de humor. “En mi primera visita a la Argentina, yo era obispo de Rottenburg-Stuttgar (Alemania). Había viajado para visitar a las Hermanas Franciscanas que se habían instalado en una comunidad de la ciudad de Florencio Varela. Son franciscanas alemanas que tienen origen en nuestra diócesis, en la ciudad de Bonlanden, aunque calculo que ahora ya deben ser todas argentinas. En esa ocasión, conocí a monseñor Novak. Yo venía desde Nueva York y mi maleta se había extraviado; entonces él me quiso prestar su sotana para una conferencia que debía dar. Pero él era muy alto; así que imagínese que no me iba a quedar muy bien [y con las manos se señala desde la cabeza hasta los pies y se sonríe]. Este fue mi primer encuentro con Novak”.

Kasper reconoce no haber tenido muchas otras oportunidades de encontrase con el primer obispo de Quilmes. Sin embargo, recuerda con lujo de detalles haber participado, muchos años más tarde, de la misa de memoria agradecida celebrada en la Catedral de la diócesis para el tercer aniversario de su fallecimiento, en 2004. Se sorprendió cuando le mostramos una copia de la homilía que había pronunciado entonces y que le habíamos llevado de regalo. Se alegró mucho al reencontrarse con su texto.

“Después de esa misa –rememora– me contaron todo lo que Novak hizo durante la dictadura militar. Él fue un hombre muy comprometido que resistió a esa dictadura que vivió la Argentina. Aquella vez, la Iglesia estaba llena; he visto una gran devoción de cada una de esas personas por su obispo. Un obispo que fue testimonio de la fe, del Evangelio, en una situación muy difícil.”

Espontáneamente, volvió a sorprender con su claridad al referirse a Novak como una persona que debe ser canonizada: “sentir esta devoción por el obispo, para mí, fue una experiencia muy profunda. Y esto es siempre el signo más importante: la devoción de su pueblo. Los milagros son buenos, lo sabemos; pero lo que más importa es el milagro del pueblo con el sentido de su fe. Esto dice más que las cosas extraordinarias.” Y luego señaló: “Primero se debe empezar con el proceso de la diócesis, luego hay que recoger los testimonios y sus textos, porque en Roma se hace una selección de esos textos, y de los testimonios de los que lo han conocido en su vida”.

“Profeta no es una persona que habla del futuro; esta es una idea equivocada –sentencia Kasper–. El profeta habla del presente, de la luz y de la fe, del Evangelio. Lo hace con coraje, con parresía [hablar con fuerza y valentía] como dice la Biblia, sin miedo. El profeta dice y da una luz, una orientación para la gente. Eso es lo que un obispo debe dar: una orientación en las situaciones difíciles a los fieles que son perseguidos. En este sentido, Novak era un hombre de Dios; hablaba sin miedo. Porque el profeta está solo, incluso a veces también aislado del episcopado, como Angelelli”.

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El obispo Novak acompañando a un grupo de niños en un campamento.

Además, Kasper recordó a Novak por su compromiso ecuménico, tema que lo llevó a reflexionar sobre la situación actual: “Las cosas son terribles en Siria, en Irak y en Afganistán; es una persecución de los cristianos verdaderamente terrible; el papa Francisco habla de un ecumenismo de la sangre. Siria fue uno de los primeros pueblos donde se desarrolló el cristianismo. De hecho, de las veces que he estado, he visto antiguos monasterios con bellísimos íconos marianos. Ahora, la persecución no distingue entre católicos, protestantes u ortodoxos. Todos los cristianos somos perseguidos porque somos cristianos; por eso él habla de un ecumenismo de la sangre, porque de ese ecumenismo puede brotar la unidad”.

Por fin, y a medida que culminaba el diálogo, llegó el interrogante inevitable. Queríamos conocer su mirada europea sobre el aporte que este pontífice latinoamericano puede entregar a la Iglesia…

“El Papa Francisco ha traído nuevos vientos frescos, y esto era una necesidad en la vieja Europa. Ha traído toda su experiencia de Argentina, de América Latina y de la Teología de la Liberación. Ha traído el consuelo del Padre. Él quiere una Iglesia pobre entre los pobres; es muy importante tener esta conciencia; él dona un nuevo estilo, un estilo humano normal; esto le gusta a la gente. Él, para hablar de las cosas más importantes, emplea un lenguaje cercano, que la gente comprende. Es importante este pontificado; también este nuevo estilo pontifical. Pienso que era necesario”.

Con sus 82 años y su sonrisa permanente, el cardenal Walter Kasper se somete con paciencia a la actividad del fotógrafo y termina disculpándose: “Es la quinta vez que estoy aquí y aún no aprendí a hablar bien el español”.

 

 

Recuadro con fondo anaranjado, que ocupe pie de doble página 12-13.

OPINIÓN

CARLOS JOSÉ TISSERA. OBISPO DE QUILMES

Jorge Novak: verdadero padre y pastor

«Memoria agradecida del caminar;
cuarenta años hoy queremos celebrar.
Por el obispo Novak, primer pastor,
la Iglesia vive en ‘estado de misión’».

Así, como reza el epígrafe, comienza el Himno compuesto por el padre Germán Pravia para conmemorar estas cuatro décadas de nuestra diócesis de Quilmes.

Personalmente, el recuerdo me lleva a 1976, aquel difícil año para toda la Argentina.

Por entonces cursaba el tercer año de Teología en la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina, en el barrio porteño de Devoto.

En 1975, como jóvenes, habíamos vivido la primera peregrinación a pie a Luján. Decenas de miles de jóvenes caminábamos cantando: “Este es el tiempo de América”. Vivíamos momentos de dolor y de esperanza.

En julio de 1976 fuimos sacudidos por el trágico asesinato de los Padres Palotinos. Todos vivíamos situaciones de inseguridad y de atropellos diversos. Nuestro decano, el entonces padre Carmelo Giaquinta, mantenía y fortalecía nuestro ánimo con unas inspiradas meditaciones bíblicas que él tituló: Velad y orad. Tal fue el clima de amenazas ‒y otros métodos intimidatorios‒ de la dictadura hacia las comunidades religiosas y parroquias, que ese año, en la Facultad, se trasladaron los exámenes de julio para después de las vacaciones de invierno.

novak14(65)El 4 de agosto nos sorprendió la muerte trágica de monseñor Enrique Angelelli. La tristeza empañaba el alma no sólo de los riojanos sino de todos los que veíamos en él a un pastor ejemplar. Cuento esto porque creo que Dios escucha la oración de su pueblo.

El día 7 de agosto uno de los profesores de la Facultad era nombrado primer obispo de la nueva diócesis de Quilmes. Se trataba de Jorge Novak. Nacía una esperanza para la Iglesia en la Argentina. Recuerdo que todos le brindamos un caluroso aplauso.

Me emociona pensar que, el 17 de diciembre de 2011, fue el entonces cardenal Bergoglio quien me llevó a ocupar la sede que tan honrosamente ocupara el Padre Obispo Jorge, un hombre santo. Al asumir esta misión tan grande para mí, como obispo de la diócesis de Quilmes, recuerdo las palabras de mi antecesor, Luis Stöckler: “Tendrás dos grandes intercesores: monseñor Novak y monseñor Farrell”. ¡Qué razón ha tenido! Cada año que pasa me doy cuenta de que la misión se me presenta tan inmensa, y noto mi pequeñez. Es entonces cuando más invoco el recuerdo de este verdadero padre y pastor: Jorge Novak. Una página aparte merecería Gerardo Farrell, de suma importancia en la Iglesia argentina postconciliar. Entregó su vida por esta porción del Pueblo de Dios.

 

Memoria agradecida

Al conocer más a todo este pueblo del conurbano bonaerense, diseminado en los partidos de Berazategui, Florencio Varela y Quilmes, descubro que Novak fue un verdadero profeta. Su existencia misma era una palabra para todos, sin hacer distinciones. Desde la persona más humilde y pobre de las periferias de nuestra gran urbe, hasta las personas destacadas de la vida política y social lo recuerdan con respeto y veneración. Los cuatro cauces fundacionales de la diócesis de Quilmes son una expresión de su personalidad, tan rica en virtudes humanas y profundamente cristianas: su nítida opción evangélica por los pobres, su pasión misionera, su firme y respetuosa defensa de los derechos humanos, y su anhelo y compromiso por la unidad de los cristianos.

El síndrome de Guillain-Barré, que lo dejó postrado por largo tiempo, fue una fragua donde se aquilataron tantas riquezas que había en su corazón de pastor. Su humildad fue amasada en el dolor de la enfermedad y de las incomprensiones provenientes de fuera y de dentro de la comunidad cristiana. Es lo que, ya en vida, lo ha hecho uno de los grandes pastores que nos ha regalado el Concilio Vaticano II. Él mismo lo expresa en su testamento: “Al morir reitero una consigna muchas veces explicitada ante el Pueblo de Dios: ‘mi originalidad consiste en no ser original sino en inspirar cada uno de mis pasos y gestos en las orientaciones espirituales, doctrinales y pastorales del Concilio Vaticano II’. He hallado en este acontecimiento salvífico toda la luz, toda la seguridad, todo el estímulo que necesitaba para ser obispo de la porción de fieles confiada a mi responsabilidad, en este último cuarto de siglo XX”.

Cada vez que voy a la Catedral de Quilmes y visito su tumba, observo que nunca le falta una flor, una anotación en el cuaderno allí colocado, alguna persona que se persigna y lo saluda. En ese momento mi corazón viaja imaginariamente a mi provincia de Córdoba, atrás la Sierras Grandes, para unir en mi sencilla oración a dos grandes hombres de este pueblo que peregrina en Argentina: ¡el beato Cura Brochero y nuestro querido Padre Obispo Jorge Novak!

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