Calma tensa en las horas previas al Sínodo

Ante la asamblea más importante en años, se perfilan dos bloques ya muy definidos

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El cardenal Burke aplaude a Francisco en una audiencia semanas atrás

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Ahoras del comienzo de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Familia (4-25 de octubre), la atmósfera que reina en el Vaticano parece tranquila. Así nos lo confía una fuente que pide confidencialidad: “No son previsibles momentos de conflicto o de tensión, desde luego no en el Aula, en presencia del Papa; tal vez sí haya algunas escaramuzas en los pasillos o en los conventos donde se hospedan los padres sinodales”.

El secretario general del Sínodo, el cardenal Lorenzo Baldisseri, también confía. “Lo principal –ha declarado al Avvenire– es comprender que la parresía, la confrontación, no es conflicto. No es combatir al adversario. La confrontación es ponerse en diálogo y confrontarse con respeto, lealtad y humildad. (…) El espíritu y la dinámica del Sínodo es tomar parte en una reflexión colegial, cum Petro et sub Petro, sobre las diversas realidades que afectan a las vivencias de los hombres y de las mujeres en la familia para después analizarlas tal como se presentan, verificar los pasos que hay que dar a través de la humildad de la escucha recíproca y madurar después propuestas y soluciones”.

Sería aventurado pronosticar qué tendencias se impondrán durante los debates sinodales. Es indudable que cuanto Francisco ha dicho y hecho (piénsese en los cambios introducidos en los procesos para declarar la nulidad del matrimonio) tendrá una influencia, y no pequeña, en las actitudes de los miembros de la asamblea, cuya composición es bastante equilibrada.

Algunos de ellos ya se han manifestado sobre cómo piensan orientar sus intervenciones. Así, el arzobispo de Perugia, el cardenal Gualtiero Bassetti, ha dicho: “La fragilidad no es solo el momento en que se expresan los límites del hombre, sino sobre todo el lugar de la gracia. La familia refleja todos los límites del hombre mostrando, por ejemplo, fragilidades psicológicas y afectivas en las relaciones de la pareja, una incapacidad de organizar la vida doméstica a causa de los tiempos de trabajo, una debilidad en la educación de los hijos y, por fin, las separaciones y los divorcios. En esta fragilidad, sin duda, puede actuar la gracia de Dios a través de la medicina de la misericordia para intentar integrar pastoralmente dentro de la Iglesia a todos los que sufren a causa de la propia fragilidad”.

El ala más “contestataria” –si podemos definir así a los que se presentan como defensores de la ortodoxia– celebró el 30 de septiembre en Roma un congreso internacional cuyo título ya era indicativo: Permanecer en la verdad de Cristo, idéntico al del libro firmado por varios cardenales aparecido el año pasado como contrapeso al “liberalismo” detectado en otros sectores de la Iglesia. Los relatores principales de esta línea son los cardenales Carlo Caffarra o Raymond Leo Burke, siendo otro exponente Ciril Vasil, secretario de la Congregación para las Iglesias Orientales.

En la invitación al congreso que recibimos los informadores, se escribía: “No pocos católicos practicantes, fieles a la Doctrina Social de la Iglesia, se sienten ahora confusos y desorientados sobre la actitud de una parte de la jerarquía en materia de matrimonio. Por eso piden a sus pastores y al próximo Sínodo palabras inequívocas que, formalmente y en sus contenidos, no traicionen tal Doctrina”.

Por su parte, la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) ha organizado en la tarde del sábado 3 de octubre, víspera de la misa de apertura del Sínodo, una vigilia de oración. Tendrá lugar en la Plaza de San Pedro y, según Nunzio Galantino, secretario de la CEI, “se trata de hacer ver la belleza de la familia que vive en Italia, en unidad; nuestra verdadera fuerza es permanecer anclados en la realidad, con la conciencia de que la realidad es superior a las ideas: y la realidad es la familia”.

En el nº 2.958 de Vida Nueva

 

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