Analogía entre el Concilio y el Sínodo

Jesús Sánchez Camacho, profesor CES Don Bosco  JESÚS SÁNCHEZ CAMACHO | Profesor CES Don Bosco

Desde finales de septiembre de 1965, Vida Nueva venía informando de lo que sucedía en la IV sesión del Concilio. Iniciada el 14 de septiembre, a ella asistirían, sin derecho a intervenir, teólogos peritos centroeuropeos que venían apostando por una renovación eclesial. Pese al silencio de los teólogos en el Concilio, una nota de prensa del nº 490 anunciaba que “las intervenciones que leen los obispos son preparadas por los peritos, y en no pocos casos, los padres conciliares se limitan a leer ante la asamblea”.

Se etiquetaba de teólogos de frontera a Yves Congar, Jean Daniélou, Bernhard Häring, Karl Rahner, Joseph Ratzinger, Hans Küng y Edward Schillebeeckx. Pero ellos no se quedaron en la frontera. Una vez más, habían franqueado Roma. VN advierte de que “en una especie de Sub-Concilio”, los teólogos se reunían en salas de conferencias como la Domus Mariae, o incluso en el hall de algunos hoteles, para debatir sus ideas con los padres conciliares.

Ante los ataques de los sectores más inmovilistas, algunos de los obispos centroeuropeos como el cardenal Bernard Alfrink, perteneciente al episcopado holandés, se defendía de quienes acusaban a su Iglesia local de ser antirromanos. Lejos de declararse en estado de crisis, calificaba de fidelidad la sinceridad de su Iglesia, valorando su vitalidad.

Como en el Subconcilio, en el Subsínodo soplan vientos que agitan un mar de impedimentos en contra de las propuestas, esta vez, sobre el divorcio, la homosexualidad y los métodos anticonceptivos. Pero los aperturistas también se reúnen para arreglar sus mástiles, para no verse obligados a plegar las velas de la renovación. En unos días, sabremos si tirios o troyanos ganarán; o se concluirá con una solución tibia que aparentemente haga felices a todos.

¿Está la Iglesia europea preparada para quedarse inmóvil? Pero, ¿todas las sociedades están entrenadas para afrontar esta evolución? No solo el cardenal alemán Reinhard Marx, también el Papa ha abogado por la descentralización. Quizá no sea el Sínodo, sino las Iglesias locales, aquellas que tendrían que encargarse de abrir las puertas de la renovación.

En el nº 2.958 de Vida Nueva

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