“Nuestro cuerpo, el primer territorio a defender”

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Aportes del Encuentro de Mujeres Defensoras de la Vida frente al Extractivismo

Emilce Ferrer nunca se imaginó las consecuencias que traería a su tierra el proyecto hidroeléctrico del río Sogamoso, en Santander. Como la vida de tantas familias de pescadores, la suya y la de sus seres queridos dependía del río que fue represado por Isagén.

Las operaciones provocaron un ecocidio de enormes proporciones y destruyeron formas tradicionales de producción en la región. La construcción de la represa involucró la llegada de miles de forasteros. Aumentó la prostitución en la zona y se disparó el índice de embarazos a temprana edad.

En marzo, Emilce marchó hasta la capital del departamento junto a otras personas para exigir una respuesta de la gobernación frente a las exigencias de tantas familias afectadas por el proyecto. Entre ellas están las de quienes han debido desplazarse de su tierra por causa de la contaminación y la pobreza. La movilización fue criminalizada cuando en el mes de junio, a falta de respuestas por parte del gobierno departamental, algunos de los manifestantes se encadenaron a la entrada del Palacio Amarillo. La policía intentó desalojarlos y se produjo un altercado. La visibilización del hecho y de las exigencias de los manifestantes ante la opinión pública llevó a que la gobernación convocara una reunión entre Isagén y los representantes de las familias afectadas. Han pasado ya varios meses y no existe un acuerdo que garantice a las familias una reparación integral frente al daño que han sufrido.

Una carga agregada

El extractivismo genera una afectación diferencial en las mujeres

El extractivismo genera una afectación diferencial en las mujeres

“El río ya no nos lo pueden devolver”, señala Emilce. Como integrante del Movimiento Colombiano Ríos Vivos participó en el Encuentro Nacional de Mujeres Defensoras de la Vida frente al Extractivismo. Organizado por Cenat Agua Viva y el Fondo de Acción Urgente para América Latina y el Caribe, el evento se llevó a cabo entre el 18 y 20 de agosto. Más de 50 mujeres de todo el país y varias invitadas internacionales se reunieron en Fusagasugá para conversar en torno a los impactos del modelo extractivo en la vida y los cuerpos de las mujeres y para construir propuestas conjuntas de cara a la defensa territorial.

Según la hondureña Berta Isabel Cáceres, del Pueblo lenca, integrante del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas (COPINH), el cuerpo es un lugar sagrado, de autodeterminación. La lucha por el territorio empieza por la defensa de este primer lugar de decisión de donde brota la vida. La dictadura de los grandes capitales sumada a la cultura patriarcal, que determina la política, hace que el cuerpo de la mujer sea un objeto de agresión, un territorio en disputa. En muchos lugares del mundo, las mujeres lideran los procesos de defensa de sus regiones frente al peligro que representan los intereses transnacionales. Son también ellas las principales víctimas de persecuciones, amenazas, acosos sexuales y hostigamientos, como expresión de un patrón cultural misógino.

Hay, pues, una afectación diferencial para las mujeres en el contexto del crecimiento del extractivismo en América Latina. El hecho de que, por ejemplo, tengan agua contaminada o haya escacez debido a que una empresa está utilizando millones de litros al día las afecta de forma particular, porque al final son ellas quienes tienen que estar pendientes de la alimentación y de la calidad de los suelos que cultivan. “Esto implica una carga agregada para las mujeres”, reitera Ángela Cuenca, integrante del Colectivo Casa de Bolivia y de la Red Latinoamericana de Mujeres Defensoras de Derecho Sociales y Ambientales. “Tienen que recorrer grandes distancias en busca de agua, tienen que garantizar la soberanía alimentaria en sus zonas; el hecho de que los suelos estén contaminados también implica que se va a afectar su forma de trabajo”. A lo anterior se añade un impacto más grave aún: “cuando ingresa alguna actividad minera a una zona siempre hay gente de otros lugares y se producen acosos y muchos casos de violaciones hacia las mujeres”.

“Si nos tocan la tierra nos tocan la sangre, si nos tocan la sangre nos tocan la tierra”. He ahí la importancia del lema del encuentro, una consigna de las feministas comunitarias de Xalapán, Guatemala, compartida por Lorena Cabnal.

Una participación amplia

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“Si nos tocan la tierra nos tocan la sangre, si nos tocan la sangre nos tocan la tierra”

El encuentro permitió compartir realidades y expresar solidaridad e indignación frente a los casos de impunidad que se presentan en Colombia y en otros países. “Salimos bastantes fortalecidas y con una idea de seguirnos apoyando; de compartir información, pero también de estar vigilantes de lo que pueda pasar. Queremos hacerle frente a las violencias que surgen de la imposición del modelo extractivista”, apuntó Ángela Cuenca.

Por su parte, Gabriela Ruales de Ecuador, integrante de Yasunidos, subrayó el hecho del reconocimiento mutuo que generó la experiencia: no solo en las problemáticas comunes a distintas regiones y países, sino también en las formas de organización y de lucha.

Berta Cáceres destacó los esfuerzos que hacen las mujeres en nuestro país: “siendo de otros lugares, vemos en los procesos de resistencia, de lucha por la vida que tienen las mujeres colombianas un aprendizaje impresionante, una fuerza, una energía y una claridad, una convicción de defender sus territorios; hemos sido testigas de la criminalización que se hace contra ellas, de cómo hay también impunidad y que, incluso, las mismas transnacionales que han hecho desastres en Centro América, como la Pacific Rim o a Goldcorp, están aquí”.

Fruto del encuentro fue emitido un comunicado en el cual se recuerda que los espacios de participación para las mujeres para decidir sobre su territorio han sido ganados a raíz de su lucha cotidiana y perseverante por ser reconocidas como sujetos políticos, capaces de liderar procesos, organizaciones y construir alianzas. “Queremos que nuestras voces sean tomadas en cuenta en nuestras comunidades y en espacios de interlocución con las instituciones estatales, sin que nuestras capacidades y demandas sean subestimadas por el hecho de ser mujeres”.

El documento también señala que la categoría “territorio cuerpo-tierra” permite entender la defensa de la vida y del territorio de una manera integral, pues no es posible concebir una vida digna en las comunidades mientras se sigan violentando los cuerpos de las mujeres. Concluye, así, el mensaje: “Ponemos la vida en el centro, reinventamos las formas de manifestarnos y comunicar nuestras propuestas, replanteando así la forma en que pensamos y hacemos política. Por esto, afirmamos que la lucha por la defensa del territorio se ha convertido en una apuesta por la participación amplia y realmente democrática, por construir entre todas y todos el mundo que queremos, donde nuestros derechos y los de la naturaleza se garanticen en la práctica”.

Texto: Miguel Estupiñán Fotos: Claudia León

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