La fotografía comprometida de Steve Cagan

“Debemos pensar en la manera en que nuestras fotos pueden contribuir al cambio”

RICARDO-ÁVILA

Steve Cagan conoció el Chocó con ocasión del primer aniversario de la masacre de Bojayá, ocurrida en 2002. Su trabajo fotográfico, determinado por el acompañamiento y la solidaridad, ha servido para proveer materiales visuales a las organizaciones y comunidades de la región en beneficio de la resistencia civil que sostienen a diario. De igual manera, ha permitido que la situación de la gente se conozca en otros lugares, no sólo de Colombia, sino también del exterior.

Steve nació en 1943. Se crió en Nueva York dentro de una familia con la cual aprendió la necesidad de defender a los pobres; de avanzar en los derechos de las mujeres; de oponerse al racismo y a la guerra; de luchar por la paz, la igualdad y la justicia. La suya es una generación de personas que alcanzaron la conciencia adulta en la década de 1960, “una época en que realmente creíamos que el mundo estaba por cambiarse”, afirma.

Más que a la posibilidad de una actividad creativa, su interés creciente por la fotografía estuvo asociado a la importancia de la comunicación para una persona como él, con formación académica en literatura e historia pero con una decidida vocación de activista. Comenzó a sacar fotos usando una cámara que no le pertenecía a él únicamente, sino que había sido comprada por sus padres para uso compartido de la familia.

Al tiempo que crecía el movimiento en contra de la guerra de Vietnam, la fotografía iba adquiriendo mayor relevancia en la vida de Steve. Tales eran las circunstancias cuando a inicios de la década de 1970 se trasladó a Cleveland en compañía de su pareja. Trabajó con sindicatos, movimientos de paz y comités de solidaridad con Centro América, formando parte de procesos de concientización y poniendo al servicio de ellos su trabajo como fotógrafo.

Al traerle reminiscencias de su infancia en las calles del Bronx junto a personas de origen puertorriqueño o dominicano, un viaje a La Habana tiempo después despertó en Steve la sensación de estar en casa en América Latina. La experiencia también lo llevó a optar definitivamente por la fotografía como su manera de contribuir a la transformación social dando cuenta de las situaciones de marginalidad de muchas personas, pero sobre todo de su dignidad y de la exigencia de solidaridad que reclaman. Aprendió español y durante varios años viajó por países como Nicaragua y El Salvador. Fue así como empezó a reflexionar sobre el papel y la responsabilidad de un fotógrafo que desea comunicar más allá de fronteras culturales.

Solidaridad y amor

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“¿Cómo elaborar una práctica en que no solo producimos imágenes útiles, sino una en que definimos una relación viva entre el asunto social y la obra nuestra”, se ha preguntado durante años. “Los fotógrafos que queremos tener impacto social, debemos pensar en la manera en que nuestras fotos pueden contribuir al cambio; en cómo pueden respaldar y ser parte y herramienta de los movimientos por la justicia social, por la paz, por el rescate cultural, por llegar a una sensatez ambiental”. En estas circunstancias una imagen suya tiene más valor cuando sirve a los procesos organizativos de la gente con que se comparte en actitud solidaria.

“¿Con qué derecho vengo aquí a trabajar?”, se preguntaba constantemente en cada país que visitaba. Advertir un vínculo profundo que lo unía a la cultura latina implicaba un enfoque muy particular. En todo lugar su manera de proceder comenzó a ser la misma: no trabajar de manera separada con relación a lo que vive la gente, sino entregar su tiempo, todo el que fuera necesario, para colaborar con las comunidades y las organizaciones que las representan, en beneficio de sus procesos de resistencia civil. Así halló la respuesta a la pregunta que se formulaba en la lucha por entender su propio camino como fotógrafo: “¿Con qué derecho trabajo aquí? Con ninguno diferente al permiso que me da la relación con las comunidades. Esa relación es la que me da el derecho”.

Fue lo que le quedó claro una vez en Chocó cuando, después de que Steve señalara cuáles eran las metas de su actividad fotográfica en la región, una religiosa le dijo: “Pero, Steve, dejaste sin mencionar una función muy importante de tu trabajo: es que acompañas a las comunidades por tu simple presencia”. Así constató que la práctica fotográfica comprometida que ha querido hacer siempre va mucho más allá de la cámara e implica un acercamiento humano animado por el respeto e, incluso, por el amor. El amor crea solidaridad y libra de reproducir relaciones de poder. Es desde allí que Steve se sitúa para aportar.

Minería en Chocó

Ya son quince las veces que ha viajado a Chocó. Sus fotografías han sido usadas en publicaciones editadas por organizaciones de base como la diócesis de Quibdó. A través de exposiciones en que se profundiza el contenido social al cual se hallan vinculadas, dichas imágenes han llevado a otros países aspectos tan importantes de la vida de la gente como sus fiestas patronales. Las historias que Steve ha comunicado también a través de revistas de análisis explicitan significados e informan más allá de lo visual.

Mining Challenges in Colombia’s El Choco, un artículo publicado el año pasado, explica las amenazas que trae consigo el crecimiento de la minería mecanizada y las afectaciones que está produciendo en las comunidades de esta región de nuestro país. La destrucción de la selva; la contaminación de los ríos; la desaparición de formas tradicionales de producción y de otros elementos culturales propios de indígenas y afrodescendientes; el detrimento en la calidad de vida de la gente, su división como pueblo y el peligro que corren frente al fortalecimiento de los grupos armados que se financian de esta forma violenta de extractivismo son algunos de los hechos que Steve expone de manera crítica (mayor información en www.stevecagan.com).

El artículo hace parte de un proyecto conjunto que en la actualidad adelanta con la artista Mary Kelsey. Gold mining in El Chocó, Colombia reúne dibujos hechos por ella, fotografías tomadas por Steve y textos en que ambos documentan el trabajo y las vidas de personas dedicadas a la minería tradicional (sitio web: www.elchocomining.net). La meta es brindar una ayuda a las comunidades afectadas por los cambios que ha traído consigo la minería mecanizada en territorios amenazados igualmente por el interés en aumento de las multinacionales. “Es triste pensar que lo que estamos haciendo es archivar algo para la historia”, advierte mientras piensa en todo lo que está expuesto a desaparecer en el Chocó por cuenta de lo que está ocurriendo. Sin embargo, continúa su trabajo. Como su primera cámara, su actividad fotográfica no le pertenece a él exclusivamente, está al servicio de una causa común: que la gente pueda permanecer junto a lo que ama y le da vida, y que sus celebraciones sean una expresión de su resistencia y de su dignidad.

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Texto: Miguel Estupiñán

Foto: Steve Cagan, Ricardo Ávila

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