Monseñor Ómar Sánchez. Obispo de Tibú

“Es fácil arrancar la coca de la tierra, pero no de la cabeza y de la cultura de la gente”

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El obispo de Tibú, Mons. Ómar Sánchez, analizó en detalle para Vida Nueva el paisaje social, cultural y económico del Catatumbo, en zona fronteriza entre Colombia y Venezuela. También se refirió a los principales desafíos pastorales que presenta a la Iglesia la búsqueda de una paz territorial en una región marcada por la violencia, la presencia de grupos armados, la explotación de petróleo y el aumento de cultivos de coca y palma de aceite. Es optimista, aunque de manera moderada. Sabe que es posible que la aguja cambie en la dirección correcta y considera que eso solo podrá ocurrir cuando todos los liderazgos que determinan la vida del Catatumbo pongan de su parte para cerrar las páginas dolorosas escritas en la región.

¿Cómo describe la situación de orden público en su jurisdicción?

Por una parte, hay presencia de tres grupos guerrilleros: el EPL, el ELN y las FARC. Cada uno ha tenido un protagonismo mucho más marcado en uno u otro momento. El de las FARC es mucho más fuerte en este momento, si bien las reacciones a un acuerdo de paz han sido de desescalamiento. Se ha constatado. Salvo el mes que tuvimos dificultad. Si embargo, hace más o menos un año ha habido un incremento de la presencia y de las acciones del EPL. Esos tres actores le dan una connotación especial al territorio, en el sentido de que hay lógicas de control, un estado sobre estado, donde quien determina relaciones y ciertas dinámicas de vida social son los grupos.

Por otra parte, en la zona de la frontera, que va más hacia la zona arrocera, de Puerto Santander, de Puerto Lleras, San Faustino y Aguaclara, la problemática obedece ya no a la subversión sino a las bandas criminales de los Rastrojos y los Urabeños, con sus guerras internas, peleándose el control del territorio y determinando la dinámica económica y social. Con el dinero se produce el narcotráfico, el control de la gasolina y del contrabando en todas sus gamas y productos. Un control muy efectivo con unas ganancias y unas finanzas enormes. Eso hace que con ese dinero se permee todo. Autoridades y muchas cosas están, realmente, bajo su control en ese territorio de Agualasal hacia abajo. Muy doloroso. Los campesinos, los arroceros y la gente de bien que ha cultivado una tradición en esa región tuvo una presencia muy fuerte de la guerrilla, después de los paramilitares, en su versión de paramilitares concretos, que arrasaron las guerrillas y se introdujeron. Ahora se trata del coletazo de las bacrim, el retorno de los que no se desmovilizaron, de los que descubrieron el valor de esa frontera y de las dinámicas de empresa ilícita que se podían dar ahí.

El ejército nacional tiene una infraestructura y una presencia continua en el territorio. Ahora bien, hay zonas de mayor riesgo, de permanentes acciones. Esa presencia fuerte del estado colombiano a través del ejército nacional mueve demasiado la vida de las comunidades, en el sentido de que hay confrontaciones y represión. Eso hace que estemos siempre en permanente riesgo. La sociedad civil tiene que moverse entre tensiones y estrategias de guerra.

¿Cómo afecta a las comunidades el cultivo de la coca?

Desafortunadamente ha ido en un crecimiento altísimo, sobre todo en los dos últimos años. Nuestras montañas, las riberas de nuestros ríos han sido cultivadas ampliamente de coca por nuestros campesinos. Se ha hecho un daño muy grande al medio ambiente, porque muchos, sin ningún tipo de dolor, tiran abajo grandes bosques, grandes territorios, cerca de las quebradas para quemar y después de la quema poner coca.

Preocupa. Debemos analizar de manera global el tema, más allá del componente que tiene en la escala de lo que llamamos el narcotráfico, el microtráfico y el impacto en la sociedad a través del daño real que se produce a quienes llegan a las adicciones. Nuestros campesinos hacen parte de esa escala; hay todo un tema social que da razón de por qué llegan ahí. Pero hay unos daños colaterales internos en la región. Donde están las zonas de coca se genera la cultura coquera, que desafortunadamente mueve mucho dinero. Pero mucho de ese dinero termina en dinámicas de vicios. Hay grandes cifras que terminan en las cantinas, en los billares, en lugares de mujeres… En fin, esa coca no la ve uno reflejada en un crecimiento de la calidad de vida de los campesinos. Salvo algunas excepciones, uno ve que hay mucho de ese dinero que finalmente se pierde. Terminan los jóvenes y los niños involucrados en esa expectativa de crecimiento económico y, entonces, hay quienes no quieren ir a la escuela, porque ya entendieron que ese negocio, de alguna manera, les puede dar un ingreso inmediato y de cierto nivel de crecimiento. Eso ha hecho un daño a la identidad campesina, que a mí, personalmente, me duele mucho. Recuperar eso va a tardar años. Tengo como principio que en realidad es fácil, en un momento dado, arrancar la coca de la tierra, pero arrancarla de la cabeza y de la cultura de la gente no va a ser tan simple. La  pobreza lleva a la gente o a la coca o a la guerra o a irse metiendo en esta frontera de tantos ilícitos. Es un componente muy, muy, muy triste, porque esta frontera la marca la cultura de lo ilícito y es muy difícil moverse con coordenadas de lo correcto y lo justo.

¿Qué lecturas se hacen de la explotación petrolera en la región?

“Si se firma con las Farc no está dicho que el clima de la confrontación del Estado con las guerrillas vaya a parar”

“Si se firma con las Farc no está dicho que el clima de la confrontación del Estado con las guerrillas vaya a parar”

El tema petrolero es muy importante aquí, pero con varias variables de interpretación. Desde los grupos (guerrilleros) es medido de una manera negativa; desde otras ópticas, es fuente de trabajo para muchas personas. La lectura que se hace quien está en el mundo del petróleo y tiene trabajo es que es un beneficiado. Pero hay lecturas acerca de lo que Ecopetrol le debe a la región o debió haber hecho por ella. Es un juicio crítico muy fuerte, muy de deuda social, contra un Estado que saca un recurso que finalmente no se ve reflejado en esta realidad.

El tema del petróleo tiene que ver mucho con lo que pasa con los grupos armados, cuando  revientan el tubo producen daños ecológicos y nos quedemos sin agua. Ecopetrol no hace su operación en absoluta tranquilidad sino que hay presión. El estado tiene que cumplir la tarea a través del ejército nacional, protegiendo la infraestructura petrolera, pero de alguna manera es un componente que le da un tinte muy especial. Da esa sensación de un territorio rico, rodeado de mucha pobreza real en el ámbito social.

Entiendo que también hay variables de interpretación con relación al cultivo de la palma de aceite.

La palma tomó fuerza desde hace algunos años. Ha generado una expectativa muy grande en algunos sectores. Pero en una zona concreta. Esa presencia de la palma tiene también lecturas distintas. En el tema político, por algunos lectores de la realidad aquí, se asoció al tema de los paramilitares. Hoy se mira más desde el componente ambiental, de lo que significa un monocultivo, las afectaciones que hace al entorno, a la vida del campesino que puede terminar siendo un obrero, parte de un sistema que no lo beneficia en alta escala. Pero también es verdad que muchos pequeños campesinos con parcelas de 10 hectáreas o menos han entrado en el modelo que hay, que es muy particular y cuestionable. Otros lo leen desde una perspectiva más positiva. Es un monocultivo que ya ha ido cobrando su propio vigor. Desafortunadamente se sigue ampliando la franja de la palma y es doloroso el poco respeto con relación a guardar las áreas de agua.

¿Cómo interpreta los avances de La Habana?

Paro campesino 2013, Catatumbo

Paro campesino 2013, Catatumbo

Personalmente tengo un optimismo moderado frente al tema. En principio, respeto mucho el ejercicio que el estado colombiano está haciendo con las Farc y entiendo perfectamente el valor que tiene una mesa donde negocian dos posiciones radicales, enemigas, que se han hecho daño. Que estén sentados, para mí, es un síntoma de crecimiento muy grande, de admiración. Cuando estuve en el paro campesino, pude ver la radicalidad de unos y otros; la incapacidad de poder llegar acuerdos. Para mí la mesa de La Habana es un referente de esperanza.

Ahora bien, ningún acuerdo tiene un nivel de perfección extremo. A veces hay que negociar con condiciones desiguales y hay que atreverse a avanzar en la paz. Eso supone renunciar a otro tipo de requerimientos. El tema de justicia transicional debe mirarse con una expectativa de lo que vamos a evitar si la guerra se para. El acuerdo de paz nos va a dar un punto de partida. De lo que se trata es de parar el conflicto con relación a las Farc y eso supondrá para más adelante un trabajo mucho más sistemático. Vamos a tardar unos 20 a 25 años antes de poder respirar un clima de paz. Pero este punto de partida es necesario.

Yo creo mucho en la paz territorial. Sin embargo, va a ser imposible si en las 12 macroregiones del país donde el conflicto ha estado vivo no se hace lo correcto; si el Estado no implementa políticas públicas coherentes con estos acuerdos, políticas públicas de paz, con una institucionalidad nueva, una capacidad de enfrentar los atrasos y tantas cosas que dejó de hacer. No debe ampliarse el aparato de burocracia, los esquemas tradicionales de cómo los recursos llegan a las regiones, de cómo se implementan ciertas políticas en términos de institucionalidad o de desarrollo. Así que hay que cambiar el esquema y el modelo de Estado para poder ser eficientes a la hora de darle fundamentos a unos posibles acuerdos de paz e ir sembrando bases de justicia. Eso no puede ser con el modelo que el Estado usualmente ha tenido para acercarse a las regiones. El mundo político podría estar interesado en hacer botín, porque muchas cosas pasan a través de esas componendas. Esto no lo pueden manejar funcionarios con corazón frívolo, desinteresados de los territorios. Aquí se necesita un modelo realmente eficiente, de compromiso con la paz.

La paz es posible

¿Qué desafíos se presentan a la pastoral de la Iglesia local en esta línea?

“Las víctimas tienen derecho a saber lo que pasó y a que su daño sea resarcido”

“Las víctimas tienen derecho a saber lo que pasó y a que su daño sea resarcido”

Tenemos que ayudarle a la gente del Catatumbo a creer en que es posible la paz porque hay mucha desesperanza. Aquí la gente no cree. Eso es grave, porque uno no puede llegar a un acuerdo de cúpulas mientras aquí en las bases la gente mira con cierta indiferencia. El otro desafío tiene que ver con nuestra capacidad de involucrar a la sociedad civil en este ejercicio.

Ahora bien, si se firma con las Farc no está dicho que el clima de paz y el clima de la confrontación del Estado con las guerrillas vaya a parar. El ELN está a las puertas de iniciar un camino, pero tal vez se tarde varios años antes de que esto pueda pasar. Si se llegara a un acuerdo en seis meses no estamos listos en el sentido de poder manejar una paz con las Farc y una estrategia de guerra con el EPL  y el ELN. Eso seguramente va a generar dificultades.

Por otra parte, me preocupa cómo ayudar a los campesinos a salir de la coca, a quitarle de la mente y del corazón esta fascinación por este producto, para que puedan pasar a un esquema de economía lícita. Los campesinos van a tener que jugar un papel muy importante en la implementación de esas políticas de paz y ellas se tienen que notar en estos territorios. El componente rural va a ser definitivo y el manejo que le den el gobierno y las Farc al acuerdo sobre erradicación va a tener que tener mucha inteligencia y mucha sabiduría para que eso no termine generando un conflicto interno y otras violencias.

Igualmente, surge la pregunta: ¿Cómo convivir con los excombatientes que se quedarán en el territorio? ¿Cómo los recibiremos? ¿Qué capacidad de adaptación tendrán? ¿Van a cambiar el paisaje de liderazgos políticos, de liderazgos locales? La sociedad aquí no está preparada para una desmovilización ni para empezar a interactuar con unos actores de larga tradición en la zona pero que finalmente son leídos desde la óptica de la guerra.

Y, finalmente, están las víctimas, que tienen derecho a saber lo que pasó y a que su daño sea resarcido, que se les garantice la justicia y la no repetición. Tenemos claro que hay que ir hacia atrás para poder sanar el presente y el futuro. No es tan sencillo trabajar en este universo tan complejo. Somos una Iglesia pequeña, nos ayudan de fuera algunas instituciones para poder estar en esta tarea, pero nuestra pastoral social hace lo suyo. Tratamos de hacer una presencia que sea esperanza, que intente poner en la sociedad un norte común. Nos interesa un pacto social; porque aquí hay muchos liderazgos que necesitan ser capaces de entenderse o al menos de escuchar las propias visiones de desarrollo que tienen para el territorio.

TEXTO: Miguel Estupiñán

FOTOS: extranoticias, colombia.comsysmaya, panorama-fronterizo

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