“Voy a pedirle a Francisco que me ayude a traer a mis tres hijos de México”

“Voy a pedirle a Francisco que me ayude a traer a mis tres hijos de México”

Martina Juárez, participante en la visita del Papa a Nueva York

Martina Juárez, participante en la visita del Papa a Nueva York, junto a sus hijos y nieto

Martina Juárez, junto a sus hijos Fabiola y Óscar, y su nieto Eduardo

RUBÉN CRUZ | Ha escuchado sus súplicas. Martina Juárez (40 años) es una indígena mexicana que vive en East Harlem (Nueva York) –conocido entre los latinos como El Barrio–. El próximo 25 de septiembre tendrá la oportunidad de ver de cerca al Santo Padre. Francisco, en su afán de “salir a la calle y hacer lío”, mantendrá una audiencia con 200 migrantes durante su visita a Estados Unidos. Entre los elegidos para compartir con el Papa se encuentra Martina Juárez; su marido, Manuel García; dos de sus hijos, Fabiola (12 años) y Óscar (9 años); y uno de sus nietos, Eduardo (11 años). “Voy a pedirle al Papa que me ayude a traer a mis tres hijos de México”, comenta Martina a Vida Nueva.

La mexicana cree que la visita a El Barrio no es casualidad, ya que su familia envió una carta al Pontífice invitándole a conocer su realidad. “Mis hijos hicieron varios dibujos para el Papa y nosotros le escribimos para que viniera a vernos”, explica.

Hace 17 años, Manuel García dejó a su mujer y sus cuatro hijos –Fabiola y Óscar nacieron más tarde en EE.UU.– en Guerrero (México). Era su huida adelante hacia el tan ansiado sueño americano. Cuatro años después, Martina continuó los pasos de su marido. Caminó durante una semana por el desierto para llegar a la frontera estadounidense. La mexicana viajó sin sus hijos: “Eran muy pequeños aún y decidimos que lo mejor era que se quedaran con mis padres en México hasta que pudieran cruzar la frontera”, relata.

Tras largas noches de frío durmiendo a la intemperie y sin ni siquiera poder asearse, Martina logró cruzar la frontera con ayuda de un “coyote”, como se conoce en el país azteca a los traficantes de personas, que reciben una importante cantidad de dinero a cambio de guiar a los “peregrinos” hacia EE.UU.

Unos años más tarde, con tan solo 14 años, también consiguió llegar a Estados Unidos una de las hijas del matrimonio, Rosaura (25 años), la madre de su nieto Eduardo. Sin embargo, los otros tres hijos no han logrado llegar a suelo americano, ya que los interceptaron en la frontera hace unos años cuando iban en camino del abrazo de sus padres. Por eso, Martina quiere pedir al Papa que medie para que su familia se una después de 17 años. “Él ha ayudado a mucha gente y le quiero pedir este favor. Voy a intentar acercarme a él, porque no tengo nada que perder”, indica.

Una vida humilde

La vida de Martina y su familia en El Barrio es “igual de humilde que en Guerrero”, subraya. Manuel trabaja 14 horas diarias en un restaurante asiático y ella permanece en casa al cuidado de sus hijos. Varias veces en semana se acerca al centro que las Hermanitas de la Asunción tienen en East Harlem. Y es que las religiosas llevan varios años proporcionando comida y cuidados a la familia de Martina. “Una amiga me dijo que viniera porque en el centro daban comida a inmigrantes. La verdad es que las Hermanitas me han ayudado mucho”, señala.

Pero el centro no solo se encarga de proveer de alimentos a los inmigrantes, sino que inciden en la educación de los más pequeños. De hecho, Fabiola está en un programa de apoyo al estudio con un mentor asignado porque es muy buena estudiante y las Hermanitas de la Asunción quieren asegurarle el éxito en su carrera académica. Martina está feliz por ello, ya que “en Estados Unidos tienen la oportunidad de formarse, porque en Guerrero no podrían haber estudiado”, recalca.

La mexicana habla casi a diario con los tres hijos que a día de hoy permanecen en México. “Cuando llegué aquí hace 14 años era imposible comunicarnos”, recuerda. No obstante, “ahora tenemos teléfono en casa y es más fácil”, añade. Sin embargo, no es suficiente, porque siguen siendo muchos los kilómetros que les separan. Martina necesita tocar a sus hijos y sufre pensando en las condiciones en las que viven en Guerrero. “En nuestro pueblo no hay ni siquiera supermercado, y cada vez que tienen que comprar comida hay que ir muy lejos”, comenta. Y es que “ellos también tienen el sueño de venir con nosotros porque allí no hay posibilidad de que encuentren empleo. Hay mucha pobreza. La gente que trabaja es en negocios propios o limpiando casas”, relata a esta revista.

Cada día que pasa los nervios crecen en la casa de Martina. Queda poco tiempo para poder ver al Papa de cerca y hacerle partícipe del drama de la inmigración clandestina desde Centroamérica hacía Estados Unidos. “Estoy muy esperanzada de que pueda escucharme y me ayude”, señala. Martina nunca se esperó que las Hermanitas de la Asunción eligieran a su familia para representarles en el encuentro con inmigrantes organizado por Cáritas Nueva York en el gimnasio de la escuela católica Our Lady Queen of Angels, en East Harlem.

Ella recuerda que una de las hermanas le llamó a casa hace algunas semanas para decirle que tenían que hablar. Después de hacerle varias preguntas, la religiosa le dijo que su familia había sido seleccionada para reunirse con Francisco. Lo único que Martina acertó a preguntar fue: “¿Por qué?”. La hermana le contestó que su familia es un claro ejemplo del drama de la inmigración de tantos centroamericanos que cruzan la frontera en busca del sueño americano. “Cuando se lo dije a mi marido se sorprendió muchísimo, no se lo esperaba, porque como somos inmigrantes…”, dice mientras su voz se apaga, resignada ante la poca costumbre de que se les tenga en cuenta por no ser norteamericanos.

Emoción ante la visita

Varias madres del centro de las Hermanitas, en Harlem, preparan las flores para la visita del Papa

Varias madres del centro de las Hermanitas, en Harlem, preparan las flores para la visita del Papa

Los dos hijos pequeños de Martina y su nieto están “muy emocionados” por su encuentro con el Sumo Pontífice. “Muchos niños quisieran estar en su posición. Son unos privilegiados”, cuenta, emocionada, la mexicana. Su hija mayor, Rosaura, y su otro nieto no podrán asistir al acto, porque el bebé de un año está hospitalizado casi desde que nació. “También le pedí al Papa en mi carta que rezara por él, porque mis hijos tienen muchas ganas de que esté con nosotros en casa y no tener que ir a verlo a un hospital. Ahora, gracias a Dios, está mucho mejor de su enfermedad”, explica Martina.

La mexicana espera poder entregar al Pontífice una servilleta que le ha bordado. Martina ha estado trabajando durante varios días con sus agujas para poder ofrecerle un pequeño presente a Francisco, porque “es un Papa muy bueno. A él no le importa la raza o la religión de la gente, se acerca a todas las personas que lo necesitan. En México, las mujeres tenemos la costumbre de bordar para personas especiales como él”, dice la mujer.

La realidad es que el propio Francisco pidió reunirse con un grupo de inmigrantes a su llegada a la Gran Manzana, ya que los siente muy cerca. El Papa ha hablado en numerosas ocasiones de las miles de familias que abandonan cada año sus hogares huyendo del hambre o de la guerra. Por eso, acompañará a casi 200 personas durante alrededor de dos horas en su visita a El Barrio. Martina espera ansiosa la llegada de Francisco con la esperanza de que pueda interceder para conseguir su sueño: volver a tener a su familia unida.

Las Hermanitas, el alma de East Harlem

Once millones de inmigrantes ilegales residen en Estados Unidos. Las Hermanitas de la Asunción, establecidas en El Barrio –East Harlem– desde 1958, ayudan a unas 2.000 personas al año, la mayoría de ellos centroamericanos que han cruzado la frontera. El centro que la organización tiene en este barrio, eminentemente latino, pone el foco en la familia. Para ellas diseña programas de ayuda en todos los aspectos que necesitan. “Desde hace 50 años estamos llevando a cabo la misión de nuestras fundadoras, las Hermanitas de la Asunción, de ayudar a los más vulnerables”, recordó Traci Lester, directora del centro de las religiosas. Asimismo, añadió: “Es un honor dar la bienvenida al Papa en East Harlem y compartir con él nuestro servicio a los vecinos”. Además, esta orden de religiosas guarda una vinculación muy especial con el actual Pontífice, ya que las Hermanitas de la Asunción de Argentina atendieron a la madre de Francisco y a él mismo cuando era un niño. De hecho, en 2010, el entonces arzobispo de Buenos Aires presidió la celebración del centenario de las religiosas en Argentina.

En el nº 2.956 de Vida Nueva

 

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