Bernardito Auza: “La Santa Sede es la guardiana de la paz entre los pueblos del mundo”

  • El observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas conversa con Vida Nueva sobre los preparativos del viaje del Papa a la ONU
  • “El Vaticano ofrece su contribución a la construcción de un mundo en el que todos los pueblos y naciones se ayuden mutuamente”, asegura
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América se prepara para recibir al papa Francisco en Cuba y Estados Unidos. Como momento destacado de su viaje, el 25 de septiembre visitará la sede de la ONU en Nueva York. Allí se dirigirá a la Asamblea General de Naciones Unidas en un año histórico: se cumplen 70 años de su fundación. Pero no solo eso: este 2015 también acaba el plazo marcado para los Objetivos de Desarrollo del Milenio y se aprobará la nueva agenda de desarrollo, que incluye entre sus objetivos adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, con la encíclica Laudato si’ como telón de fondo.

Sobre esta visita y el papel de la Santa Sede ante las naciones ha conversado con Vida Nueva Bernardito C. Auza, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, cargo que desempeña junto con el de observador permanente de la Santa Sede ante la Organización de los Estados Americanos (OEA). Hasta antes de su nombramiento, fue nuncio en Haití, donde coordinó la ayuda tras el terremoto de 2010.

PREGUNTA.- Pese a no ser miembro de la ONU, la Santa Sede cuenta con una posición privilegiada como observador permanente…

RESPUESTA.- La vocación principal de la Misión es dar a conocer la experiencia milenaria de la Iglesia católica y ponerla a disposición de Naciones Unidas. Así, colabora para que la ONU alcance sus objetivos principales, entre ellos, acabar con el flagelo de la guerra en el mundo y promover el respeto de los derechos humanos fundamentales. Como Pablo VI afirmó en su discurso ante la Asamblea General de la ONU el 4 de octubre de 1965, la contribución de la Santa Sede a la labor de Naciones Unidas proviene de “nuestra experiencia histórica” ​​como “expertos en humanidad”. Además, la Santa Sede y la ONU comparten muchos objetivos comunes y ofrece a la comunidad internacional su punto de vista y experiencia sobre dichos temas.

P.- ¿Por qué es tan importante para la Iglesia estar presente en la ONU?

R.- Con su presencia, la Santa Sede afirma su estima por Naciones Unidas como un foro que representa a todas las naciones del mundo. La ONU puede tener sus defectos, pero la Santa Sede aún cree que sigue siendo la guardiana, por así decirlo, de los ideales de paz y armonía entre todos los pueblos del mundo. Es un espacio legítimo de debates y discusiones sobre cuestiones de trascendencia mundial.

Por otra parte, las cuatro visitas que los tres papas anteriores realizaron a la sede de Naciones Unidas en Nueva York son también manifestaciones de la importancia y el reconocimiento del Vaticano a esta organización. Pablo VI participó en la Asamblea General de la ONU el 4 de octubre de 1965; Juan Pablo II, el 2 de octubre de 1979 y el 5 de octubre de 1995; y después, Benedicto XVI el 18 de abril de 2008.

Pablo VI realizó en su discurso “una ratificación moral y solemne de esta noble institución” y afirmó que “esta organización representa el camino obligado de la civilización moderna y de la paz mundial”. En esta misma línea, Juan Pablo II dijo a los líderes mundiales al inicio de su mensaje a la Asamblea General con motivo del 50º aniversario de Naciones Unidas: “Dirigiéndome a esta distinguida Asamblea, tengo el absoluto convencimiento de estar hablándole a toda la familia de los pueblos que viven en la faz de la tierra. Mis palabras son una muestra del interés y la estima de la Sede Apostólica y de la Iglesia Católica por esta institución”. Benedicto XVI hizo la misma afirmación: “Mi presencia en esta Asamblea es una muestra de la estima a esta organización, y pretende expresar la esperanza en la organización como un signo de unidad entre los estados y un instrumento al servicio de toda la familia de la humanidad”.

Evidentemente, la presencia de la Santa Sede en Naciones Unidas también demuestra la voluntad de la Iglesia católica de colaborar con esta organización internacional, ofreciendo su contribución a la construcción de un mundo en el que todos los pueblos y naciones se ayuden mutuamente. De hecho, la Santa Sede ha participado siempre en las asambleas de la ONU, manifestando así su posición como un actor internacional.

Cada vez más visible

P.- ¿En qué consiste su trabajo como observador permanente?

R.- Mi principal cometido es representar a la Santa Sede, y al Santo Padre en particular, en el corazón de la “familia de naciones”. Creo que este papel ha sido cada vez más visible en las últimas décadas. Buena muestra de ello es la repercusión de las acciones de los anteriores y el actual papado. Han ganado cada vez más atención en la comunidad internacional. Por otra parte, el estatus de la Santa Sede como observador permanente ante Naciones Unidas se formalizó en 2004 con la Resolución 58/314, no aprobada en votación sino por aclamación (la forma más solemne de adopción de una resolución o decisión) de la Asamblea General.

Mi papel como observador permanente se define en dicha resolución, como, por ejemplo, el derecho a participar en la Asamblea General, a realizar intervenciones y el derecho de réplica. Las dos únicas limitaciones explícitas al papel de la Misión Permanente de Observación de la Santa Sede son el derecho al voto y el derecho a presentar candidatos para las distintas oficinas. El objetivo general de la misión de un observador permanente es siempre el mismo, es decir, mostrar las enseñanzas del Evangelio y brindar la experiencia de la Iglesia al complejo entramado de las relaciones internacionales y los debates internacionales sobre los problemas que enfrenta nuestro mundo.

P.- Ha participado en foros tan diversos como el Consejo de Derechos Humanos, la conferencia anual de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) o el Consejo de Seguridad de la ONU sobre niños y conflictos armados. ¿Qué temas de la agenda de la ONU son los más sensibles para el Vaticano?

R.- Los valores fundamentales que la Santa Sede y la Iglesia católica buscan compartir con la comunidad internacional van en la misma línea que los mensajes que difundimos a diario en nuestras declaraciones y actividades: la paz, la fraternidad universal, la solidaridad, el manejo adecuado del medio ambiente, la justicia, el desarrollo sostenible equitativo, la resolución de conflictos… Al igual que en los últimos años, la Santa Sede reafirma sus posiciones sobre determinadas cuestiones morales y sociales polémicas, como el aborto, la familia, el matrimonio y la pena de muerte, así como en temas como la migración, la trata de personas o la violencia contra las mujeres y las niñas.

P.- En el ámbito internacional, tiene especial relevancia la posición de la Santa Sede sobre el conflicto palestino-israelí…

R.- La Santa Sede apoya una solución de los dos estados, Israel y el Estado de Palestina. Ambos, con el apoyo vigoroso de los órganos competentes de la ONU y de la comunidad internacional, deben trabajar para lograr el objetivo final, que es la realización del derecho de los palestinos a tener su propio estado, soberano e independiente, y el de los israelíes a la paz y la seguridad. El papa Francisco también lo reafirmó durante su visita a Oriente Medio: “Ha llegado el momento de que cada uno encuentre el valor para forjar una paz basada en el reconocimiento por parte de todos del derecho de los dos Estados a existir y vivir en paz y seguridad dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas”.

Obviamente, la Santa Sede tiene consideraciones especiales para Jerusalén, la Ciudad Santa para las tres religiones monoteístas, por su valor único; no solo para la región, sino también para el mundo entero. Por lo tanto, Jerusalén es y tiene que ser un símbolo universal de la fraternidad y la paz. La Santa Sede quiere preservar la singularidad de los llamados lugares sagrados de la ciudad, para que en el futuro ninguna de las partes ni de las tres religiones pueden reclamarlos exclusivamente para sí, ya que son parte del patrimonio de todo el mundo. La Santa Sede considera que la universalidad y singularidad de Jerusalén estaría mejor preservada por un estatuto especial garantizado internacionalmente.

Bernardito Auza. Observador Permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas P.- Francisco se ha convertido en un líder internacional en la lucha por la justicia social, y la expectación generada por su visita a Naciones Unidas así lo demuestra. ¿Qué actos de su agenda cabe destacar?

R.- Acudirá a la Asamblea General, se reunirá de manera privada con el secretario general de la ONU y el presidente de la Asamblea General y, por supuesto, visitará a nuestro personal en Naciones Unidas. De hecho, la visita de Francisco es la forma más adecuada de celebrar el 50º aniversario de la primera visita del papa a la ONU y el 70º aniversario de la fundación de Naciones Unidas.

 

Un apellido vasco

Bernardito Auza. Observador Permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas Nacido en Talibón (Filipinas) el 10 de junio de 1959, ha servido a la Santa Sede en Madagascar, Bulgaria y Albania. Su formación es, al igual que su trayectoria profesional, internacional. Sin embargo, gran parte de su educación tiene esencia española, concretamente, dominica. Estudió Filosofía y Teología en la Pontificia y Real Universidad Católica de Santo Tomás de Manila entre 1977 y 1986, donde obtuvo la licenciatura en Filosofía, Teología y una maestría en Educación. La mayoría de sus profesores de Filosofía y Teología eran españoles. Después, se formó en Roma, donde se licenció en Derecho Canónico y se doctoró en Teología en la Pontificia de Santo Tomás, institución que también cuenta con profesorado de origen español. “Gracias a ellos, he llegado a conocer España. Estoy profundamente agradecido a mis profesores y amigos, me siento orgulloso de mi educación española”.

Bernardito asegura que su amor y profundo interés por nuestro país procede de las raíces históricas que lleva, incluso, en su apellido. “Mis amigos en el País Vasco me animaron a visitar incluso pequeños pueblos de la región, como uno llamado Auza, en el Valle de Utlzama, Navarra, donde algunos todavía llevan el apellido Auza. ¡Incluso visité las cuevas de las brujas en Zugarramurdi!”, recuerda ilusionado.

Así, alardea de conocer de Finisterre a Cabo de Gata. Además, cursó “nuevos estudios” de español en Madrid y, durante esa etapa, visitó –algunos en repetidas ocasiones– los enclaves religiosos y turísticos: “De Covadonga a Loyola, de Barcelona a San Sebastián… Visité los lugares importantes en la historia de Filipinas, como Sevilla, el monasterio de Montserrat en Cataluña y el convento de San Esteban en Salamanca. Tampoco me perdí las maravillosas catedrales de España ni los iconos de su espiritualidad, como Ávila y Santo Domingo de Silos”, asegura Auza.

 

 

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