La querencia

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La tierra y la sombra, película colombiana premiada en la última versión del festival de Cannes como mejor ópera prima, no oculta las referencias implícitas en su registro visual. Mateo Guzmán, director de fotografía, explica que la duración de los planos en el film dialoga con el pensamiento del ruso Andrei Tarkovski, para quien el tiempo en las secuencias del cine está asociado a la duración de los sentimientos de los personajes.

El crítico Pedro Adrián Zuluaga ha señalado que existen dos niveles de interpretación al momento de acercarse a esta película: el nivel de la problemática social que denuncia, esto es, la opresión de los campesinos bajo el yugo de la agroindustria, y el nivel de la pretensión estética a partir de la cual la historia es contada de manera lenta, poética y simbólica. La presente lectura de La tierra y la sombra se sitúa a nivel de este segundo ámbito hermenéutico.

Escribir con llanto

La historia es simple, pero las imágenes con que es narrada ahondan la complejidad de los sentimientos que albergan los principales personajes. Éstos últimos forman parte de una familia campesina cuya tierra permanece bajo su propiedad, contra toda esperanza, a pesar de que enormes plantaciones de caña se extienden a su alrededor. Una amenaza en crecimiento frente a la autodeterminación, la salud y una forma de vida que halla asiento en el amor por lo propio.

La figura del hijo enfermo que se aferra a la madre y se niega a abandonarla se convierte en metáfora de una cultura unida amorosamente a la tierra, que agoniza frente al avance de los intereses exclusivamente económicos sobre un territorio. Hay muchas más en la red de analogías que establece el film. El oyente de la Palabra es también aquel hombre capaz de distinguir el lenguaje implícito de la naturaleza. Cuando la avaricia se impone sobre la creación, la voz de los pájaros es prescindible: no devenga ni representa lucro para el patrón. Un anciano intenta enseñarle a su nieto que hay que cuidar el terruño y sus creaturas; el mundo le enseñará lo contrario: que la tierra es para extraer objetos de transacción. Entonces, la fraternidad desaparece. Como desaparecen las prácticas tradicionales de producción, los pequeños rituales cotidianos de la vida campesina, la gratuidad de expresar afecto hacia la querencia.

Una canción se repite una y otra vez en la película: Amor se escribe con llanto. Una canción colombiana sobre un sentimiento universal. La tierra y la sombra se detiene en una historia local y alcanza lo que pocas películas colombianas: universalizarse. Lo hace dialogando con otras tradiciones cinematográficas y apelando a una exigencia global frente a los desprotegidos de todos los tiempos y lugares: la solidaridad.

Miguel Estupiñán

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