Francisco, un acercamiento pastoral y político

La primera gira del papa Francisco por Hispanoamérica es susceptible, al menos, de dos análisis diversos y complementarios: el pastoral y el político. En el primero se puede considerar su auténtica preocupación por llegar con el Evangelio a los pobres y los oprimidos, en quienes advierte la riqueza espiritual que expresa la religiosidad popular y la solidaridad comunitaria.

Vale la pena leer su exhortación apostólica (Evangelii gaudium) y su encíclica (Laudato si’) para conocer el contexto de muchas de sus afirmaciones y su visión de la Iglesia y de los desafíos que enfrenta en la sociedad contemporánea. En el segundo aspecto, Jorge Mario Bergoglio deja entrever su profunda vocación política (entendida aquí como una suerte de sacerdocio), que le permitió durante casi toda su vida ir al encuentro de las realidades más duras y de las personas más dispares, siempre con profundo respeto e interés.

El Papa sabe de qué se habla cuando afloran los temas de exclusión, miseria, derechos humanos y manifestaciones de las culturas populares. Y lo sabe por experiencia personal y directa, a la que ha entregado los mejores años de su existencia. A nadie le debe su capital político: ni a los grupos influyentes en nuestro país ni a potenciales lobbies en la curia romana. Él fue solo por la vida.

Consciente de su propia autonomía, pagó los costos más altos (nada desdeñable fue su enfrentamiento con el matrimonio Kirchner y con grupos de presión tanto mediáticos como sociales o religiosos). En ese sentido, su papado no tiene deudas que pagar: él se siente un hombre libre, aun si se equivoca o pierde en la partida.

Su historia local conoció tanto la acusación de Néstor Kirchner de que era jefe de la oposición y enemigo del proyecto como de las dobleces de Horacio Verbitsky y las oscuras traiciones de algunos minúsculos pero otrora poderosos sectores de la jerarquía eclesiástica. Bergoglio no teme a sus enemigos y conoce las luchas por el poder. Su autoridad radica en lo genuino del testimonio y en una extraordinaria habilidad e inteligencia.

Algunos argentinos no le perdonan que haya recibido tantas veces a la presidente Cristina Fernández de Kirchner. Otros tantos alimentan una mítica esperanza detrás de esos encuentros. Ni lo uno ni lo otro. Bergoglio no dará explicaciones de sus gestos y sus palabras. Tampoco regalará nada. Que cada uno se haga cargo de su historia y de sus responsabilidades.

Si después estamos de acuerdo o no con él, tal como entiende y practica la función del pontífice y en la autoridad de sus palabras en temas que no son de su específica competencia, ese es otro tema. En la historia fueron tantos los papas y sus usanzas, aciertos y errores, que no sería fácilmente posible escribir ahora páginas rectilíneas al respecto.

En su reciente viaje por nuestro continente dijo cosas y calló otras. Cuentan, en todo caso, los entusiasmos que despertó y las personas que se sintieron realmente cercanas a este obispo de Roma, comprendidas por él. Lo cual no es poco.

José María Poirier, Director de la revista Criterio

Compartir