Rectora: un tiempo nuevo

JACINTO NÚÑEZ | Decano de la Facultad de Teología de la UPSA


Hace solo unos días se ha hecho público el nombramiento de la profesora Myriam Cortés Diéguez como nueva rectora de la Universidad Pontificia de Salamanca. Probablemente, para muchos, esta noticia supone una sorpresa. La institución universitaria, de tanta raigambre en Salamanca, no había conocido hasta ahora una mujer sentada en el sillón rectoral. Es más, muchos habrían esperado que, llegado el caso, eso ocurriera en la Universidad de Salamanca (USAL), pero no en la Pontificia (UPSA).

Afortunadamente los procedimientos, por muy reglados que estén, no dejan de ofrecer sorpresas. Cuando podría parecer que el rector de la ‘Ponti’ había de ser un sacerdote, los procedimientos estatutarios han permitido que sea rector un laico, más aún, una laica, casada y madre de familia. Es la norma establecida la que ha hecho posible que el gran Canciller, el obispo diocesano Carlos López, oídas probablemente muchas personas de la Universidad, haya propuesto a esa candidata; que la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española la haya elegido; y que, finalmente, la Congregación para la Educación Católica haya procedido a su nombramiento. Todo conforme a la norma, y no por eso menos sorprendente.

Pero la sorpresa no es casualidad. Por una parte, creo que el ambiente eclesial creado por el papa Francisco favorece que se viva con toda naturalidad lo que en otros casos, aun siendo posible estatutariamente, hubiera podido resultar chocante. No les falta razón en ese sentido a los que interpretan este nombramiento en el marco de ese ambiente.

Por otra parte, la nueva rectora es una persona cualificada, tanto desde el punto de vista académico como de la gestión. Siendo bien joven, accedió a la Cátedra de Derecho Eclesiástico del Estado en la Facultad de Derecho Canónico, y es profesora, también, de la de Teología. Ha sido vicedecana y decana de su Facultad, así como secretaria general de la Universidad. En el desarrollo de todas esas tareas ha demostrado siempre “buen sentido”, equilibrio y determinación, así como un vivo sentido eclesial. Condiciones todas ellas que permiten esperar un rectorado fecundo.

La rectora representa un tiempo nuevo. Precisamente por ser una universidad católica, más aún pontificia, y perteneciente a la Conferencia Episcopal Española, no debería resultar extraño que tenga al frente, finalmente, a una mujer. Si es verdad que una imagen vale más que mil palabras, no se hace necesario, por esta vez, ningún discurso sobre el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

Un último detalle. El decreto del nombramiento trae fecha de 27 de agosto, fiesta de santa Mónica –lo dice explícitamente–, madre del gran Agustín. No es coyuntural. Es seguramente una finezza vaticana. Que el recuerdo de aquella gran madre sea augurio de una rectora “magnífica”.

Mucha suerte.

En el nº 2.954 de Vida Nueva.

 

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