¿Por qué cerraron las escuelas radiofónicas?

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Los cuatro millones de campesinos alfabetizados por Acción Cultural Popular (ACPO) a través de Radio Sutatenza debieran ser argumento suficiente para que esa obra hubiera sobrevivido.

Cada uno de esos campesinos puede contar historias casi iguales sobre esos años 50, cuando los radios del padre José Joaquín Salcedo los convencieron de la necesidad de aprender a leer y escribir.

Todo comenzó con esos radios baratos que compraban en las casas curales. Ellos los entronizaban en el centro de la sala, los encendían a las seis de la tarde para rezar el Rosario en familia, y seguían después con las clases hasta las ocho. Volvían a la radio a las seis de la mañana para las clases, hasta las ocho cuando salían a trabajar en el campo.

fundacionacpo4Esos radios que solo sintonizaban a Radio Sutatenza cambiaron las costumbres y la vida de campesinos de todo el país. Una de las cartas escritas en aquellos años, con esa letra fea e irregular del adulto que se atreve a dibujar letras, hace constar: “aprendí a leer y escribir y esta es mi primera carta escrita con mi puño y letra”. Otra carta registra un legítimo orgullo: “Cada día me siento más grande. Mi escuela son mis siete hermanos y mi papacito que es el Auxiliar inmediato”.

Este Auxiliar inmediato era en la escuela doméstica campesina el intermediario entre el locutor invisible pero omnipresente en las clases y el campesino estudiante. Seguía y hacía seguir las indicaciones de la radio. Entregaba las cartillas, cuadernos y lápices al comenzar la clase y los recogía al final. Asistía a la familia o al grupo para hacer las tareas que promovía la radio: la huerta casera, el foso de abono, el rebaño de ovejas, el establo. Con los estudiantes aprendía a hacer quesos, a cuidar los sembrados o a cosechar las verduras. Otros días la clase era sobre cocina y la seguían cerca del fogón de la casa.

Con mi papacito, que era el Auxiliar, arreglábamos la casa y sembrábamos árboles frutales”, se lee en otra de las cartas.

Es posible leer hoy esos recuerdos consignados en cartas, porque otra de las tareas de la escuela radiofónica era estimular a los campesinos para que escribieran cartas a la radio, que, sin falta, respondía: “se sentía una felicidad grande cuando se recibía respuesta. Es bonito saber que para alguien uno era importante”. En la Biblioteca Luis Ángel Arango existe un archivo con un millón de esas cartas.

Una realidad excelente

Algunos de los auxiliares inmediatos eran seleccionados para seguir estudios en el Instituto Campesino o en Sutatenza, Boyacá, o en Caldas, Antioquia. “No sabía que había institutos; de allá salían guías en otras escuelas. Me convertí en uno de ellos y recorrí el país dando conocimientos a otros”. En otra carta una campesina cuenta que los domingos toda la familia recorría los cinco kilómetros hasta el pueblo para asistir a la misa; después iban a la casa cural a comprar el periódico El Campesino, que circulaba por todo el país. Regresaban a casa para leer en común el periódico y escuchar los programas dominicales de la Radio Sutatenza.

El periódico circulaba los domingos con noticias, técnicas de cultivos, notas sobre economía agraria, sobre mejoras en la vivienda y cartas. En una de las cartas un campesino anotaba con orgullo: “Ya compramos y leemos los libros de la Biblioteca Campesina”. Estos libros, en ediciones baratas, fueron parte de los servicios de la escuela radiofónica.

Un informe de Unesco destacó en aquellos años los “notables resultados para alfabetización de masas, más aún, para la elevación de su nivel de vida”.

Aunque algunos calificaron el sistema de la radio, con estación fija, como método nazi contrario a la libertad, el presidente Lleras Camargo vio, en cambio “una realidad excelente, un símbolo de lo que cada uno debiera hacer por sus compatriotas. Lo que aquí se hace se puede repetir en todas partes”.

Sí, no hay justificación alguna para la desaparición de las Escuelas Radiofónicas. Son poderosas las razones que indican que esas escuelas deberían existir todavía.

ACPO trabaja en pro del desarrollo integral del pueblo colombiano, en especial de los campesinos

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Javier Darío Restrepo

Director Revista Vida Nueva Colombia

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