Leonardo da Silva: “Ojalá no vuelva la rutina después de la visita del Papa”

Capellán de la cárcel de Palmasola (Bolivia)

Leonardo da Silva, sacerdote, capellán de la cárcel de Palmasola, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, que visitó el papa Francisco en julio de 2015

Texto y fotos: ÁLVARO DE JUANA, enviado especial | La cárcel de Palmasola, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), recibió el pasado 10 de julio la visita del papa Francisco. El encargado de presentarle la realidad de la prisión más peligrosa del mundo, convertida en una auténtica ciudad aislada, fue Leonardo da Silva Costa, sacerdote miembro de la Congregación del Espíritu Santo (CSSp). Es párroco en la zona sur de Santa Cruz, vicario episcopal, coordinador nacional de la Pastoral Penitenciaria y encargado de Palmasola. El sacerdote relata a Vida Nueva lo que habló con Francisco, la reacción de los reclusos y si tienen miedo a sufrir represalias después de lo que ellos mismos compartieron en público ante el Papa.

PREGUNTA.- ¿Qué le han comentado los reclusos tras el encuentro con el papa Francisco?

R.- Acompañé al séquito papal hasta la puerta principal de salida de la cárcel. Recibí la invitación para ir al aeropuerto a despedirnos de él, pero decidí quedarme en la cárcel para disfrutar un poco más de todo aquel aroma de santidad, de paz, alegría, silencio. Porque parecía un nuevo Pentecostés. Me llamó la atención que la gente hablaba, quería contar lo que escuchó, lo que vio, lo que tocó, cómo se sentía, qué pensaba y cómo sería la vida de allí en adelante. Las lágrimas se entremezclaban y los ojos se llenaban de alegría y esperanza. Algunos se preguntaban cómo era posible que el representante de Cristo en la tierra hubiese ido a verles. La policía, los agentes de seguridad penitenciaria, salían con una alegría inusual, fraternal, una sonrisa inigualable… Fue una revolución de amor. Incluso personas no católicas decían: “¡Qué gracia!”.

P.- Algunos presos contaron la crueldad a la que son sometidos en Palmasola. ¿Cree usted que sufrirán represalias?

R.- Los tres que dieron su testimonio contaron públicamente su vivencia y la de sus colegas encarcelados. Es la realidad carcelaria de Bolivia. Creo que incluso han sido muy suaves en sus denuncias. No se ha dicho todo. No se puede tapar el sol con el dedo. Estaban presentes todas las autoridades que tienen la potestad de gestionar, administrar, decidir e implementar las políticas penitenciarias en el país. No escucharon novedades ni sorpresas. Es una realidad conocida. Fue un grito de ayuda, auxilio, socorro y hasta desesperación aprovechando la presencia del Papa, para que se promueva un cambio estructural. Los privados de libertad están encarcelados, apartados de la sociedad; sin embargo, no están privados de hacer análisis de la realidad, brindar aportes reflexivos desde el conocimiento de las cárceles por dentro con el objetivo de mejorarlas. Aún creo en la democracia, en las buenas intenciones, en la conciencia ética, moral, en el rescate de los valores dormidos en cada uno. Ellos pidieron que el Papa “sea portavoz y haga conocer las constantes violaciones a sus derechos fundamentales”.

P.- Ahora toca recuperar la rutina de la prisión…

R.- Está prevista la evaluación de todo lo organizado, articulado y vivido con los delegados de los privados de libertad, autoridades y la Iglesia. Ojalá no vuelva la rutina, porque en ella están las lágrimas, el dolor, el escándalo extremo de violación a la dignidad humana. Queremos sacar el máximo provecho de esta visita pastoral, achicando las rejas, impulsando una justicia restaurativa, reduciendo los muros y cerrando las heridas abiertas.

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En el nº 2.952 de Vida Nueva

 

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