“Grecia no teme a la pobreza, sino al futuro”

Popes ortodoxos asisten a la toma de posesión de varios ministros julio 2015

Inmune a los cambios políticos, la Iglesia ortodoxa mantiene su posición privilegiada

Popes ortodoxos asisten a la toma de posesión de varios ministros julio 2015

Popes ortodoxos asisten a la toma de posesión de varios ministros

AITOR SÁEZ (ATENAS) | El apóstol Pablo de Tarso entró a Grecia por Salónica hacia el año 45 a.C., en un viaje que marcó el inicio del cristianismo en el país. Casi dos milenios después, en esa misma ciudad, un partido político, Syriza, elaboró un programa que contemplaba la separación entre la Iglesia y el Estado. Aunque reculó sin vacilar en esa cuestión una vez llegó al poder, incluso antes.

Durante la campaña electoral, el actual primer ministro, Alexis Tsipras, celebró la Epifanía ortodoxa junto al arzobispo Ieronymos. El mismo líder de la Iglesia helena dio su apoyo tácito al mandatario y, más tarde, en mayo, puso a disposición del Gobierno las tierras del clero para aliviar la crítica situación financiera del país.

Ese ofrecimiento ya se produjo en 2011, bajo la legislatura de los socialistas del Pasok. La propuesta consiste en que el Estado pudiese explotar los terrenos de la Iglesia, ahora catalogados como “bosques”, para desarrollar actividades agrícolas que reportasen ingresos a las arcas públicas. Sin embargo, en sendas ocasiones esa oferta no llegó a materializarse por falta de un marco legal. Syriza debería modificar la ley sobre el uso de tierras, pero las dificultades para legislar durante su turbulento mandato han retrasado cualquier acción.

Ningún griego se escandalizó por ese ofrecimiento del arzobispo Ieronymos a un Gobierno teóricamente laico. Tal y como explica a esta revista Omiros Tsapalos, profesor de Política en la Universidad de Atenas, la ruptura entre el Estado y la Iglesia es “inconcebible en un país tan creyente como Grecia”. Por eso era “indispensable” para Tsipras entenderse con ella.

Una cooperación que se enfrió con la convocatoria del referéndum sobre la propuesta de los acreedores, pues el mismo Ieronymos defendió el ‘sí’ en la votación.

La fuerte religiosidad de la sociedad helena (un 97% ortodoxa) otorga un papel crucial a la Iglesia como pilar de la estabilidad. En declaraciones a Vida Nueva, el secretario del Arzobispado de Atenas, el padre Yorgos Tanakis, cuenta que “el respeto hacia el clero entre la población se ha forjado a partir del sacrificio de los popes (curas ortodoxos), como luchar en la II Guerra Mundial”.

No obstante, en el último lustro el poder eclesiástico ha perdido prestigio y ha sido acusado –también por miembros de Syriza– por sus privilegios fiscales y su opacidad. Si se excluye la Administración pública, la Iglesia griega es el ente con mayor volumen de posesiones: 90.000 m2 de inmuebles urbanos, 4.000 hectáreas de tierras agrícolas y 113.000 hectáreas de bosques. Por esas propiedades la Iglesia pagó algo más de 12 millones de euros en 2011, según datos fiscales del clero.

Asimismo, el Estado griego destina unos 250 millones de euros anuales al pago de salarios y pensiones de los cerca de 10.000 popes, que, además, gozan del estatus de funcionario. En comparación, España desembolsa una suma similar para financiar al clero católico, pero teniendo en cuenta que el tamaño de Grecia es cuatro veces menor –11 millones de habitantes­–, el gasto público dedicado a la Iglesia se dispara en el caso heleno. Esa relación se estableció por un contrato firmado en 1833, cuando el Estado expropió dos tercios de las tierras de la Iglesia, a cambio de abonar los salarios a los religiosos.

Acciones caritativas

En el último lustro, la Iglesia ortodoxa ha reforzado su presencia a través de una densa red de acciones caritativas –con frecuencia coordinadas junto con administraciones locales encabezadas por Syriza–, como comedores sociales, asistencia sanitaria o el pago del agua y la luz para las familias más desfavorecidas. Por el centro social de Omonia, uno de los barrios más pobres de Atenas, pasan unas 200 personas al día, según indica Kostas, voluntario, quien asegura que con el estallido de la crisis “ahora vienen también griegos, y no solo inmigrantes”.

“La Iglesia es como una madre para los griegos, donde saben que siempre pueden acudir”, asegura el padre Yorgos, aunque matiza que “el objetivo no debe ser cubrir el vacío en los servicios sociales del Estado, sino dar apoyo espiritual”. Para él, “el principal problema en Grecia no es la pobreza, sino el miedo al futuro”.

Ante ese porvenir, los griegos continúan santiguándose al pasar por delante de un templo, muestra del arraigo religioso en la sociedad. Un sello de identidad que blinda a la Iglesia ortodoxa de presunciones políticas, por muy izquierdista que sea el Gobierno.

En el nº 2.951 de Vida Nueva

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