Que la Tierra no se ‘desmadre’

María Ángeles Fernández, periodista, directora de Últimas preguntas (TVE)

María Ángeles Fernández, periodista, directora de Últimas preguntas (TVE)MARÍA ÁNGELES FERNÁNDEZ | Directora de Últimas preguntas (TVE)

Quito, Ecuador. Más de un millón de personas esperan al papa Francisco para participar con él en la Eucaristía que va a presidir en el Parque del Bicentenario. A su paso en el papamóvil, le llaman, le saludan. El les sonríe, les bendice. Inesperadamente, Francisco se agacha y toca el hombro del conductor del vehículo para pedirle que se detenga. ¿Con quién se habrá encontrado esta vez? Es una mujer centenaria, a la que el equipo de seguridad eleva en su silla de ruedas para que el Papa la acaricie con ternura y la bendiga.

Con la agudeza a la que ya nos tiene acostumbrados, Francisco ha sido capaz de distinguirla entre los asistentes. Esta mujer, Laura Camacho, es solo uno de los rostros femeninos desvelados en la visita del Papa a Ecuador, Bolivia y Paraguay. Tal vez esta mujer es una de tantas que, siguiendo el ejemplo de María, confían en Dios y encuentran en Él la fuerza “para que esta Tierra no se desmadre”.

Por cierto, qué gran significado alberga este giro coloquial elegido por Francisco en Paraguay, cuando habló de la mujer paraguaya como la más gloriosa de América. Y es que la separación de la madre, la discriminación de la mujer, el alejamiento de sus dones, de sus valores y virtudes, de su genio femenino, nos empuja “a un mundo estéril”, como denunció el Papa el Día de la Mujer.

En Bolivia, Francisco también se conmovió al ver a otras mujeres; las que, como en tantos lugares, cargan a sus hijos en su espalda mientras desempeñan los quehaceres de sus casas y de sus trabajos. Es la única manera que tienen ellas de conciliar, “llevando sobre sí la vida y el futuro de su gente, sus motivos de alegría, sus esperanzas. Pero también cargando sobre sus hombros desilusiones, tristezas y amarguras, la injusticia que parece no detenerse y las cicatrices de una justicia no realizada”.

Sin embargo, a veces, la maternidad se da la vuelta y son los hijos quienes cargan sobre sus hombros a quienes les dieron la vida y sostienen también la enfermedad, la incertidumbre y la soledad. Así, en Paraguay, el Papa descubrió el rostro de otra mujer, de una joven en esta ocasión, que fue el reflejo de tantas en todo el mundo que cuidan a quienes fueron sus cuidadores, que entregan su presente a quienes ya se les está agotando el futuro. Y fue también en Paraguay donde Francisco abrazó a dos mujeres, hijas de aquella que “le enseñó a pensar”, su jefa en el laboratorio en el que trabajó en su juventud, la que, como ha reconocido en alguna ocasión, le mostró el camino del esfuerzo y del trabajo bien hecho.

En definitiva, Francisco se ha encontrado durante su viaje a América Latina con mujeres que, como tantas en el mundo, son protagonistas de sus vidas, ocupan un papel principal en la vida de otros, pero que, en demasiadas ocasiones, son aceptadas por la sociedad solo como meras espectadoras. Ojalá que, como el Papa, nosotros también sepamos desvelar su rostro para que la Tierra no se ‘desmadre’.

En el nº 2.950 de Vida Nueva

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