¿Qué dificultades tiene hoy la homilía?

obispo predicando una homilía durante una celebración con jóvenes

Un desafío para el predicador y un arte que debe ser cultivado

obispo predicando una homilía durante una celebración con jóvenes

JOSÉ MARÍA SICILIANI BARRAZA, doctor en Teología en la Universidad de La Salle de Bogotá | El pasado 10 de febrero, el cardenal guineano Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, presentó en público el Directorio Homilético. La aparición de este documento nos proporciona una buena oportunidad para reflexionar sobre la homilía, eso que la gente sencilla llama también el sermón y que cada domingo se presenta como un desafío a todo predicador durante la misa. Este Pliego se refiere principalmente a la tarea –con sus exigencias y sus gozos– que esta responsabilidad suscita en la vida de los sacerdotes.

Ciertamente, existen otras formas de predicación que no son tarea exclusiva de los presbíteros, pero las reflexiones siguientes se limitan a la homilía como una parte de la eucaristía, propia de los ministros ordenados: diáconos, presbíteros y obispos. Aquí se abordarán algunas importantes cuestiones relacionadas con la situación de la homilía hoy: sus dificultades, sus exigencias, los retos que ella debe asumir en el mundo actual.

Eso llevará a una reflexión sobre el desafío hermenéutico o interpretativo inherente a la propia homilía, lo cual debería contribuir a mejorar en la práctica este servicio que los ministros ordenados de la Iglesia deben a todo el pueblo de Dios.

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Crisis del lenguaje religioso

Se ha podido constatar hasta aquí que la predicación del Evangelio conlleva de forma inherente ciertas dificultades: por ser una propuesta anticultural, por cuestionar falsos valores a los que se aferran las personas constantemente, por la necesidad de inculturar o de adaptar el Evangelio a los diferentes destinatarios, es decir, a las diferentes culturas.portada Pliego La homilía 2950 julio 2015

Hay lugar para preguntarse entonces lo siguiente: ¿qué configuraciones toman esas dificultades hoy? ¿Bajo qué formas precisas se presentan hoy en día esas dificultades que ya el mismo Jesús experimentó al predicar la Buena Nueva del Reino?

Existen varios estudios sobre lo que se podría denominar la “crisis del lenguaje religioso” en la actualidad. Puesto que la literatura es abundantísima, recordemos solo algunos –entre muchos otros estudios– sobre el tema. Por ejemplo, el que presenta la importante revista de teología Concilium, dedicado, hace ya mucho tiempo, a la crisis del lenguaje de la fe. El número en cuestión fue dirigido por uno de los teólogos católicos más importantes del siglo XX, un hijo de santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores: Edward Schillebeeckx (Concilium, n° 85, 1973).

¿En qué consiste esta crisis del lenguaje religioso y, por consiguiente, esta crisis del lenguaje de la homilía? Los diferentes autores que escriben en la citada revista señalan tal crisis como un problema de interpretación, como un asunto hermenéutico.

Profundizaremos en unas líneas más abajo sobre este aspecto. Por eso, únicamente retengamos aquí esta idea: la homilía y su lenguaje carecerían de significación, no tendrían la capacidad de conectar el Evangelio con la vida concreta de los hombres y mujeres de hoy, la homilía carecería así de pertinencia.

En ese sentido, también se pronunció el misionero claretiano Teófilo Cabestrero, en un pequeño texto del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona. El título es ya sintomático: ¿Se entienden nuestras homilías? Necesidad de un lenguaje más comunicativo. El padre Cabestrero habla de la importancia de encontrar un lenguaje adecuado para una transmisión creíble del mensaje evangélico. Citando a J. Llopis, el autor insiste en un dato importante sobre la creatividad en el lenguaje de la homilía: “Todavía no hemos sabido utilizar con acierto unas nuevas expresiones más adaptadas a la mentalidad de los hombres y mujeres de nuestro tiempo” (p. 10).

Un problema de contenidos. Y aburrimiento

Ahora bien, hablar de este problema diciendo que se trata de “una crisis de lenguaje” no significa que sea solo una cuestión de formas. Como si se tratara de encontrar solo nuevas palabras para los viejos y eternos contenidos de la fe. Se trata también de un problema de fondo, “de contenidos, de mensajes…”: “La fe cristiana se nos ha quedado congelada en otro tiempo; concebida, vivida, expresada y trasmitida en la teología y la espiritualidad de una cultura que no es la de hoy” (p. 10).

Se ha hablado también de aburrimiento en la homilía. Un grupo ecuménico en Francia, por ejemplo, elaboró un estudio sobre la homilía, pero desde la perspectiva de los oyentes. La convicción que orientó este trabajo es muy interesante y constituye un reto para los sacerdotes: la homilía, aunque sea una tarea exclusiva del presbítero durante la misa, también es responsabilidad de todos los bautizados, en grados diversos.

Aunque se podrían seguir citando diversos estudios y trabajos, para terminar este apartado, y antes de ofrecer una interpretación teológica del problema, es muy útil destacar algunos puntos de la homilía sobre los que ha insistido el papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio).

Pliego íntegro publicado en el nº 2.950 de Vida Nueva. Del 18 al 24 de julio de 2015

 

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