Quisiéramos saber el precio

Me pregunto si las mayorías de este país saben de dónde sale la financiación de los costos de la búsqueda de una salida a la guerra que nos aflige. Los diálogos que se realizan en La Habana, ¿cuánto valen diariamente? ¿Quién financia la estadía de tantas personas por tanto tiempo, su alimentación y hasta sus diversiones? Sería interesante conocer con verdad las cifras de lo invertido para ir pensando en lo que podía haberse utilizado más bien en los costos posteriores a la firma de unos posibles acuerdos.

El que espera se desespera, el que espera pierde la fe en lo esperado cuando demora para llegar o no llega. Un cierto sabor a desesperanza no deja de existir en miles de colombianos ante el tira que jala que a veces parecen ser estos diálogos sin final previsible; porque cuando se les pone un posible final, entonces vienen otros pronunciamientos que prolongan la espera y van banalizando la confianza y generando preguntas acerca de la real voluntad de paz.

La responsabilidad que tienen las personas implicadas en los diálogos es grande. No puede el país darse el lujo de haber invertido, no solo en dinero que podía haber sido utilizado en educación o mejores condiciones para los pobres, en un proceso que a la larga fracase por un hecho u otro de violencia generado por uno u otro de los lados de la guerra, porque se dialoga en medio de ella.

Va siendo hora, señores y señoras de los diálogos, de ir mostrando resultados más claros de manera que no se siga marchitando la esperanza y la confianza en la honradez con la cual se está manejando este proceso. Es necesario mostrar con hechos a los que proclaman salidas de más guerra que va llegando el tiempo de concluir. La luz del Espíritu del príncipe de la paz ilumine tanta oscuridad.

Ignacio Madera Vargas, SDS

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