“No se paren de la mesa hasta que haya concluido la guerra en Colombia”

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1.500 religiosos y religiosas de América Latina se pronuncian a favor de la paz en Colombia

“Nosotros, religiosas y religiosos de América Latina y el Caribe, reunidos en congreso, expresamos nuestro dolor y solidaridad con los seis millones de víctimas de esta Colombia que nos ha recibido  generosamente”. Con estas palabras inicia el pronunciamiento “en solidaridad con el proceso de paz en Colombia” que fue leído el pasado 21 de junio, durante la clausura del congreso de Vida Consagrada organizado por la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR) en Bogotá.

Al reconocer que el país sede del congreso, “nos ha hecho sentir la vida que clama por la paz”, los congresistas –aproximadamente 1.500– provenientes de 22 países de América Latina y el Caribe, además de algunas delegaciones de otros continentes, se dirigieron al pueblo colombiano, en primer lugar, para ofrecer su solidaridad en la búsqueda de la reconciliación “basada en la verdad, la reparación, la garantía de no repetición, la grandeza del perdón y la recuperación de la confianza colectiva en el camino hacia la paz, fruto de la justicia”.

De igual forma, como gesto de contrición ante el drama colombiano “en el que resuena el sufrimiento de los pobres y excluidos del Continente”, los religiosos y las religiosas reconocieron sus limitaciones ante la causa de la paz: “si bien hemos puesto nuestras personas y nuestras obras al servicio del pueblo, hemos tenido fallas particularmente por no haber entregado en el amor y en el servicio todo lo que se esperaba de nuestras vidas consagradas”.

No aceptamos más muertes

IMG_2096En segunda instancia, el principal motivo del pronunciamiento se refirió a los diálogos que se desarrollan en La Habana, entre los negociadores del gobierno colombiano y de las FARC. “Creemos que los mueve una intensión sincera de paz, valoramos las miles de horas dedicadas a esta búsqueda”. Sobre este crucial asunto, y ante el estado actual del proceso de paz, la Vida Consagrada ha sido enfática al decir que “desde lo más hondo del pueblo colombiano y latinoamericano les pedimos e imprecamos, en nombre del Dios de nuestro Señor Jesucristo, que no se paren de la mesa hasta que haya concluido la guerra en Colombia”. Además, los congresistas, pertenecientes a distintas familias religiosas, también acentuaron el imperativo de la no violencia: “los instamos por la dignidad de este pueblo, al que han entregado su tranquilidad y sus vidas, a que detengan la confrontación armada y suspendan toda operación que cause muertes, que destruya ríos y fuentes de energía y que con bombas reviente los campos. Después de tanta tragedia acumulada no aceptamos ni justificamos ninguna muerte ni victimización más”.

En este mismo sentido, y con desafiante realismo, al tiempo que invitan “a trabajar asiduamente para que se llegue pronto a los acuerdos”, los religiosos advirtieron que es necesaria la participación del pueblo colombiano para promover la justicia y la inclusión social, bajo el presupuesto de la confianza en el otro: “no pretendan que ustedes pueden arreglar a Colombia en La Habana. Baste que establezcan las líneas básicas que permitan, con seguridad humana y jurídica, parar la guerra guardando la grandeza humana, y dejando bases para la reconstrucción del país, y confíen en el pueblo colombiano que quiere emprender los cambios profundos que lleven a la superación de la injusticia y la exclusión”.

Por otra parte, y como tercer componente de la declaración, frente a la posibilidad que se está gestando para iniciar negociaciones en mesa pública con el ELN, “el cual ha dicho que su agenda de paz es lo que la sociedad quiera, y ha manifestado que acompañará con las armas este querer”, el congreso de Vida Consagrada se pronunció con radicalidad: “seguros de que expresamos el sentimiento de millones de hombres y  mujeres del continente y de Colombia, le decimos al ELN que la sociedad no quiere que nos acompañen con armas, y que el deseo inmenso del pueblo es que vengan a la vida política y democrática, para construir juntos los cambios estructurales que la paz exige”.

Al final de la Declaración, la solidaridad de los religiosos del Continente con la paz de Colombia se expresó también en su compromiso decidido “a orar por estos diálogos y a asumir la causa de la paz y de la reconciliación como el deber moral más grande que tiene hoy nuestra misión”. Estos propósitos se concretizarán, de modo particular en el campo de la educación y en el acompañamiento a las víctimas del conflicto: “trabajaremos más y más al lado de las víctimas, reforzaremos nuestra entrega en la educación para multiplicar los hábitos de respeto a la dignidad humana y a la solidaridad”.

Un clamor sentido

De izquierda a derecha: Mercedes Casas, Leonardo Tejeiro y Juan Álvaro Zapata

De izquierda a derecha: Mercedes Casas, Leonardo Tejeiro y Juan Álvaro Zapata

De acuerdo con el hermano Leonardo Enrique Tejeiro Duque, FSC, presidente de la Conferencia de Religiosos de Colombia (CRC), quien presentó el pronunciamiento ante los participantes del Congreso, “esta iniciativa surgió en el seno del taller sobre el compromiso de la Vida Religiosa con la justicia y la paz en Colombia, que orientó el padre Francisco de Roux, exprovincial de los jesuitas y reconocido en el país por su amplia trayectoria a favor de la paz, la justicia y la reconciliación”. Sobre este taller, en el que participaron más de 30 religiosos y religiosas colombianas, el jesuita comentó que “Colombia vive un conflicto espantoso que es el eje del huracán de muchas otras violencias que se dan en el país. Por eso hemos querido traer los datos del conflicto a partir de los estudios de Memoria Histórica, así como los problemas estructurales nunca resueltos y el inmenso dolor y la incertidumbre que causan en la gente. Desde ahí, nos preguntamos por la crisis espiritual que se encuentra a la base del conflicto y el compromiso de las religiosas y los religiosos que se la juegan por la paz”.

A partir de los aportes que se fueron recogiendo en el taller, con la ayuda de dos relatores, fue el mismo De Roux quien propuso el texto base del pronunciamiento, sobre el cual se hicieron algunos aportes que finalmente fueron asumidos en la redacción final que hicieron dos de los miembros de la Junta Directiva de la CRC que también participaron.

“Es un hecho que la Vida Consagrada latinoamericana, y en ella los religiosos y las religiosas de Colombia, quieren la paz, no quieren y rechazan la violencia”, concluye el Hno. Leonardo Tejeiro. Este pronunciamiento expresa la voluntad de los consagrados y las consagradas, pertenecientes a diversas familias y carismas religiosos, a “trabajar unidos para responder a este clamor por la vida del pueblo”.

Texto: Óscar Elizalde Prada

fotos: Archivo CLAR

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