Cardenal João Braz de Aviz. Prefecto de la Congregación para la Vida Consagrada

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“Tenemos que volver al misterio trinitario”

La presencia del cardenal brasilero João Braz de Aviz en el Congreso de Vida Consagrada promovido y organizado por la CLAR en Bogotá, del 18 al 21 de junio, expresa la comunión que caracteriza las relaciones entre la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) –de la cual Braz de Aviz es Prefecto– y las religiosas y los religiosos de América Latina y el Caribe.

Así lo manifestó el cardenal, en varias oportunidades, durante sus intervenciones ante los más de 1.500 participantes del congreso, que incluyó a un representativo grupo de las “nuevas generaciones” de la Vida Consagrada y a más de un centenar de religiosas de clausura, con quienes compartió, en jornadas alternas, sus perspectivas sobre “los horizontes de novedad de la Vida Consagrada en el magisterio del papa Francisco”.

Antes de regresar a Roma, el prefecto compartió con Vida Nueva algunos puntos de vista sobre los desafíos que afronta la Vida Consagrada.

El Congreso de la CLAR le permitió encontrarse con religiosas y religiosos de América Latina, ¿qué impresión tiene de la Vida Consagrada de este continente?

Primero, este sentido profundo que la CLAR ha dado, desde hace tantos años, de unidad y acompañamiento, pone en evidencia a toda la Vida Consagrada de nuestro continente. Ahora se percibe que se está promoviendo una animación nueva a partir de la riqueza del pasado. El Papa ve todo esto con mucho cariño porque la CLAR ha sabido asumir la cuestión de poder desde la perspectiva del servicio a Dios en los pobres y con los pobres. Esto es muy importante.

Llevo en mi corazón y en mis ojos la alegría y la comunión que encontré aquí. Me sentí muy bien y aprendí mucho porque compartiendo con los otros se aprende también. Para nosotros los cardenales y para los que tenemos mucha responsabilidad en la Iglesia, esto es fundamental. Hay que ser sencillos, volver a la sencillez y caminar juntos. Regreso a Roma con mucha felicidad y daré las mejores noticias al Papa.

El año de la Vida Consagrada

El año de la Vida Consagrada avanza, ¿qué balance se puede hacer de lo que hasta ahora se ha alcanzado frente a los objetivos propuestos?

En la CIVCSVA consideramos que estamos bajo una gracia muy grande porque el efecto del Año de la Vida Consagrada ha sido más de lo que planeamos. Me refiero a los resultados. Por ejemplo, este congreso de 1.500 religiosas y religiosos, con rigor y profundidad. Son cosas extraordinarias que están aconteciendo. Lo mismo ocurre en otros lugares del mundo. Vamos a reunirnos con 200 personas y encontramos 1.000. Experimentamos que la Vida Consagrada continúa firme en sus propósitos. No es que no tengamos inconvenientes, tenemos muchos problemas de vocaciones y de envejecimiento, pero también hay una vida nueva que está surgiendo.

¿Qué sentido tiene ser religioso o religiosa en estos tiempos?

Hoy, más que nunca, la presencia de mujeres y hombres consagrados en la Iglesia y en el mundo puede ayudar a la cultura actual, invitándola a no tener miedo de ser felices y a orientar este deseo y este objetivo hacia niveles más profundos. Esto será posible a condición de que el consagrado y la consagrada sean ellos mismos personas humanamente felices y realizadas, que testimonien con autenticidad que seguir a Cristo y vivir el Evangelio realiza a la persona.

¿Qué opaca el testimonio de la Vida Consagrada?

Los numerosos abandonos de la Vida Consagrada, la cara triste e incluso huraña de muchos de nosotros y la falta de un espíritu de familia en algunas casas religiosas, son un indicio de que hay que revisar algo en el testimonio de la Vida Consagrada.

¿Cuáles son las “claves” para estimular una Vida Consagrada significativa y testimonial?

En primer lugar, la experiencia de Dios-Amor debe ocupar el centro de nuestra Vida Consagrada, de tal modo que el carisma del fundador o de la fundadora sea el espejo y el camino del discipulado. La belleza de todo carisma ha de verse en la Iglesia como una flor que se armoniza con muchas otras flores.

Por otra parte, es necesario construir con paciencia la vida comunitaria, concentrando todas las fuerzas en vivir la Palabra de Dios para comunicarla después a los hermanos y hermanas como una experiencia real. Hay que pasar de una espiritualidad individual a una espiritualidad de comunión, restableciendo las relaciones interpersonales a la luz del misterio de la Santísima Trinidad; y asumir, en espíritu de comunión, las estructuras que pasan a través de los organismos de animación de nuestras familias religiosas, en sus niveles eclesiales y carismáticos.

En el plano personal, es preciso mejorar la experiencia de los consejos evangélicos, de pobreza, castidad y obediencia. Asumir y superar las heridas personales y de nuestras comunidades, de la Iglesia y de la humanidad, con el mismo espíritu de Cristo que grita su abandono y su entrega de amor. Ello nos permitirá volver a sonreír en nuestra congregación, como expresión auténtica de nuestra felicidad.

Por último, es muy importante recorrer el camino del Amor, que es Dios, desarrollando relaciones fecundas con los hombres y las mujeres que caminan con nosotros cada día, saliendo de nosotros mismos, como lo hace Dios, para acercarnos a los demás.

Por una adecuada renovación de la vida consagrada

Durante su intervención en el Congreso de Vida Consagrada de la CLAR, el cardenal João Braz de Aviz señaló tres asuntos que actualmente estudia la CIVCSVA, para continuar con la renovación propuesta por el Concilio: la formación, la clausura papal y la autonomía de los monasterios:

“La formación, entendida hoy como ‘formación continua’, incluye las etapas iniciales y dura toda la vida. Deberá tener en cuenta la sequela Christi, en el estudio constante del carisma del fundador o de la fundadora, además de la cultura actual.

La clausura papal se refiere a las monjas de vida íntegramente contemplativa. El Concilio pidió que se apoyara este estilo de vida y, al mismo tiempo, que se adaptara a los tiempos y lugares, eliminando usos anticuados. Sin embargo, las decisiones se deben tomar después de haber oído el parecer de los diversos monasterios.

Otras monjas comprometidas en tareas de apostolado –allí donde lo requieren sus constituciones–, no están obligadas a la clausura papal. Ellas mantienen la clausura conforme a las propias constituciones. Asimismo, los institutos y monasterios en vía de extinción podrían unirse a otro instituto o monasterio con fines y espíritu similares. Incluso, el decreto Perfectae caritatis favorece también la constitución de federaciones y uniones de Institutos y monasterios independientes”.

La mujer consagrada

En varias oportunidades el papa Francisco se ha referido a la participación de la mujer en la Iglesia ¿cómo se percibe este asunto en la Vida Consagrada?

Últimamente el papa Francisco insiste mucho en esta participación, como es el caso del Dicasterio de la Vida Consagrada, en Roma. Las mujeres constituyen la mayoría de las personas consagradas, y, sin embargo, no están representadas proporcionalmente. Ocurre lo mismo en la mayor parte de los diversos campos de la vida eclesial. Su presencia significa una puesta en acción de mayor humanización de las relaciones y una manifestación más completa de la dimensión materna de la Iglesia. Los consagrados y las consagradas posibilitan una relación recíproca iluminada por el amor que procede de la Trinidad. Ellos y ellas pueden vivenciar una mayor complementariedad entre la dimensión masculina y la femenina.

Finalmente, ¿cuál es el nuevo rostro que la Vida Consagrada necesita?

En un momento en el que la globalización es un fenómeno que no solo está referido a la economía, tenemos que volver al misterio trinitario. Ahí entendemos muchas cosas.

Todavía no hemos sido suficientemente conscientes de que la Santísima Trinidad, adorada y profesada con todas nuestras fuerzas, debe dejar de ser en adelante un teorema indescifrable para los discípulos de Jesús. Este teorema podría ser planteado de nuevo en la siguiente pregunta: ¿cómo conciliar unidad y diversidad en Dios y por consiguiente en su imagen humana de hombres y mujeres, de tal modo que se pueda vivir en la vida cotidiana de la Iglesia-comunión, inserta en un mundo globalizado? Esta interpelación podría ser una vía adecuada para desarrollar algunos planteamientos de la antropología cristiana y de la eclesiología actual, que nos indiquen un camino universal para que la comunión con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo permanezca en nuestra vida.

Texto: Óscar Elizalde Prada

Fotos: VNE, CLAR

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