‘Los caballos de Dios’: la semilla yihadista

Fotograma de la película 'Los caballos de Dios'

J. L. CELADA | Túnez, Francia… Cada vez que la barbarie islamista irrumpe en escena, nos preguntamos dónde y cuándo se producirá un nuevo ataque, cuál será el próximo objetivo, la enésima consecuencia de su espiral de odio y muerte. Sin embargo, presos del miedo, el dolor o la indignación, apenas reparamos en las causas que alimentan este inquietante fenómeno. Conocer cómo se siembra, echa raíces y crece la semilla yihadista constituye un primer paso –imprescindible– para poder combatir sus nocivos efectos.

Y a ello contribuye, de modo ejemplar, el último trabajo de Nabil Ayouch, una recreación de cómo se gestaron los atentados suicidas que tuvieron lugar en Casablanca el 16 de mayo de 2003. Más exactamente, de cómo se habrían ido inoculando desde la infancia en sus autores las condiciones que, años después, les llevarían a inmolarse y convertirse en Los caballos de Dios. El realizador nos sitúa en un poblado chabolista de la ciudad marroquí estrangulado por la miseria y el desempleo. Corren los años 90, y los protagonistas de esta historia matan las horas jugando al fútbol, hurgando entre las basuras y haciendo recados (trapicheos) para sus mayores.

Fotograma de la película 'Los caballos de Dios'Un salto en el tiempo –que Ayouch ilustra con imágenes reales: de la muerte del monarca Hasán II (1999), de los atentados del 11-S (2001)…– nos traslada a la adolescencia de los chavales. Nada parece haber cambiado, ni la falta de horizontes laborales ni la corrupción policial, salvo la percepción de la realidad social y familiar que tienen ahora dos hermanos tras la estancia en prisión del mayor de ellos. Mientras algunos de sus compañeros de correrías sueñan con instalarse en la medina o viajar a España, ambos sienten la necesidad –y les brindan la oportunidad– de buscar otro paraíso, de expiar sus pecados de juventud e iniciar una nueva vida.

Su paso por la mezquita, donde estos seres a menudo amedrentados recuperan autoestima y valor, no solo nos acerca a la peligrosa deriva de los “conversos”, sino que nos introduce con una mirada enérgica en el sombrío universo del fundamentalismo islámico. Los llamamientos a la oración, la disciplina o la solidaridad con las familias, dignos de todo elogio en otras circunstancias, adquieren aquí los tintes propios del extremismo, habituado a justificar sus acciones en nombre de la guerra santa y de la derrota sobre los paganos prometida por Dios. Ese Dios a quien temen los “musulmanes buenos” y que, según estos jóvenes radicalizados, les ha elegido “para ser mártires”, “esperanza del islam”.

Merecida Espiga de Oro a la mejor película de la última Seminci vallisoletana, Los caballos de Dios supone una excelente radiografía socio-religiosa de la trastienda del yihadismo, un esfuerzo por tratar de entender por qué matan y por qué mueren ciertos individuos. También una invitación a recorrer entre todos, con ojos críticos, el camino que les ha conducido hasta ahí.

FICHA TÉCNICA

Título original: Les chevaux de Dieu

Dirección y guión: Nabil Ayouch.

Guión: Jamal Belmahi, basado en la novela Les étoiles de Sidi Moumen, de Mahi Binebine.

Fotografía: Hichame Alaouie.

Música: FMalvina Meinier.

Producción: Nabil Ayouch, Pierre-Ange Le Pogam, Eric van Beuren, Patrick Quinet.

Intérpretes: Abdelhakim Rachi, Abdelilah Rachid, Hamza Souidek, Ahmed El Idrissi Amrani, Badr Chakir.

En el nº 2.949 de Vida Nueva

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