Editorial

La revolución del Evangelio en Ecuador

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visita papa Francisco llegada a Ecuador, Bolivia, Paraguay 5-13 julio 2015

EDITORIAL VIDA NUEVA | Ecuador, primer destino de Francisco en su gira americana, ha demostrado que no busca ser esta una peregrinación pastoral para poner paños calientes. Más bien lo contrario. Los cuatro días sin apenas descanso, en uno de los países con más población en riesgo de exclusión de la región, han vislumbrado su deseo de materializar en la realidad concreta los postulados planteados tanto en la exhortación apostólica Evangelii gaudium como en la encíclica Laudato si’.

Francisco ha planteado cuál es su hoja de ruta, no solo para la Iglesia, sino para que los pueblos y las naciones logren una auténtica transformación de este mundo, un cambio en los conceptos de progreso, bienestar y desarrollo. Lo hizo nada más poner un pie en el aeropuerto de Quito, al subrayar fuera del discurso preparado que “los pobres son la deuda que aún tiene toda América Latina”.

Esto se traduce en una llamada a trabajar por una verdadera justicia social frente al paradigma tecnocrático, y que vaya más allá de la limosna o el paternalismo, una apuesta que ha empapado cada una de las intervenciones de Jorge Mario Bergoglio: homilías, discursos ante la sociedad civil, reflexiones con el mundo educativo… Incluso en la eucaristía celebrada en Guayaquil, donde puso a la familia en primer plano, lo hizo para presentarla como pilar básico en la construcción de una sociedad en la que nadie se vea excluido.

Este planteamiento, que se traduce también en una ecología integral frente a la cultura del descarte, se ha visto reforzado por las intervenciones de los laicos y religiosos con los que se ha encontrado, pues, lejos de ser acomodaticias, han respaldado su discurso. Como la catequista octogenaria que alertó ante quienes quieren “manipularnos y utilizar a los pobres para implantar proyectos e ideologías perversas”.

En medio de esta tarea, a la Iglesia le encarga una misión nada fácil: ejercer de puente. Frente al proselitismo y al papel de oposición, o a la tentación de tener un papel descafeinado en la sociedad, Francisco pide a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos que sean quienes encabecen las denuncias ante las desigualdades, pero siempre desde el diálogo constructivo. Para él, la evangelización transformadora pasa por el encuentro, por la complementariedad.

Esta apuesta por la unidad tuvo su traducción para el pueblo ecuatoriano en una llamada a apostar por la riqueza en la diversidad y una verdadera inclusión en un país multicultural, donde indígenas y afroamericanos son todavía hoy minorías marginadas.

Francisco llegaba al país en medio de una gran tensión social provocada por la acción política de Rafael Correa. La oposición no dudó en acusar al presidente de querer apropiarse del discurso del Papa para justificar las que consideran medidas populistas. Sin embargo, no encontró en Francisco un aliado ni un enemigo. Las palabras del Papa fueron más allá. De hecho, en la multitudinaria eucaristía en Quito, se sirvió de un término del que unos y otros se han apropiado en el continente para reafirmarse: la palabra revolución.

El Papa le ha dado la vuelta al concepto, dejando claro que la fe cristiana no puede concebirse desligada de un compromiso social, y que si hay una propuesta de vida revolucionaria para el mundo, está escrita en el Evangelio.

En el nº 2.949 de Vida Nueva. Del 11 al 17 de julio de 2015

 

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