El Gobierno y los tuaregs firman la paz en Malí

Ponen fin así a dos años y medio de conflicto en el norte, hostigado también por islamistas

Mali

Un soldado frente a una iglesia en la ciudad norteña de Diabaly

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ SOTO | El 20 de junio, el Gobierno de Malí y grupos tuaregs independentistas, bajo la Coalición de Movimientos de Azawad (CMA), firmaron un acuerdo de paz para poner fin a las hostilidades en el norte del país. El pacto prevé la creación de asambleas regionales elegidas por sufragio universal directo y que podrán tomar decisiones importantes. Un documento inicial había sido firmado el 15 de mayo en Bamako, pero los tuaregs habían reclamado aún más concesiones, como la suspensión de las órdenes de detención que planeaban sobre 15 líderes del CMA.

El norte del país es escenario de varios conflictos. Está, por un lado, la violencia de los grupos islamistas que, desde la caída de Gadafi en Libia, se aprovecharon del flujo sin control de armas para hacerse fuertes. En enero de 2013, una intervención militar francesa logró detener su avance hacia la capital. Luego está la rebelión tuareg, enfrentada al ejército desde enero de 2012. En abril de ese año, el norte fue tomado por los independentistas tuaregs, apoyados fugazmente por los islamistas de Ansar Dine.

Ambos aprovecharon el caos creado por un golpe de Estado un mes antes. Francia y varios estados africanos, sobre todo Chad, ayudaron al ejército de Malí durante 2013 y 2014 a retomar la mayor parte del norte en la Operación Serval. No obstante, extensas áreas de territorio desértico siguieron controladas por los secesionistas tuaregs, sobre todo en torno a Kidal. Finalmente, un puñado de grupos armados variopintos se enfrentan entre sí por venganzas intercomunitarias o por el control del lucrativo tráfico de drogas.

No es la primera vez que en Malí se firma un acuerdo de paz entre Gobierno y grupos tuaregs. Ya en junio de 2013 y en julio de 2014, seis grupos armados de esta etnia y el Ejecutivo se sentaron a la misma mesa, bajo una mediación internacional presidida por la diplomacia de Argelia. Este nuevo pacto incluye elementos más políticos, como el autogobierno. Según el ministro de Asuntos Exteriores de Argelia y mediador principal, Ramtane Lamamra, ha supuesto “un nuevo comienzo para Malí”.

Por su parte, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, exhortó “a todas las partes a continuar el trabajo de progresar en la dirección de la paz y aplicar de forma íntegra las disposiciones del alto el fuego”. Naciones Unidas tiene en Malí una misión de paz, la MINUSMA, que cuenta con 7.000 soldados. Con 36 muertos y 150 heridos, es la misión de la ONU que ha tenido una tasa más elevada de víctimas.

Pero este optimismo sigue chocando con el hecho de que, en el inmenso desierto del norte de Malí, hay zonas enteras que siguen escapando al control estatal. Además, un grupo disidente del CMA ya ha dicho que no reconoce los acuerdos. A esto se suma el hecho de que, durante las últimas semanas, células islamistas han cometido atentados en el sur, cuyo floreciente sector turístico desde hace muy pocos años ha caído en picado debido a la inseguridad.

Un país laico y tolerante en peligro

Entre los actores más activos de la cohesión social en Malí se cuenta la Iglesia católica, con solo un 1,6 % de cristianos entre 14 millones, en su gran mayoría musulmanes. Los dirigentes de Malí siempre han mantenido a ultranza el carácter laico de su legislación, y su sociedad tiene una enraizada tradición de convivencia pacífica religiosa. La ley reconoce la libertad absoluta de conversión y son muy frecuentes los matrimonios mixtos. El islamismo ha amenazado con romper esta tolerancia. Según el último informe sobre la libertad religiosa en el mundo, publicado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, cuando los islamistas ocuparon el norte del país en 2012, unos 200.000 cristianos huyeron a países vecinos como Argelia y Mauritania, o al sur del país, donde en muchos casos fueron acogidos por familias musulmanas. Aunque las ciudades norteñas fueron liberadas al año siguiente, aún son pocos los cristianos que han regresado. Poco antes de la firma de este último acuerdo de paz, el obispo de Sikasso y presidente de la Conferencia Episcopal Maliense, Jean-Baptiste Tiama, declaraba que “Malí tiene sed de paz”, e insistía en que son todos los habitantes del país, independientemente de su religión, los que han sufrido a causa de la guerra y la intolerancia. “Los cristianos –concluyó– no han sido las únicas víctimas de los yihadistas. Los musulmanes también han sufrido, como muestra el hecho de que los extremistas hayan destruido sus mezquitas en Tombuctú”.

En el nº 2.948 de Vida Nueva.

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